Análisis: Termina la misión de la OTAN en Afganistán, pero la guerra continúa
La OTAN termina después de 13 años su misión de combate en Afganistán, sin que haya seguridad en la zona. Pese a ello, las tropas internacionales sienten su deber cumplido, mientras que las voces críticas aseguran que el país queda sumido en un infierno.
Es la tarde del 10 de diciembre en la provincia oriental de Parwan, tres semanas antes de que la OTAN termine oficialmente su misión de combate en el Hindukush. Cinco hombres jóvenes se reúnen en un jardín junto a una mezquita para estudiar para las pruebas de acceso a la universidad. La muerte les llega como salida de la nada.
Un dron de las tropas extranjeras disparó un misil que según las autoridades afganas iba dirigido contra un comandante talibán. De su hijo "ya sólo quedaron trozos de carne", se lamenta Khan Agha, de 46 años.
La opinión de Agha sobre las tropas extranjeras es igual de terminante. "Cuando hacen estas cosas los odiamos. ¿Por qué matan a inocentes?". Para este padre destrozado da igual en este momento que la mayoría de los civiles afganos mueran a manos de los talibanes.
La muerte de civiles es lo que más se crítica de la operación de la ISAF, la tropa comandada por la OTAN, que acaba a finales de año. Cuando los soldados invadieron el país a finales de 2001 nadie habría pensado que permanecerían durante 13 años, y que al final habría que lamentar casi 3.500 muertos de más de una veintena de países.
Si la misión fue un éxito o no, depende de a quién se pregunte. El vicecomandante de la ISAF, Carsten Jacobson, cree que sí. "El objetivo era permitir la formación del gobierno afgano, garantizar la protección de ese gobierno y la creación de unas fuerzas de seguridad afganas. Luego entregarles la responsabilidad, reducir la misión y retirarla. Esa tarea de la Isaf se cumplió al cien por cien", señaló a dpa el teniente general del Ejército alemán.
La Isaf permitió asimismo el primer traspaso pacífico del poder entre dos gobiernos elegidos en las urnas, añade Jacobson.
Y se lograron también más cosas. Afganistán sigue siendo un país extremadamente pobre, pero, a diferencia de con los talibanes y gracias al compromiso internacional, al menos no anclado en la Edad de Piedra. Unos diez millones de niños van a la escuela y la atención médica y la infraestructura en general mejoraron claramente.
Pero la lista de problemas sigue siendo igual de larga. Afganistán sigue siendo el mayor productor de droga del mundo y uno de los países más corruptos. Y ante todo, la Isaf -que lleva la palabra "Seguridad" como parte del nombre- fue incapaz de crear seguridad.
Graeme Smith, del International Crisis Group (ICG) de Kabul, cree que "comparada con la situación de seguridad de cuando empezó la Isaf, hoy Afganistán es un infierno". Jacobson admite que "Afganistán sigue siendo un país que vive una guerra".
Y la violencia va en aumento. En los primeros 11 meses del año la ONU registró el mayor número de víctimas civiles que nunca: un total de 3.188 muertos y 6.429 heridos. El 75 por ciento de las muertes se debieron a los talibanes, en tanto que la Isaf se atribuye en su propio informe menos de un uno por ciento.
Hasta mediados de noviembre murieron además más de 6.000 miembros de las fuerzas armadas afganas, según el Ministerio del Interior, tras los 4.300 que habían perecido en 2013. "Las cifras son muy altas", afirma Jacobson. "Hay que reducir esas cifras. Y esa será una parte esencial del apoyo, asesoramiento y trabajo que tendremos que hacer ahora".
Se refiere a la misión que comienza el 1 de enero, llamada "Resolute Support" (Apoyo Decidido), de la que Jacobson también será vicecomandante.
Sus objetivos son formar y asesorar a las fuerzas de seguridad afganas, pero ya no se implicará en operaciones de combate. Con unos 12.000 soldados, la inmensa mayoría estadounidenses -y algo menos de 500 españoles-, será mucho menor que la Isaf, que llegó a tener en su momento de mayor despliegue más de diez veces esa cifra.
De acuerdo con los planes actuales, los soldados de "Resolute Support" estarán sólo un año desplegados y luego se retirarán a Kabul. Después, tras otro año, la operación se dará por terminada. Pero ya antes de que comience la misión se multiplican las dudas acerca de si será posible cumplir con los plazos.
Muchos afganos consideran que la retirada se hace demasiado pronto, entre ellos el gobernador en funciones de la provincia de Kunduz, Hamdullah Daneshi, donde los talibanes se encuentran actualmente en ofensiva. "Creo que es demasiado apresurado. Seguimos necesitando su ayuda".
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