VIDEO: 30 mil galopes a la meta

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Santiago se vistió de verde desde temprano. El metro, con poca frecuencia para la magnitud del evento, dejaba en claro que la mañana de domingo sería distinta. Corredores expertos y otros que presumían de serlo compartieron desde la Alameda y pasaron por ocho comunas en los casos más osados. Eso sí, el público no le prestó mayor atención al evento.




"Mi amor, ya vamos a partir". En plena Alameda, una madre de unos 30 años le habla a su guagua adentro del coche. A su lado, una pareja disfrazada de futuros marido y mujer llama la atención de un grupo de runners brasileños, que, asombrados, no entienden cuando el animador llama a gritar un ceacheí.

Desde las siete de la mañana que comenzó este panorama, hora en la que el metro de Santiago empezó a funcionar. Todas las líneas están colapsadas por gente con tenidas deportivas. Personas con ropa de calle, casi nada. Familias completas, parejas, grupos de amigos y uno que otro solitario tienen que dejar pasar vagones llenos y esperar a que aparezca uno que tenga algún mínimo espacio. Forman parte de 30 mil corredores. Una vez que consiguen empezar el trayecto a La Moneda, empiezan los planes. "Cuando lleguen a la meta nos juntamos en el escenario de premiación", le ordena un padre participante a sus tres hijos. Hasta que llegan a la partida.

Víctor Toro (78) se da vueltas. No encuentra a un pupilo y no le queda otra que resignarse a correr una de sus últimas corridas en solitario. "Fíjense lo bien que voy a llegar a la meta", remata y se larga.

Cuando se da el inicio a los 21k es casi imposible avanzar. La prueba más masiva tuvo un inicio lento producto del poco espacio en la Alameda. Recién en Avenida España hay más respiro, y en el Parque O'Higgins varios tipos que se excedieron en la hidratación se instalan a orinar. "La ventaja de ser hombre", lanzó una corredora a su compañera.

En Avenida España la gente ya empieza a recibir apoyo. "Esperaron cuatro meses por esto, déjenlo todo" decía un cartel. Por Manuel Rodríguez, gente en pijama enarbola sus banderas chilenas. Los corredores agradecen, aunque con un tono de voz cada vez más tenue producto del cansancio. Y el apoyo fue desapareciendo de a poco. En Matta, Grecia, Pocuro y Eliodoro Yáñez, la gente mira un rato, grita para apoyar y se va. Recién en Avenida Providencia el aliento es más notorio, principalmente, con familiares que esperan con carteles a sus corredores predilectos.

En los puntos de refresco, la suciedad ya llega a ser inmundicia. Los corredores toman rápido y botan sus vasos. Afuera del Estadio Nacional es cualquier cosa, y empiezan a caer los primeros valientes que no pudieron seguir.

Los que se mantuvieron en la pelea contra el cansancio, por otra parte, no ocultaban su emoción en la meta. A tal punto que se abrazaban entre desconocidos. "¡Muy bien, amigo!", le decía saltando un competidor a otro. Después se fotografiaron y cada uno siguió su camino.

Una participante argentina llega exhausta y vomita. No la alcanzan a asistir y está levantando los brazos. "¡Vamos!", grita eufórica.

Otros, con la premiación ya a punto de empezar, llegan a la meta y no les importa estar entre los colistas. Las familias se abrazan, las parejas se besan. Las fotos con caras sonrientes son muchas. Aunque Joaquín Muñoz (13) no estaba conforme. Se inscribió con los datos de su abuelo y cruzó la meta en 41'53: "Sería bueno que se abriera oficialmente para los niños. Hoy hice un gran tiempo, pero quedo un poco triste porque no voy a poder recibir premio en mi categoría". El resto, que sí estaba en regla, no paraba con la selfie de rigor o con el recuerdo de grupo.

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