Laura Marciano y el uso de teléfonos en las escuelas: “Prohibir el uso de smartphones puede tener un efecto contraproducente”

Laura Marciano, Harvard University
Laura Marciano, psicóloga e investigadora del departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, EE.UU.

Especialista en temas de la ciencia del uso de los medios digitales y la relación con el bienestar de niños y jóvenes, Marciano expuso en Santiago sobre su trabajo en torno al impacto del uso de teléfonos inteligentes y redes sociales en esa población. Acá comenta algunos de sus hallazgos y enfatiza que con los adolescentes este es un tema que “es mejor abordarlo desde la autorregulación”.


Hay algo en la discusión sobre los adolescentes y su relación con las redes sociales y los teléfonos inteligentes que a Laura Marciano le interesa mucho destacar. “Es importante que pasemos de la perspectiva de lo que hace mal a una enfocada en lo que hace bien, en el bienestar”, dice vía Zoom desde Boston, unos días antes de viajar a Santiago para participar en la II Conferencia Anual Exponencial: Bienestar y Felicidad, organizada por la Universidad del Desarrollo y que se realizó el pasado jueves 17. No se trata, aclara, de ignorar los riesgos, sino de mover el marco y los objetivos de investigación hacia descubrir “cómo podemos usar las redes sociales y las nuevas tecnologías de una forma que nos haga bien”. “La literatura actual está prejuiciada: sabemos más sobre depresión, ansiedad y todo eso, pero menos sobre el bienestar”, explica. “Necesitamos hacer más para ser felices. No se trata sólo de buscar la ausencia de un síntoma, que es en lo que se ha enfocado la mayoría de las investigaciones; por eso con mis colegas estamos enfocados en buscar y entender los aspectos positivos que contribuyan al bienestar”.

Psicóloga con un master en Neurociencias, Marciano ha realizado diversos estudios en torno a este tema primero en Suiza y luego en Estados Unidos, donde vive actualmente como investigadora asociada de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en el departamento de Ciencias Sociales y del Comportamiento. Desde ahí ha liderado proyectos como Happy B y su continuación, Happy B 2.0, estudios longitudinales sobre la relación del bienestar de los adolescentes y su uso de las tecnologías digitales. “Es una iniciativa quiere promover el diálogo entre los creadores de redes sociales y los temas de salud pública, brindándoles información sobre ciencia para luego hacer un seguimiento de cómo cambian la forma en que publican”, explica.

“Estamos recopilando datos sobre el uso que hacen los adolescentes de las redes sociales en Estados Unidos y cómo esto puede relacionarse con las relaciones sociales en línea y fuera de línea y con su nivel de felicidad y soledad”, comenta la investigadora. “El objetivo general es tratar de entender cómo los adolescentes pueden prosperar y florecer hoy a través de las relaciones sociales de una manera que ha cambiado debido a la forma en que usamos la tecnología. Sabemos que hay muchas características diferentes cuando se tienen relaciones en línea que cuando se tienen relaciones fuera de línea. Y sabemos que eso puede estar relacionado con su bienestar. Queremos investigar eso con nuevas metodologías, por lo que recopilamos lo que llamamos evaluaciones ecológicas momentáneas, que son breves cuestionarios enviados a lo largo del día tres veces al día durante dos semanas sobre su bienestar y sus relaciones sociales, incluido su uso de las redes sociales. También recopilamos capturas de pantalla del uso del teléfono inteligente en términos de tiempo de pantalla, número de notificaciones y número de desbloqueos en general, y para los tres, las aplicaciones que deben usar cada día. Y luego también recopilamos datos de seguimiento del uso del teléfono inteligente en términos de tiempo de pantalla, que es el tiempo que el teléfono está encendido”, agrega. “Al mismo tiempo, el objetivo es combinar un marcador biológico de estrés y bienestar, que son las muestras de cortisol en el cabello, por lo que estamos recolectando un centímetro de pelo comenzando desde el cuero cabelludo porque eso es igual a un mes de estrés y, por lo tanto, podemos relacionarlo con los datos de seguimiento”.

¿Son diferentes el consumo y la relación con las plataformas digitales si se compara a los adolescentes con los adultos?

Sí, hay diferentes redes sociales utilizadas en diferentes edades de adolescentes y en diferentes países. Por ejemplo, ¿cuántas cuentas tienes en Instagram? Probablemente una. Pero si le preguntas a los adolescentes cuántas cuentas tienen, normalmente son mínimo dos o tres.

¿Para estos diferentes aspectos de sus vidas?

Sí. Se ha investigado esto de Instagram versus la vida real. Es realmente un fenómeno: los adolescentes tienen una cuenta, que es pública, pero cerrada, para que todos den una imagen de sí mismos. Luego está la cuenta que es privada para los amigos. Así solo sus cercanos saben de ella y ahí no necesitan ser perfectos, editar las fotos, usar filtros. Y luego está la cuenta “hiper privada” para solo un grupo de amigos muy cercanos. Y en algunos casos cuentan con una cuenta compartida para espiar a la gente, sólo por curiosidad. Lo que vemos es que la cantidad de cuentas es básicamente igual a diferentes capas de privacidad y eso es algo que en la población adulta, por ejemplo, no se ve.

Y esta forma de gestionar diferentes niveles de privacidad, ¿cambia el comportamiento social en la vida real de los jóvenes?

Sería una pregunta interesante para el futuro. No lo sé. Pero definitivamente es algo que se puede relacionar con la sensación de sentirse seguro o simplemente expuesto pero no demasiado. Hay características de la comunicación en línea que pueden afectar la forma en que nos comunicamos o mostramos la vida real. Estas son otras características relacionadas con la falta de señales al comunicarse: no sabes cuál es la reacción de la otra persona a algo que dices. En otro proyecto mío, en Suiza, realizamos algunas mediciones psicofisiológicas sobre la ansiedad antes de recibir un mensaje de texto. Cuando esperas siete minutos, sólo siete minutos para recibir una respuesta, comienzas a sentir ansiedad y puedes medir eso. No hay espera en absoluto. Estás pensando demasiado sin saber la reacción de la otra persona.Los adolescentes deben ser cuidadosos y conscientes de eso. Pero también tienes cosas positivas como por ejemplo que puedes esperar antes de reaccionar, puedes pensar en tu reacción y puedes manejar mejor la impulsividad del comportamiento. Hay diferentes cosas a considerar.

Dado que el cerebro adolescente es diferente del cerebro adulto, ¿el uso de las redes sociales y las plataformas tiene consecuencias diferentes?

Hay un experimento que siempre cito. Un estudio en una muestra de niños, adolescentes y adultos, que consistía en someterlos a una resonancia magnética funcional. El experimento consistía simplemente en que alguien te miraba -podemos decir que es lo que sucede en las redes sociales-. Un compañero, de misma edad, incluso mismo género, te está mirando. Pero no hay juicio, solo te están observando. Y eso registraba un mayor nivel de vergüenza en la adolescencia que en la niñez y la adultez. También los adolescentes mostraban una mayor activación de todas las áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento de la información social y emocional. Y también en términos de gratificación, sabemos que en el cerebro del adolescente hay dos sistemas que se están desarrollando, pero no al mismo tiempo. Está el sistema de control cognitivo en la corteza prefrontal, que hasta los 25 años no está completamente desarrollado. Pero luego tenemos el sistema de motivación y recompensa que está en las áreas de gratificación del cerebro, que está relacionado con la liberación de dopamina. Así que deberíamos considerar todos estos aspectos. Quiero decir, usar las redes sociales, recibir “me gusta”, ver videos cortos en TikTok, etcétera, es muy gratificante para el cerebro y el adolescente está particularmente preparado para recibir ese tipo de información y también particularmente preparado para observar el entorno social y ser influenciado por el entorno social, de una manera buena o mala.

¿Cuál es su opinión sobre la ola de prohibición de teléfonos celulares en la escuela?

En la escuela primaria estoy de acuerdo con eso porque ahí el tiempo debe dedicarse a aprender. Lo que he notado de mi investigación es que hoy, si alguien tiene un teléfono inteligente en la escuela primaria, tal vez sea porque los padres quieren rastrear al niño porque el niño viaja a la escuela. Entonces es más por razones prácticas. En la escuela secundaria, es un poco más matizado; lo que he visto hacer ahora mismo en las escuelas secundarias en Suiza y aquí en Boston es que están pidiendo a los estudiantes que guarden sus teléfonos durante el horario escolar y luego, al final de la clase o durante el recreo, pueden usar el teléfono nuevamente. Estoy de acuerdo con eso porque necesitan aprender a autorregularse, y prohibir completamente el uso de smartphones puede tener un efecto contraproducente, especialmente porque los adolescentes a esa edad quieren estar muy conectados. Y lo prohibido atrae aún más la atención de los adolescentes, así que es mejor abordarlo desde la autorregulación.

Y al educar sobre autorregulación ¿Cómo deberían los padres equilibrar la privacidad de los niños y adolescentes con la supervisión de sus actividades en línea?

Lo primero que diría a los padres es que son modelos a seguir. Eso significa que no puedes darle una regla a tu hijo, incluso en la adolescencia, y no seguirla tú mismo. Si hay una regla de no usar el teléfono en la mesa durante las comidas, es para todos. Lo que el niño esté viendo es el primer ejemplo que tiene, incluso antes de las escuelas. Y eso lo vemos a partir de los datos. Por ejemplo, los niveles de problemas de los padres. El uso de las redes sociales o el uso problemático de los teléfonos inteligentes pueden predecir los mismos niveles en sus hijos. Lo segundo que puedo decir es que es muy importante ser proactivo y mediar activamente en el uso de las redes sociales y los teléfonos inteligentes durante la adolescencia, lo que significa que ser pasivo como padre o no involucrarse, solo crea distancia. Pero siendo proactivo, tratas de entender lo que está pasando y tratas de comentar también lo que está pasando con los amigos o en las plataformas sociales, también el adulto puede aprender algo, pueden unirse aún más y siempre en un ambiente acogedor. En uno de nuestros estudios hemos visto que una familia con un buen nivel de empatía por lo general también sabe más sobre el tiempo que los niños pasan frente a la pantalla; si la familia ya es caótica, con estrés y malas relaciones, por lo general, el niño tiende a aislarse en el teléfono en privado.

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