Ingrid Betancourt, excandidata presidencial de Colombia: "El acuerdo de paz es mucho más de lo que pensé que se lograría en Colombia"

Ingrid
Foto: Getty Images

Diez años han pasado desde que la expolítica colombiana fue liberada tras pasar seis años como rehén de las FARC. En esta entrevista con La Tercera asegura que aún hay una deuda material, social y política con las víctimas del conflicto armado.


El miércoles 24 de octubre, la excandidata presidencial colombiana en 2002 y rehén de las FARC durante seis años, Ingrid Betancourt, declaró por primera vez ante la justicia de su país. Ese día, contó los detalles de su vida en cautiverio, calificó a las FARC como una organización "machista y misógina", las acusó también de tortura contra ella y su familia, y exigió que la disuelta guerrilla repare a las víctimas. Todo, desde una videollamada desde Europa, donde se radicó inmediatamente después de su liberación en 2008 gracias a la "Operación Jaque".

Pese a todo lo que vivió, Ingrid Betancourt ha apoyado los acuerdos de paz con las FARC firmados en 2016, "para que lo que se vivió no se vuelva a repetir jamás".

Dedicada a la defensa de los DD.HH. y a estudios de teología, Betancourt se involucró en las elecciones presidenciales de Colombia en junio pasado, apoyando al candidato Gustavo Petro, quien respaldaba los acuerdos de paz.

Pero a 10 años de su liberación, volver a hablar de su tiempo en la selva sigue siendo una tarea difícil para la excandidata colombiana. "Quedé exhausta, sin poder levantarme durante una semana", relata Betancourt en esta entrevista con La Tercera, después de haber declarado ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Usted apoyó el acuerdo de paz firmado en 2016. A dos años de aquel pacto, ¿era lo que esperaba?

Es un pacto que ha sido muy criticado en Colombia. El país está muy dividido. Pero para mí, como víctima este acuerdo, es mucho más de lo que yo pensé que se lograría, conociendo a las FARC desde adentro. Primero, porque me parecía muy remota la posibilidad de que ellos accedieran a entregar las armas y se desmovilizaran teniendo en cuenta los antecedentes de matanzas selectivas en Colombia. Esto equivale a poner la vida en manos del adversario. Es pues un problema de seguridad personal para los comandantes. Segundo, porque lo que ofrecía el gobierno era hacer política a cambio de renunciar al poder de las armas y de la plata del narcotráfico. El pacto se logró porque las FARC estaban derrotadas militarmente y porque la organización quedó descabezada.

Yo creo que ellos aceptaron el acuerdo de paz para evitar que se atomizara la organización. Las buenas intenciones no lo explican todo.

Usted ha dicho que fue muy difícil volver a hablar de los detalles de su secuestro, ¿qué la motivó a hacerlo?

Esta es la primera y única vez que la justicia colombiana se ha interesado por el caso de los secuestrados. Nunca antes la justicia nos había llamado a declarar, nunca se interesó por nuestro testimonio. Yo fui víctima de múltiples maneras, primero en manos de las FARC, segundo por causa del gobierno colombiano que me quitó mi seguridad, mis escoltas y luego me acusó de haber querido hacerme secuestrar; y tercero, por la opinión pública colombiana, que me lapidó moralmente a mi regreso a la libertad por pedir reparación. Esto hace que para mí, actuar para que se sepa la verdad, para que la justicia investigue todos estos hechos, sea de vital importancia.

¿Qué significó para usted volver a abrir todos esos detalles de su vida?

De pronto la mejor manera de explicarle es decirle que quedé físicamente exhausta, sin poder levantarme durante una semana.

Con respecto a la JEP, que juzga a los exguerrilleros acusados de cometer crímenes, ¿cómo espera que se "haga justicia"?

El acuerdo de paz le reconoce a los miembros de la guerrilla un tratamiento preferencial, rebajas de pena sustanciales, etc.. Lo único que espero es que la pena que se les imponga sea la máxima. No con ánimo de venganza, sino para que cada cual entienda la gravedad de lo que sucedió. Hay responsabilidad de la organización en la crueldad, la violencia, la tortura y eso tiene que reflejarse en la condena a los altos mandos. Ellos deshumanizaron el conflicto, utilizaron a la población civil como rehén.

¿Qué deudas cree que existen con respecto a las víctimas y los habitantes de los sitios que fueron dominados por las FARC?

Hay primero una deuda material que se calcula en vidas humanas destruidas, con todo el empobrecimiento familiar que esto implica. Segundo, hay una deuda emocional y psicológica porque los traumas que permean todo el entorno familiar y social de la víctima impiden que pueda volver a trabajar como antes. Hacen que pierda capacidad para la socialización. Tercero, hay una deuda social y legal, en particular en Colombia, porque se criminaliza a las víctimas, se falsifican los hechos, se distorsiona la verdad. Entonces resulta que la víctima queda totalmente desprotegida, no solamente frente a los terroristas, sino también frente a un Estado que se desentiende de su situación, y a una sociedad que la juzga y le voltea la espalda. Y finalmente también hay una deuda política colectiva porque esta guerra en Colombia eliminó contendores y rivales políticos. La guerra sirvió también para eso. Hay una deuda democrática con el país.

¿Cómo observa el hecho de que el partido FARC se presentara en un comienzo a las elecciones presidenciales este año, y exguerrilleros ocupen escaños en el Congreso?

Este es un tema que para muchos colombianos es difícil aceptar, porque obviamente las FARC fueron una organización muy violenta, que le causó mucho daño a la población colombiana. Para los colombianos las FARC no son una organización de revolucionarios románticos, con utopías políticas, sino un grupo de bandoleros, de criminales que narcotraficaban y secuestraban. Ahora, la única manera de llevar a cabo un proceso de paz es si quien está sentado al frente tiene una agenda política, un proyecto país, porque sino solo queda la mano dura y la cárcel. Como víctima, la razón de defender el acuerdo de paz es aún más obvia: ninguna narrativa puede describir el infierno que vivimos, eso lo sabemos solo nosotros, y por ello tenemos la responsabilidad de hacer cuanto sea posible para que la experiencia nuestra no se vuelva a repetir jamás. Si para lograrlo es preciso que los comandantes de las FARC vayan al Congreso, estamos dispuestos a aceptarlo.

Desde un punto de vista espiritual y desde la fe, el proceso cobra aún mayor legitimidad porque nos humaniza a todos. Reconocerle al otro su derecho a "transformarse", a dejar de ser violento, reconocerle su derecho a querer ser alguien diferente para aportarle al país desde su propio sufrimiento, es comenzar a construir un futuro mejor.

¿Por qué decidió vivir fuera de Colombia?

Con mi familia decidimos vivir fuera del país porque fuimos víctimas antes, durante y después del secuestro. Sentíamos que Colombia no había entendido lo que nos había sucedido. Pero más allá de factores psicológicos, emocionales, y de compasión, si se quiere, hay un problema real de seguridad física que radica en el hecho de que mientras Colombia no conozca la verdad de los hechos sobre este secuestro, mientras no haya justicia, estaremos sujetos a la arbitrariedad de quienes quieran acallarnos.

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