El "after school" del Arzobispado de Santiago: una ayuda para niños migrantes

Guardería La Estampita (11)

La iniciativa de la parroquia La Estampa, en Independencia, es inédita en su tipo. Aquí, 14 niños de ciudadanos extranjeros son cuidados mientras sus padres trabajan.


Niños venezolanos, colombianos, haitianos y peruanos pasan sus tardes en las dependencias de la parroquia La Estampa, de Independencia, una de las comunas con mayor presencia de migrantes en Santiago.

En este "after school", que funciona desde las 13.00 hasta las 20.00, asisten 14 menores, de entre dos y nueve años, mientras sus padres trabajan. "La Estampita" es la primera guardería parroquial para migrantes.

"Frente a un cobro desmedido y un mal acompañamiento de niños y niñas, la parroquia decidió crear este año una guardería, viendo que teníamos un espacio grande, que podíamos habilitar, seguro y con trabajo bien hecho", cuenta el párroco y vicario para la Educación del Arzobispado de Santiago, Andrés Moro.

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Así fue como durante el verano se realizaron entrevistas con los interesados en el proyecto y en marzo comenzó a funcionar la guardería.

"Gracias a todos. Y dije ¡qué bueno, voy a poder trabajar!", cuenta Mayerlin Castellanos, venezolana y madre de José Soto. Para ella, la principal dificultad para buscar un empleo era encontrar un espacio donde dejar a su hijo. "Si no fuera por La Estampita, yo no podría ayudar a mi esposo", relata.

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Paula Sánchez, colombiana y madre de Violeta Arbeláez, estaba pasando por una situación similar, y dice que a su hija la guardería le gusta más que el jardín infantil: "Es más libre, está familiarizada con el entorno, no utiliza uniforme. Y ha avanzado en muchas cosas: canta, baila y es más expresiva".

Ella participa de la comunidad parroquial desde hace cinco años y asegura que "uno como migrante se siente acogido con esta situación, acá yo no me siento una extranjera".

Costos y cuidados

El costo de las guarderías, que en ese sector ronda entre los $ 80 mil y $ 120 mil, hacía difícil que las familias migrantes, que generalmente viven con el sueldo mínimo, pudiesen costearlo. En este caso, el valor es de $ 50 mil mensual por niño y cada jueves asiste un pediatra a verlos.

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Paola Hontavilla, educadora de párvulos y agente pastoral de la parroquia, renunció a su trabajo en un jardín infantil para comenzar con este proyecto.

"Al principio encontraba que los papás venían con mucho miedo, muchas veces venían a ver qué estaban haciendo. Hasta el día de hoy ellos vienen a la hora que quieren, sin avisar", explica.

Además, cuenta la parvularia, a los niños que asisten al colegio se les ayuda con las tareas. "La idea es que ellos lleguen a su casa a compartir con sus papás".

El sacerdote Andrés Moro agrega que prácticamente todos los agentes pastorales de la parroquia están formados en el cuidado y prevención de ambientes sanos y seguros.

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