Juan Andrés Fontaine: "No me parece que haya ninguna razón para este clima de decepción"
Pese al cambio ministerial y a decisiones como no rebajar el tributo a las empresas, el titular del MOP afirma que el balance de estos primeros cinco meses "no puede ser sino muy positivo".
¿Esperaba un cambio de gabinete antes de los primeros seis meses?
No lo esperaba, pero me lo explico. A partir de algunos incidentes específicos, más cierto deterioro en las encuestas de expectativas, el Presidente y su equipo político llegaron a la conclusión de que era conveniente hacer estos ajustes. Valoro mucho el aporte de los ministros que dejaron el gabinete, pero también a los que han entrado y el equipo que quedó me parece muy potente, por lo que sigo tan optimista como he estado desde el 11 de marzo.
¿La salida de Gerardo Varela por errores comunicacionales es una señal para el resto del gabinete?
Pero no es una señal nueva, todos los que nos desempeñamos de ministros sabemos que parte de nuestra tarea es comunicar y eso incluye un manejo político de la comunicación. Hay frases desafortunadas que producen impactos imprevistos y que desencadenan circunstancias como estas. Los gobiernos tienen que adoptar las decisiones que parezcan adecuadas en el momento.
¿Estos eventos no minan al gobierno y lo sacan de su agenda?
Lo ideal sería evitar este tipo de incidentes, pero es parte de la vida política y en absoluto creo que afecte nuestra capacidad para seguir llevando adelante, con éxito, el programa de gobierno.
Pero se nombró un nuevo ministro de Cultura que duró 90 horas. ¿No son muchos tropiezos para una administración que ya estuvo antes?
Más bien me preocupa que la reacción de la oposición ha cambiado. Cuando comenzó el gobierno estaba en una actitud de buscar acuerdos, recibe bien la invitación del Presidente a las mesas de consenso y hay un ambiente positivo. Ese mejor clima duró hasta mayo, pero ahora veo con inquietud que se ha deteriorado y que hay síntomas de obstruccionismo en la oposición. Hay un interés de la izquierda, particularmente, de aprovechar cualquier instancia para armar de eso un conflicto político.
¿Y no hubo falta de previsión y chequeo por parte del gobierno?
Uno podría plantearlo en esos términos. Pero, por otra parte, se genera toda una polémica respecto de la posición de Mauricio Rojas en materia de DD.HH., cuando cualquiera que lo conozca y lo haya leído puede dar cuenta, rápidamente, de su absoluto repudio a las violaciones de los DD.HH. Entonces, ¿hubo errores de previsión? Es posible, pero era difícil de ver en ese caso en particular. Hay lecciones que aprender, pero no creo en absoluto que sea grave, es parte del juego.
En materia económica, pese a las cifras inmediatas que son buenas, hay dudas sobre la sostenibilidad de la recuperación y cierto desencanto de las expectativas.
Ha habido una discusión acerca de la evolución del empleo y del desempleo, pero si uno mira con atención la tasa de desempleo desestacionalizada ha bajado respecto del primer trimestre. El empleo, mientras tanto, ha estado creciendo a 2,1% en lo últimos 12 meses, lo que es un buen ritmo del orden de 170 mil empleos. También ha habido un leve repunte en el crecimiento del empleo asalariado privado, lo que es un punto de inflexión respecto de lo visto en buena parte del gobierno anterior, y han aumentado las horas trabajadas, lo que es muy propio de un proceso de despegue de la economía.
El análisis frío es positivo en cuanto a la evolución de la economía, pero hay dos nubes en el horizonte.
¿Cuáles?
La economía mundial, donde hay un cambio de ritmo que se ha notado muy drásticamente en el precio del cobre. Es una caída que crea incertidumbre y está todo el temor que han provocado las señales de guerra comercial. Es un cuadro que está creando una inquietud válida, pero que tiene un lado positivo: este tipo de turbulencias, mientras no pasen a una situación crítica, ayudan a que en Chile nos enfoquemos en la tarea de mejorar nuestra capacidad productiva y a no confiarnos en la bonanza externa.
¿Y la otra nube?
Tiene que ver con el deterioro del clima político. Lo que se ha visto en las últimas semanas es de nuevo un encrispamiento, y eso para un gobierno como el nuestro, que no tiene mayorías parlamentarias, es un problema y afecta también las expectativas del sector privado, porque perciben que es menos probable que se hagan los cambios necesarios en la legislación.
En ese sentido, el empresariado cuestiona que se haya renunciado a bajar el impuesto a las empresas, sin llevarlo siquiera al Congreso. ¿Comparte esa estrategia?
Prefiero no ahondar en decisiones políticas de un área que no compete a mi ministerio, pero entiendo las dos razones que se han dado para tomar esa decisión. Una presupuestaria y la otra la falta de apoyo parlamentario. La oposición en esta actitud obstruccionista está actuando contra los intereses del país.
Pero, por lo mismo, les reclaman no haber incluido ese punto al menos como un elemento de negociación.
Hay distintas estrategias de cómo abordar la negociación parlamentaria. Prefiero no pronunciarme.
Hernán Cheyre dijo que al eliminar la rebaja del impuesto corporativo, el gobierno dio la señal al empresariado de que no estaba dispuesto a gastar capital político en eso y ahí se produjo un punto de inflexión en las expectativas.
Claro, pero la pregunta es si había espacio político para negociar o si era posible dada la situación fiscal. Me parece legítimo mantener como un objetivo lo que está en el programa de gobierno y, sin embargo, acomodar su materialización a las circunstancias fiscales y políticas.
El proyecto tributario ahora estará centrado en la simplificación y reintegración del régimen tributario. ¿Son los dos aspectos esenciales?
Los dos son objetivos muy válidos y es importante que se impulsen.
Si no se avanza en la reintegración, ¿puede crecer la decepción en el mundo empresarial?
Espero que el proyecto del gobierno tenga éxito.
Varias voces han coincidido en que el gobierno debe apurar sus reformas.
Esos comentarios son valiosos, pero muchas veces no se hacen cargo de las dificultades de carácter político y tampoco reflejan el trabajo interno que se está haciendo preparando las reformas necesarias. Además, hay un campo nada despreciable que no es de cambios legislativos, sino de cambios administrativos, y en el cual sí se ha avanzado.
Es esperable que después del entusiasmo inicial haya una cierta impaciencia, pero estamos en la época de la siembra y esta es menos vistosa y muy trabajosa. Ya vendrá la cosecha.
Son prematuras las aprensiones de que no sean capaces de hacer cambios de fondo y que tras este año el crecimiento PIB vuelva a 3%.
Obviamente, los altos impuestos y las malas regulaciones laborales son un obstáculo, pero creo firmemente que también hay otras herramientas para impulsar la inversión y la productividad. Algo de eso ya está tomando forma en los proyectos de ley del ministro Valente. También la inversión en infraestructura es una palanca importantísima para impulsar la productividad de toda la cadena logística y elevar así nuestra competitividad. Los proyectos de OO.PP. entrabados son puntos de PIB potencial que sacrificamos cada año. Los países crecen cuando invierten en los proyectos más rentables y es en infraestructura -además de minería- donde hoy en Chile están los mejores proyectos. El gobierno anterior avanzó en una dirección y se le pide al gobierno actual que retroceda en esas áreas. Puede ser importante, pero no es el todo. Me parece una crítica equivocada.
¿Invita a mirar el vaso medio lleno?
Eso es. La política es así, siempre hay una distancia entre el dicho y el hecho, entre lo programado y lo que se puede ejecutar, pero considerando que llevamos apenas cinco meses en el gobierno, el balance no puede ser sino muy positivo. Estamos batallando y no me parece que haya ninguna razón para este clima de decepción que menciona.
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