10 Historias de chilenos con Fidel Castro

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Seguidores, detractores, aliados, enemigos, amigos, admiradores con culpa o disidentes. Fidel Castro no fue ajeno para la historia de Chile, y para muchos chilenos, desde gobernantes, escritores, políticos y hombres que de una u otra forma se sumaron al proyecto cubano. Mientras uno fue su némesis, otro fue su principal competidor. A ninguno dejó indiferente, y Castro tampoco se guardó su artillería, verbal o real.




Salvador Allende

En septiembre de 1958, Salvador Allende estuvo a escaso margen de ser elegido Presidente de Chile. Sin embargo, pocos meses después de que el cura de Catapilco, Antonio Zamorano, le aguó el triunfo, se produjo un hecho que marcaría la historia política de Allende. Un grupo de guerrilleros, con Fidel Castro a la cabeza, logró poner fin a la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, el 1 de enero de 1959. Allende, entonces senador, fue el primer político chileno en llegar hasta La Habana. Lo hizo el 20 de enero, gracias a que estaba en Venezuela, para asistir a la toma de posesión del Presidente Rómulo Betancourt. Y desde el primer encuentro que mantuvo con Castro surgieron unas diferencias que para no pocos eran de forma y no de fondo. Eran 18 los años que los separaban, y mientras uno usaba uniforme verde olivo, el otro llevaba traje; mientras uno era el paladín de la lucha armada e insurreccional, el otro era un convencido de los usos democráticos; mientras uno usaba la misma barba de la Sierra Maestra, el otro usaba un bigote bien cuidado.

Pero también mientras uno estaba dispuesto a romper las normas, el otro era un fiel representante de legalismo chileno. Como sea, el discurso de Allende y de la izquierda chilena y continental tomó otro cariz a consecuencia de la instauración de un régimen comunista en La Habana, por lo que la candidatura de Allende en 1958 poco o nada tuvo que ver con la de 1964 y para qué decir de la de 1970. Allende se radicalizó y apoyó tácitamente la lucha armada más allá de las fronteras chilenas. "Te aconsejo que te compres un uniforme de guerrillero en Christian Dior", le habría dicho en tono jocoso y con ironía Castro a Allende en 1967, según la escritora venezolana y entonces esposa de Regis Debray, Elizabeth Burgos. Allende viajó cada año a Cuba, hasta su triunfo de 1970, y volvió una vez más como Presidente, en diciembre de 1972. Castro logró instalar a uno de sus hombres en el seno familiar de los Allende: su hija mayor, Beatriz, se casó con el oficial cubano Luis Fernández Oña. La relación Allende-Castro pareció tensionarse al máximo durante la visita de Fidel a Chile en 1971, cuando se quedó por 24 días y recorrió y crispó el país de norte a sur. Convencido del fracaso de la vía chilena al socialismo, Castro envió mensajes a Allende ofreciéndole ayuda. No sólo eso. También envió armas, como aquella que Allende usó en La Moneda y en su suicidio, esa que llevaba la inscripción "A Salvador, de su compañero de armas, Fidel Castro". Fue Castro quien creó el mito del asesinato de Allende, en el discurso de homenaje póstumo a Allende, el 28 de septiembre de 1973, cuando afirmó que el gobernante fue "acribillado a balazos".

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Augusto Pinochet

Públicamente estuvieron en las antípodas ideológicas, desde el golpe de 1973 y hasta la muerte del general chileno, pero fueron pocas las ocasiones en que se atacaron mutuamente. Se conocieron personalmente en 1971, cuando Augusto Pinochet era jefe de la Guarnición de Santiago y le correspondió actuar en algunos momentos como anfitrión de Fidel Castro, durante la visita de éste a Santiago. Según escribe Pinochet en su libro de memorias Camino Recorrido, evitó en todo momento rendirle honores a Castro, por lo que siempre se encargó de poner a alguien entre él y el entonces primer ministro cubano. "Lo recuerdo como a una persona grandota que hablaba todo el día. No le paraba la lengua. Tenía una capacidad de hablar salvaje, siempre haciendo demagogia", recordó Pinochet a Castro en Diálogos con su historia, de la periodista María Eugenia Oyarzún. Cuando tomó el gobierno, Pinochet puso a Castro como uno de sus máximos enemigos externos. Y en 1986, Castro quiso llevar esa enemistad más allá: dio el visto bueno a una acción programada en La Habana, pero ejecutada por miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), con la que se trataría sin éxito de matar a Pinochet en el Cajón del Maipo.

Pero la Operación Siglo XX, aunque dejó cinco muertos y 11 heridos, no logró su objetivo, ya que Pinochet sobrevivió al atentado. De cualquier forma, años después, y tras conocer del arresto de Pinochet en Londres en octubre de 1998, por orden del juez español Baltasar Garzón, Castro si bien no descalificó moralmente la detención, sí la cuestionó en términos legales.

Además, planteó dudas de que no se juzgara a quienes habían colaborado con Pinochet, y mostró preocupación por las consecuencias políticas que tendría el caso en Chile. "Desde el punto de vista moral, es justo el arresto; desde el punto de vista legal, es cuestionable la acción; y desde el punto de vista político, pienso que va a crear una situación complicada en Chile", dijo. Anteponiéndose a la posibilidad de que a él mismo pudiese sucederle algo similar por las causas interpuestas en tribunales extranjeros, agregó: "No somos cosas iguales. Pertenezco a una estirpe que difícilmente puede ser arrestada no sólo por la moral, sino por la historia de toda mi vida'', declaró pocos días después del arresto de Pinochet en la capital británica, cuando él se encontraba en Mérida, España.

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Max Marambio

"Para mí, Fidel ha sido más que un padre. Mi cariño y lealtad hacia él son infinitos. Justamente por esta relación me han acusado de ser agente cubano y eso me da mucha risa: la verdad es que me siento más que eso", dijo Max Marambio en una entrevista a la revista Qué Pasa, en junio de 2007. Sin embargo, dos años después, el ex escolta de Allende ya no se reiría tanto. Su relación con Cuba dio un giro, se convirtió en un perseguido por los tribunales de la isla, y sus vínculos con Fidel Castro -alejado de las tomas de decisiones- quedaron virtualmente congelados por decisión del nuevo gobernante de la isla: Raúl Castro. Max Marambio, considerado por décadas como el chileno más influyente en Cuba, fue por primera vez a ese país con 17 años, acompañando a su padre, el diputado socialista Joel Marambio, ocasión en la que conoció a Fidel Castro. Allí cursó estudios universitarios y recibió entrenamiento militar y guerrillero. Marambio regresó a Chile y se unió al MIR. Tras el triunfo de Salvador Allende dirigió el grupo de protección del Presidente, el GAP, pero meses después dejó la escolta y renunció al MIR. Al producirse el golpe de Estado, se dirigió a la embajada cubana, donde combatió a las fuerzas militares. Permaneció en ese recinto diplomático hasta julio de 1974, cuando logró un salvoconducto, no sin antes desplegar parte de las armas que habían quedado en la casa. Parte de esa experiencia Marambio la retrató en el libro Las armas de ayer, de 2007.

Regresó a Cuba y se sumó a Tropas Especiales como oficial cubano. A comienzos de los 80 empezó sus incursiones en el mundo de los negocios. Sus vínculos con Castro se estrecharon, al punto de ser uno de los más cercanos amigos extranjeros que tuvo el gobernante. Ya de regreso en Chile, se convirtió en el intermediario imprescindible para todo aquel -político o empresario- que quisiera contactarse con Castro y su gobierno. Y volvió a la política nacional, como generalísimo de la campaña presidencial de Marco Enríquez-Ominami. Sin embargo, tras la derrota de esa candidatura, en diciembre de 2009, el círculo en Cuba se cerró para Marambio y la antipatía de Raúl Castro hacia el chileno tomó forma. Las compañías mixtas que manejaba en la isla fueron intervenidas y el propio Marambio fue acusado, juzgado y condenado en ausencia a 20 años de cárcel por los delitos de cohecho, estafa y falsificación de documentos bancarios o de comercio.

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Andrés Allamand

El político de derecha mantuvo una relación "sentimental" con Cuba y con Fidel Castro, debido a que llevó hasta la isla a uno de sus hijos, con parálisis cerebral después de un accidente ocurrido en 1990 en una piscina, para que recibiera atención médica especializada. En los continuos viajes forjó una estrecha relación con el líder cubano, quien mostró preocupación y cariño por el hijo del ex timonel de RN y ex precandidato presidencial. "Este hombre es valioso", le dijo Castro a sus asesores cuando conoció a Allamand, en 1991. "Será el adversario del futuro", agregó, según La historia oculta de la transición, de Ascanio Cavallo, tras una conversación donde el chileno le argumentó al cubano que o mantenía el elefante blanco de la Revolución hundiéndose con ella, o la convertía en caballitos livianos que pudieran correr hacia el progreso. Según cuenta el propio Allamand en su libro de memorias La travesía del desierto, a petición de Castro, le llevó unas matas de kiwi, para intentar cultivar esa fruta en la isla. Las plantas se las regaló a él Evelyn Matthei de un vivero de su padre, el ex comandante en jefe de la Fach Fernando Matthei. A raíz de esta vinculación no-política, Allamand evitó referirse críticamente a la situación interna de Cuba. En abril de 2013, aseguró a El Semanal, de La Tercera, que "siempre le voy a estar agradecido (a Fidel Castro) por su gesto. El tenía una preocupación especial y directa por mi hijo y su proceso de recuperación. Pero otra cosa es la política. De cómo es Fidel Castro fuera de la vida pública prefiero no hablar".

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Patricio Aylwin

El primer Presidente tras el fin de la dictadura comenzó una trabada y lenta negociación con Fidel Castro y su régimen para restablecer relaciones. Ello, considerando la política del gobierno chileno de entablar vínculos diplomáticos con todos los países con los que Santiago no tenía relaciones políticas. Pero Cuba aparecía como una excepción.

Aylwin y Castro se reunieron más de una vez -en marzo de 1990 y en julio de 1996- para tratar el tema y definir el camino a seguir. Pero había baches que sortear, algunos más burocráticos que otros, como la devolución de un depósito del Estado chileno por US$ 10 millones que fue congelado en La Habana en septiembre de 1973 o la liberación de un chileno -Juan Carlos Prado Araya- que formó parte de las FF.AA. cubanas y que estaba encarcelado bajo la acusación de espionaje. La tercera condición impuesta por el gobierno de Aylwin, la única relevante, era el compromiso y una señal clara de Fidel Castro de que la isla cesaría todo apoyo a los grupos armados, como el FPMR. Ese gesto se produjo en 1991 en una entrevista con TVN (a la periodista Marilú Velasco, hija del entonces subsecretario del Interior, Belisario Velasco, con negocios en Cuba y muy cercano durante décadas del gobernante cubano). Fidel Castro sostuvo que la ayuda de Cuba a los insurgentes chilenos se detuvo "desde el momento en que se produjo el cambio de gobierno en Chile". Sin embargo, la apertura de embajadas en La Habana y Santiago no vio la luz durante el mandato de Aylwin (1990-1994), sino en 1995.

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Gladys Marín

Aunque a la distancia, la dirigenta comunista impresionó a Fidel Castro en junio de 1983, durante una reunión del PC chileno que se realizó en La Habana, y donde se acordó la postura que se adoptaría para impulsar la insurrección contra la dictadura de Pinochet. Ahí estaban los oficiales formados en Cuba, representados por Sergio Galvarino Apablaza; la dirección del partido en Moscú, representada por Volodia Teitelboim, y la cúpula clandestina liderada en Chile por Gladys Marín, representada por Manuel Fernando Contreras, conocido con la chapa de "Ernesto Contreras".

El enviado de Gladys Marín propuso una política militar inserta en un marco que abarcaba toda la colectividad. Al ser informado de las presentaciones de cada una de las facciones concurrentes a La Habana, Fidel Castro habría calificado la propuesta de la entonces dirigenta comunista chilena como "una creación extraordinariamente imaginativa". Castro apoyó el planteamiento de la cúpula clandestina, lo que afianzó el entendimiento entre Fidel y Marín. Una relación que se estableció en 1971, en una práctica de tiro en la que participaba Marín en la capital de la isla, que se extendió con los años y duró hasta la muerte de la dirigenta comunista chilena, en marzo de 2005. Incluso, se le dio trato preferencial en los meses que permaneció en Cuba durante su tratamiento contra el cáncer.

Eduardo Frei Montalva

Al mantener la política hacia Cuba del gobierno de Jorge Alessandri (que apoyó en 1962 la expulsión de la isla de la OEA y que rompió relaciones con La Habana en 1964) y debido a su cercanía con Washington, Fidel Castro acusó a Eduardo Frei Montalva (1964-1970) de ser la "niña mimada del imperialismo". No por nada, ante el triunfo de la revolución cubana, su declaración socialista y su apuesta por apoyar las insurrecciones más allá de sus fronteras, Washington puso la vista en Frei Montalva como uno de los líderes preferidos de EE.UU. para impulsar reformas en democracia.

El propio Castro lo entendió así: "Los imperialistas han querido convertir la llamada 'experiencia chilena' en una experiencia para rivalizar con Cuba. El señor Eduardo Frei fue presentado ante los pueblos de América Latina como ejemplo de lo que llamaban una 'revolución sin sangre", dijo en 1966. "Frei ha demostrado ser no un individuo de mano firme, sino un individuo cobarde, que abusa del poder; Frei ha demostrado ser un mentiroso, ha demostrado ser un politiquero vulgar (...); Frei se desenmascara, demuestra qué tipo de revolución es la que va a hacer, qué tipo de gobierno es el que va a llevar adelante, es decir, no una revolución sin sangre, sino una política de sangre sin revolución". En los 70, la enemistad entre ambos políticos persistió, pese a que Frei ya había dejado la Presidencia. Cuando en noviembre de 1971 Castro visitó Chile, ni el presidente del Senado, Patricio Aylwin; ni el presidente de la Cámara de Diputados, Fernando Sanhueza (DC), asistieron al aeropuerto a recibir al primer ministro cubano. Sí lo hizo el también DC William Thayer, quien recibió una carta del ex Presidente Frei con un tono cargado de ironía: "A pesar (de) que tu presencia en Pudahuel, cuando llegó Castro, me sugirió la idea de cortar relaciones contigo, me veo obligado a escribirte para pedirte un favor, (quiero darte) un abrazo que tiene mucha cara de ahorcamiento".

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Pablo Neruda

Pablo Neruda conoció a Fidel Castro en 1959, en Venezuela. Sin embargo, el desagrado fue mutuo, y con el tiempo la cosa no hizo más que agriarse. Incluso, describió en sus memorias Confieso que he vivido ese primer encuentro: "Fidel no daba la sensación de un hombre grande, sino de un niño grande a quien le hubieran alargado de pronto las piernas sin perder su cara de chiquillo y su escasa barba adolescente". De nada sirvió que un año después el poeta publicara el libro Canción de gesta, dedicado a la revolución cubana, y que el cuarto poema del tomo estuviese inspirado en su líder ("Y así surgió Fidel cortando sombras para que amanecieran los jazmines"). Para Castro, Neruda no era el prototipo del intelectual revolucionario que deseaba. Eso, sin contar que el poeta era un comunista fiel a los designios de Moscú. Ese mismo año, Neruda viajó a la isla y la recorrió durante un mes. Pero el quiebre comenzó con el enojo de Fidel cuando se enteró que Neruda había cobrado sus derechos de autor por la edición cubana de Canción de gesta. De hecho, el libro nunca más volvería a reeditarse en la isla. Y en julio de 1966 apareció la declaración de guerra. Con la excusa del viaje de Neruda a EE.UU., invitado a un congreso literario del Pen Club en Nueva York, un centenar de escritores cubanos, encabezados por Nicolás Guillén y Alejo Carpentier, publicaron una carta abierta cuestionando a Neruda por su viaje en plena guerra de Vietnam y lo acusaron de "debilidad revolucionaria". Neruda, abrumado y dolido, tildó de "infamia" esa carta y nunca más volvería a Cuba. El poeta quedó tan resentido, que habría dicho que sólo podría recomponer relaciones con la isla con unas disculpas públicas de por medio. En 1968 el poeta escribió un nuevo prólogo para una nueva edición uruguaya de Canción de gesta, donde destaca la validez de su obra y su defensa de la revolución cubana "a pesar de sus Caínes literarios".

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Jorge Edwards

Después del rompimiento de las relaciones en 1964, Edwards se convirtió en el primer representante diplomático de Chile en Cuba, tras la asunción de Allende. Como encargado de negocios -mientras se definía el nombre del embaja- dor-, el escritor y diplomático no tuvo un feliz paso por La Habana, lo cual reflejó en el libro Persona non grata. Llegó a la capital cubana en diciembre de 1970. Sin embargo, fue incapaz de dejar a un lado sus afanes literarios y en vez de preocuparse por el estrechamiento de las relaciones, se vinculó a algunos ambientes literarios disidentes o que ya habían comenzando a mantener relaciones de tensión con el gobierno castrista. Edwards tomó contacto con un escritor local: Heberto Padilla. En ese contexto se produjo la detención de Padilla (el 20 de marzo de 1971) y la llamada autocrítica (27 de abril de 1971) con la que un buen número de intelectuales europeos y latinoamericanos rompieron con Cuba.

Tres meses después de su llegada y algunos roces directos con Fidel Castro, Edwards fue "invitado" a dejar la isla. El último de esos duelos verbales ocurrió la noche del 21 al 22 de marzo de 1971, horas antes partir de La Habana. Ahí, Edwards le reconoce a Castro -según la versión del chileno- que "es probable que haya actuado más como escritor que como diplomático" y "reconozco que en Cuba he sido un mal diplomático", pero sostiene que su presencia en Cuba "ha sido simbólica", porque "las verdaderas relaciones entre Cuba y Chile se han llevado en Santiago". Protegido por Pablo Neruda y por el canciller Clodomiro Almeyda, Edwards logró mantenerse en el servicio diplomático. Fue destinado a París, donde Neruda era embajador. En diciembre de 1973, en Barcelona, publicó Persona non grata, con lo cual fue criticado por la izquierda y por la derecha chilenas. Julio Cortázar rompió con él, pero Mario Vargas Llosa y Octavio Paz se pusieron del lado de Edwards.

Juan Gutiérrez Fischman, "El Chele"

Debe ser el único chileno que forma o formó parte de la familia Castro. El hijo de los arquitectos comunistas Betty Fischman, chilena, y Lisímaco Gutiérrez, boliviano -quien era decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Andrés y que murió cuando trataba de cruzar hacia Chile, en 1971, cuando era perseguido por la dictadura de Banzer-, estuvo casado con una de las hijas del actual Presidente de Cuba, Raúl Castro, Mariela, con quien tuvo una hija, Gabriela. Gutiérrez Fischman, apodado "El Chele" (porque de niño su piel era tan blanca como la leche), vivió algunos de sus primeros años de vida en Cuba, cuando sus padres decidieron ir a trabajar con la Revolución Cubana. A fines de los 60 se mudaron a Bolivia y de ahí la madre regresó a Chile con sus hijos, pero tras el golpe de 1973 partieron al exilio.

De vuelta en Cuba, "El Chele" terminó sus estudios y siguió la carrera militar e incluso fue enviado a la Nicaragua sandinista. A su regreso a la isla, se casó con Mariela Castro, actualmente directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, y se integró al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, viajó a Chile y participó en la lucha clandestina del grupo. Pese al regreso a la democracia, se mantuvo activo en el llamado Frente Autónomo, y habría sido -según los procesamientos de la justicia chilena- uno de los autores intelectuales del asesinato del senador de la UDI Jaime Guzmán, cometido en 1991. Sin embargo, en 2009, la Corte Suprema dejó sin efecto la orden de detención que existía en su contra, al considerar que no hay "sospecha ni antecedente" como "autor, cómplice o encubridor" del crimen. Pese a que se separó de Mariela Castro alrededor de 1990, "El Chele" "siempre mantendrá una situación especial en Cuba, supongo que de por vida, porque hay una niña de por medio. Es decir, no puedes echar tan fácilmente al padre de tu nieta por la borda", aseguró a este diario Alcibíades Hidalgo, quien fuera jefe de despacho político de Raúl Castro.

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