Amatrice no se levanta tras terremoto
El turístico pueblo italiano sufrió un terrible terremoto hace dos meses. Su alcalde cuenta a La Tercera que los habitantes de Amatrice luchan ahora contra el olvido, mientras enfrenta críticas por la lenta reconstrucción.
"Yo era entrenador. Me he tomado este terrible suceso como un partido. Mi equipo está formado ahora por voluntarios, policías, militares, bomberos y vecinos. Y obviamente quiero ganar". Con estas palabras se sinceró con La Tercera el alcalde de Amatrice, Sergio Pirozzi. Se sentó con aparente tranquilidad en su despacho, mientras consumía velozmente un cigarrillo y miraba con ojos profundos y soñadores. Para él, la madrugada del 23 al 24 de agosto cambió su vida. Para él y para los 4.639 habitantes de Amatrice, Accumoli y Arquata del Tronto, los otros pueblos afectados por el terremoto.
El poderoso sismo pasó como una exhalación por entre las históricas y turísticas calles del pueblo amatriciano, dejando un rastro inolvidable para todos sus habitantes. El reloj de la Iglesia de San Francisco marcaba las 3:36. El movimiento telúrico fue duradero, agudo y el ruido de centenares de casas derrumbándose fue insoportable. "Me despertó al instante y no tuve más remedio que salir a la calle. Justo entonces vi que la calle que daba a mi portal ya no existía. Estaba en medio de los restos y de una inmensa nube de polvo", explica el alcalde, que no dudó en avisar rápidamente a la televisión y a las radios para dar aviso de alerta. En ese momento, empezó todo. Las 24 horas más largas en la vida de sus vecinos, y de los 71 pueblos (o frazioni, en italiano) que pertenecen a Amatrice, y que están dificultando las tareas de salvamento y posterior reconstrucción.
Para los vecinos, lo más importante en el momento justo del terremoto fue saber de sus familiares y amigos, y posteriormente, de sus negocios. En los diversos rincones de los restos y escombros controlados ahora por los militares, se escuchan las diferentes historias de aquellos que, para salvar la vida de los suyos, hicieron acciones de heroísmo. Algunos no lograron escapar. Otros, que sí consiguieron salvar su vida, no pudieron hacer lo mismo con la empresa que llevaban años viendo crecer.
"Después de 48 años he visto como mi restaurante se partió en diversos pedazos", explica Luigi Bucci, propietario de Il Castagneto di Amatrice, uno de los restaurantes más conocidos antes del desastre. "Estaba en mi cama, a 200 metros de él, y pude salvar mi vida porqué fui afortunado, mi casa aguantó el terremoto. Pero dentro de mi creció un mal augurio: el restaurante no lo habrá soportado, me dije" explica Luigi, que se para día tras días delante de los restos (todavía bien visibles) de su restaurante, que ante todo, aguantó el 70% de su estructura, no siendo suficiente para arreglarlo, según él. El gobierno ayudará con un 30% del costo total para su reconstrucción, pero el resto lo pagará él, como tantos y tantos otros que tenían desde una parada en el mercado municipal, hasta tiendas de recuerdos, todas sepultadas en un centro que ha desaparecido por completo.
Hasta 4.000 personas recibieron asistencia tras el terremoto, ya que muchos turistas dormían en el pueblo aquella noche de verano. Tras la tragedia, 1.130 personas se alojaron en el Campo Lacial, un campamento organizado por la región del Lacio (de la que Roma es capital) y que acogió, sobretodo, a los habitantes del centro del pueblo. Se rescataron un total de 240 personas de entre los escombros.
"Muchos bomberos y voluntarios pasaron dos días enteros sin dormir. Pude ver con mis propios ojos como algunos de ellos sucumbían al cansancio en plena misión", explica Luigi, que a pesar del drama personal, quiso ayudar a la evacuación de sus vecinos.
Dos meses después, la situación es de una intranquila calma. Casi todas las operaciones de rescate han terminado, aunque, según vecinos de los pueblos adheridos a Amatrice, todavía quedan casas lejanas al centro por desenterrar, quien sabe, si algún cuerpo.
"Es imposible que hayan llegado a los 71 pueblos de Amatrice. Algunas están muy lejos y no han querido tocar nada. Tengo vecinos asustados porque no saben nada de otros vecinos", explica Claude Defossez, habitante del pueblo de San Capone y belga de nacimiento. "Todavía queda mucho trabajo antes de la reconstrucción. ¿Cómo enfrentar el abastecimiento si todavía no hay mercado, ni tiendas para comprar, en kilómetros?", cuenta.
Para el alcalde, la situación no es exactamente así. "Los voluntarios y la protección civil seguirán trabajando. No dejaremos a ningún vecino sin comida. Para mi es lo más importante de todo", sostiene.
En Saletta, una de los pueblos más golpeados, 30 de sus 60 habitantes murieron. El resto, todavía no ha podido tocar nada de sus casas. Muchos de ellos, se sientan delante a esperar, a esperar, quizás, un futuro que no existirá para ellos, pero que necesitan que exista para sus hijos. "Vivir lejos del gran centro es una elección de vida. La montaña te da y también te quita. Pero contra esto solo podemos estar unidos", comenta Claude, que vio cómo su casa aguantaba porque fue construida con materiales nuevos. Las más antiguas, de al menos 40 años, simplemente no soportaron el terremoto.
Desde el primer ministro, Mateo Renzi (que ha venido una vez cada dos semanas) hasta el Papa Francisco recientemente, los equipos de fútbol de la Roma y la Lazio, arquitectos de todo el mundo, cocineros y cantantes, han visitado Amatrice para aportar su grano de arena. ¿Será suficiente para un futuro luminoso para ellos? Siete años antes, un terremoto semejante golpeó L'Aquila, capital de los Abruzos. Allí todo fue relativamente rápido, pero esa era una gran ciudad. En este caso, Amatrice no solo puede vivir de solidaridad, debe hacerlo de realidad, dicen los vecinos. Y de momento, la única realidad es aquella que los vecinos intentan crear con sus ayudas voluntarias y desinteresadas.
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