Alemania: El viaje hacia el vals que los tiene en la final

El superlativo fútbol que culminó en la goleada del lunes no es fruto de la casualidad; empezó a construirse en 2000. Fiel a la idiosincrasia alemana, el trayecto del físico a la fantasía también estuvo marcado por un trabajo mecanizado.




Como marca su historia, Alemania siempre supo levantarse, sin importar la dureza del golpe. Y en el fútbol no fue la excepción. Tuvieron que sucederse una serie de fracasos hasta no hace muchos años para darse cuenta de que debían realizar una cambio profundo, ideológico y estructural, para recuperar la supremacía que gozaron a lo largo de varias décadas en el siglo pasado.

El click se produjo específicamente en el 2000. Allí, Alemania vivió con estupor una de las peores participación de su selección en una competencia internacional. En la Eurocopa que se llevó a cabo en Holanda y Bélgica, el combinado germano, que defendía el título obtenido cuatro años antes en Inglaterra, con su habitual estilo mecanizado y de potencia física, acabaría sin victorias, con un solo gol a favor y un rápido viaje de regreso a casa.

Pudo ser tomado como una caída circunstancial. Algo pasajero, atípico para su rica historia. Pero los avisos recibidos ante Bulgaria y Croacia en los mundiales de 1994 y 1998, respectivamente, ya eran señal de alerta. Ahora, en la Eurocopa, simplemente se confirmaba la decadencia.

La eliminación remeció los cimientos del fútbol alemán. Quedaban seis años para la Copa del Mundo que debían organizar y nadie podría resistir una caída tan dura. El fútbol pasó a convertirse en un tema de estado para el gobierno local. A partir de ahí, la Deutscher Fussball-Bund, o DFB, estaría en el ojo de todos para llevar a cabo una revolución sin límites.

Cerca de mil millones de dólares fueron destinados a diversos programas deportivos. La búsqueda de talentos, alejados del habitual biotipo del futbolista germano, más parecido a un atleta, fue el principal foco.  La Bundesliga, democrática en su manejo económico, se vio beneficiada enormemente, al punto de que hoy le discute la supremacía a los tres mercados que por años dominaron la escena europea, como son España, Italia e Inglaterra.

Pero hubo otros puntos tanto o más importantes que atacaron el programa: el perfeccionamiento de los técnicos y la construcción de centros de entrenamiento donde desarrollar de mejor manera el trabajo. Nada quedó al azar en esta refundación, que incluso los obligó a buscar más allá de sus fronteras el talento que escaseaba en casa.

Aunque el subcampeonato de 2002 en Corea y Japón, y el tercer lugar en el Mundial organizado en casa, pusieron nuevamente a Alemania en la parte alta del fútbol, no fue hasta 2009 en que se comenzaron a ver los primeros frutos de la revolución iniciada a principios de siglo. En Suecia, en la Eurocopa Sub 21, la selección germana le pasaba la aplanadora en la final a Inglaterra, goleándola por 4-0.

De aquel equipo, seis fueron titulares el martes ante Brasil en el Mineirao. Joachim Löw, por ese entonces ya técnico de la selección absoluta, los fue incorporando de a poco, sin apurar el proceso de maduración de una generación que pedía pista de inmediato. Al grupo de Neuer, Özil, Boateng, Hummels, Khedira y Höwedes, los héroes en Suecia, se les sumaron Thomas Müller y Toni Kroos, dos futbolistas excepcionales. Todos ellos resguardados de gran manera por los tres mariscales de esta nueva Alemania: Lahm, Schweinsteiger y Klose.

Pase lo que pase el domingo en Río de Janeiro frente a Argentina, no hay duda de que los mejores años están por venir para Alemania. Los clubes, en especial Bayern Munich y Borussia Dortmund, ya consolidaron su dominio continental. Ahora resta saber si la selección se adueña de la escena mundial. La hegemonía germana ya está en marcha.

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