Así son las otras "Gloria"
Rondan los 60 años y fueron educadas para casarse, criar hijos y quedarse en la casa. Pero las cosas fueron diferentes. Se separaron, enviudaron o, simplemente, no encontraron pareja. Rompieron con la tradición y salieron a trabajar. Ahora disfrutan de una independencia que no están dispuestas a transar sólo para estar acompañadas. Tal como la historia que protagoniza Paulina García.
-"Gloria tiene clara la edad que tiene. No está intentando ser menor. Aunque está sola y tiene conciencia de esa soledad, no es víctima de ella" (Paulina García, actriz y protagonista de la película Gloria).
-"Yo quedé viuda hace un año y medio y no me ha costado insertarme. Viajo, voy al gimnasio, hago equitación, juego póker y soy amiga de mis nietos. Siempre fui así" (Loreto, viuda, 60 años).
-"Me miro al espejo, veo la edad que tengo y no me siento una vieja decrépita. Siento que aún estoy activa en todos los aspectos" (Marta Acuña, separada, 53 años).
-"Yo tengo 63 años y no tengo drama de salir a pololear hoy en la noche. Y si hay uno veinte años menor, mejor todavía" (Cecilia, separada, 63 años).
-"La autonomía a esta edad me permite darme el lujo de hacer lo que quiera y estar con quién quiera" (Maritza, viuda, 61 años).
Así son, piensan y actúan las mujeres que comparten historia con Gloria, el personaje protagónico de la película chilena del momento, que ya ha sido vista por 32 mil espectadores a pocos días de su estreno.
Son las que están por llegar o ya están en los 60 y se sienten muy lejos de la tercera edad, esa clasificación médico-social que va perdiendo sentido y que, justamente, comienza a los 60. Son divorciadas, separadas, viudas y solteras que crecieron escuchando las ideas sobre la emancipación femenina, pero que, al mismo tiempo, fueron las últimas en ser educadas por madres que les recalcaron la importancia de quedarse en la casa y criar.
Y son, también, las que marcan la diferencia con las divorciadas, separadas, viudas y solteras de hace tres décadas. Cuando no tener pareja era sentencia no escrita de quedarse en la casa, a cuidar a los nietos o a los padres.
Sus historias, en esos términos, decantaron distinto a lo previsto. A muchas les tocó en plena época de cambiar pañales y de ayudar a hacer las tareas a sus hijos, asumir el rol de proveedor y cuidador, con todos los costos que eso significaba para la época.
Por eso, terminaron siendo la punta del iceberg de varias transformaciones sociales. Por ellas se hizo cada vez más normal hablar de familias monoparentales con jefatura femenina. Pero también, su estilo de vida llevó a hablar masivamente de la mujer multitarea, esa que intentaba ser padre y madre y, a la vez, trabajar y desarrollarse profesionalmente.
Y ahora, que ya pasaron el tema de la crianza, han vuelto a resignificar su rol, en pleno camino a la tercera edad.
Sin dejar de lado la preocupación por sus hijos y nietos, no están dispuestas a hacer lo que sus madres hicieron cuando tenían 60 años. No quieren ser sólo abuelas ni sentarse en la mecedora a tejer chalecos. Están enfocadas en guiar sus vidas hacia donde quieren. Seguir trabajando, buscar nuevos pasatiempos, descubrir otros intereses, viajar con amigas y conocer hombres (están abiertas a una relación, pero más bien puertas afuera), pero sobre todo, quieren buscar proyectos para más adelante. Y, claro, sin perder la autonomía que ganaron. Porque saben que la expectativa de vida en Chile aumentó, que les queda harto por vivir, pero también porque se sienten más activas y jóvenes que la edad que tienen.
En definitiva, la historia del personaje de Gloria, esta mujer de 58 años, divorciada y con hijos mayores, encarna en la ficción la vida real de Marta, de Cecilia, de Maritza y del 36% de las mujeres en Chile, entre 55 a 60 años, que están viudas, separadas, solteras, divorciadas o anuladas (Casen 2011).
"Gloria no está sufriendo. No está en un momento de crisis coyuntural de 'qué va a ser de mí ahora que tengo 60'. La soledad no la vuelve triste. Es un dato a la causa, igual que su edad", dice Paulina García.
Con nombre propio
Swofties. Así llaman en el mundo anglosajón a las mujeres solteras sobre 50 años. Y sus referentes pueden ser desde Susan Sarandon hasta el personaje de Gloria. En Gran Bretaña son más de 600 mil. En Chile son más de 426 mil las mujeres, entre 50 a 60 años, que no están casadas ni conviven (Casen 2011). Ellas van en aumento a nivel mundial. Porque la expectativa de vida ha crecido, siendo ellas las más favorecidas (en Chile la expectativa de vida para las mujeres es 82 años y 73 para ellos). Pero también porque es más común que, incluso a los 50 años, decidan separarse. A modo de ejemplo, en 2010, hubo 117 sentencias relativas a divorcio en mujeres de 55 a 59 años. El 72% correspondía a matrimonios que habían durado más de 15 años.
Y si swofty comenzó a usarse es porque el término "cincuentona" quedó obsoleto. Al menos la mirada peyorativa, que hablaba de mujeres mayores y sin mucho qué hacer.
Para ellas esta mirada es la más lejana a cómo, en realidad, se sienten. Más del 40% de las mujeres en Reino Unido sobre 50 años se siente 10 años más joven. En Chile, las mujeres se sienten ocho años más jóvenes (Encuesta U. Mayor). Como Cecilia, que tiene 63 y se cree de 53. Cada vez que en el supermercado le dicen que respete la fila de la tercera edad, ella muestra triunfante su fecha de nacimiento. "Me hace tan bien a la autoestima. Le he sacado partido a estos 63. Los 60 de ahora son muy distintos a los que vivió mi mamá. A mi edad, ella era una vieja. Nunca trabajó. Pero nosotras somos independientes, autosuficientes, emprendedoras... estamos activas en todo", dice esta empresaria.
Si hay algo que le pesó a estas mujeres fue el crecer pensando que iban a llegar a la tercera edad tal como sus madres: en sus casas, enfocadas a sus nietos y, con suerte, con una jubilación. Sin embargo, están lejos de eso.
Sus vidas fueron bastante distintas a como les dijeron que sería. En ese contexto se entiende por qué el 93% declara que ha roto con tradiciones y costumbres que sus madres le habían pasado. Y, por el contrario, se sienten más alineadas con sus hijas, según una encuesta realizada por la marca Playtex a mujeres mayores de 50 en Reino Unido.
Y las muestras de eso van desde los cambios sociales hasta temas como la moda.
Marcas de ropa en Chile como Umbrale y Mango se han dado cuenta de este cambio. Las mujeres sobre 50 no quieren vestirse como lo hacían sus madres, con blusones, traje dos piezas y collar de perlas. Prefieren el diseño, los jeans y la originalidad. En Umbrale, por ejemplo, crearon una línea de ropa destinada a mujeres sobre 40. "Tiene otros cortes, en lugar de pantalones a la cadera, a la cintura. A las de 50 años les gusta verse bien y se sienten jóvenes. En el mercado no hay tantas marcas con diseño y que sean casuales. No les gusta el clásico de dos piezas", dice Francisca Abbott, jefa de Marketing de Umbrale.
Beatriz Cid, socióloga de la U. de Concepción, explica que si ellas se reconocen más con sus hijas que con sus madres es porque ellas mismas fueron las que impulsaron el cambio del rol femenino.
Uno de esos planos es en el ámbito laboral y profesional. "Si la generación de los 30 o 40 no tuvo dudas de que iba a entrar a la universidad es porque la generación de las mujeres que bordea los 60, sus madres, dio la pelea. La pelea por los derechos económicos, por acceso a la educación de las mujeres y por los puestos altos", dice y explica que son parte de una generación sacrificada que tuvo que insertarse en el mundo laboral.
De hecho, cuando ellas tenían alrededor de 30 años, sólo 13% de las mujeres entre 25 y 54 años cursaba educación superior. Hoy superan a los hombres (52%). Y en cuanto al trabajo, hasta 1980 la participación laboral femenina no superaba el 37%. En la actualidad es de 47,5% (el 64% de las mujeres entre 50 y 54 años en Chile y el 52% entre las que tienen 55 a 60 años están ocupadas, según Casen).
Muchas lo hacen para mantenerse, otras por desarrollo profesional y el propio. Sin embargo, no fue tan fácil. No sólo porque ingresaron a un entorno masculino, sino también por lo que les habían enseñado.
"Somos como la generación del eslabón perdido. Por un lado, las mamás nos decían que estudiáramos, pero no como carrera o para aportar dinero, era por si "tocaba mal marido". Y siempre que pudiera ser compatible con el matrimonio. Pero, por otro lado, fue una época de cambio al que nos teníamos que adaptar", dice Maritza.
Estas mujeres sobre 50 son hijas de las primeras mujeres que hicieron uso de su derecho a voto (1948) y de las que ingresaron a la universidad cuando era sólo cosa de hombres. Ellas crecieron escuchando al movimiento hippie y su revolución de las flores y tuvieron acceso a la píldora anticonceptiva que empezó a comercializarse en 1962.
Sin embargo, los cambios fueron lentos. Sus madres nunca dejaron de reforzarles la idea de la familia ideal y la sociedad las esperaba con un modelo a seguir. "Mi papá tuvo que dar el permiso para casarme a los 20. Si no tenías un pololo a los 18 años era hasta casi mal visto", comenta Loreto.
Pese a eso, también fueron las primeras en comenzar a separarse cuando el matrimonio no resultó (en 1982 las mujeres separadas o anuladas llegaba al 3,6%; en la actualidad, las separadas, anuladas y divorciadas entre 55 a 60 años representan el 13%).
Para Claudia Dides, directora del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública de la U. Central, ser pioneras de forma masiva en el trabajo y en la separación creó un estilo marcado por la autonomía. "Ellas pertenecen a una generación que se empoderó, porque pudo tomar sus propias decisiones. Es la primera generación femenina en Chile que lo hace", explica. Y agrega que es la primera generación, también, que se sintió y se siente liberada y autónoma. Menos que sus hijas, pero más que sus madres.
Ni tan solas
Loreto hace equitación todos los días. Tres veces por semana va al gimnasio. Y una vez a la semana juega póker. Todos los años viaja a algún nuevo lugar y una vez al mes se junta con amigas de distintos grupos. Y también se da un tiempo para pasear con alguno de sus cinco nietos. "Me gusta mi independencia. Eso de poder hacer lo que quiero cuando quiero. Si encuentro una persona que me acomode y pueda acompañarme, está bien; si no, está bien también", dice.
Ella enviudó hace más de un año y fue su declarada e histórica independencia la que la ayudó a adaptarse fácilmente a la viudez. Esa, dicen los especialistas, es una de sus características: disfrutan de la independencia de estar sin pareja ni hijos que cuidar.
"Hay una resignificación del concepto de la soledad. Antes la mujer viuda o separada no tenía nada que hacer. Hoy la soledad no está relacionada a un rol tradicional que tiene que ver con la reproducción o la crianza o ser esposa", dice Dides. Javier Romero, director de la Escuela de Sicología de la U. Central, explica que para ellas, a diferencia de antes, ser mujer no pasa por ser esposa y mamá: "Puede ser una mujer exitosa y soltera que lo hace bien en su trabajo y eso le da sustento a su identidad. Antes se le asignaba el lugar de mujer, de madre, hoy eso no está tan claro".
Aunque eso no significa que dejen de ser madres y abuelas, lo que sí, hay prioridades. Y a esta edad, cuando ya no están criando, su prioridad son ellas mismas. "Yo salgo con mis nietos, los llevo a viajes, pero si me llaman y tengo póker, les digo que no. Eso está claro: mis espacios son mis espacios", dice Loreto.
Para ellas, este es el momento para darse lujos y hacer cosas nuevas, sin explicaciones a segundos ni terceros. Y uno de los mayores lujos son los viajes. Marcela Ventura, gerente de Marketing de Cocha, cuenta que en los últimos 10 años se ha instalado la tendencia de mujeres sobre 55 que viajan en grupo de amigas o mamás e hijas: "Armamos viajes pensando en ellas. Les gusta ir de shopping a Miami, Buenos Aires o Panamá. A spa en Uruguay o Francia, que tienen hoteles dedicados a esto, paseos gastronómicos a Italia o Mendoza".
Andrés Sainte Marie, gerente comercial Viajes Falabella, cuenta que gastan más que las mujeres de 30, que buscan buenos hoteles y los mejores servicios. "El poder adquisitivo es bueno. Muchas se acogen a sistemas de acumular puntos o millas para viajar. Eso quiere decir que son mujeres que habitualmente están comprando en las grandes tiendas".
En esos términos, el 42% de las mujeres entre 55 a 60 años frecuentemente sale a vitrinear y comprar. Y 31% dice que es recurrente viajar fuera de la ciudad. Además, el 18% va al gimnasio y el 9% a conciertos (Chile 3D 2013).
Carlos Lara, de la productora Swing que trajo a Paul Anka y Ana Gabriel, dice que la cantidad de mujeres de esta edad que van solas o con amigas a conciertos ha aumentado alrededor de 20%. "Es un grupo que se salió de la relación directa de ir con las parejas o esperar que fueran invitadas. Van ellas con amigas de forma independiente. De hecho, ha aumentado el ticket por unidad", comenta.
Y por otro lado, ser dueñas de sus vidas les permite buscar nuevos proyectos.
Patricia Alanis, directora general de U3E, de la U. Mayor, comenta que en ese centro de estudios universitarios para mayores, el promedio de alumnas tiene 57 años: "Son mujeres que se están preparando para enfrentar lo que viene, a pesar de que están trabajando. Quieren ver si con estos cursos pueden realizar un nuevo emprendimiento sin jefes ni horarios. No le tienen miedo al riesgo".
No es extraño. Según un estudio de la U. de Oregon, el deseo de correr riesgos y competir llega a su máximo nivel después de los 50.
¿Y la pareja?
Dicen que lo más complicado de estar sin pareja no es en el día a día. Es en las celebraciones, sobre todo en los cumpleaños. Las viudas se llevan la mejor parte las separadas, la peor. Todavía algunas las miran como "roba-maridos", cuentan algunas de ellas. Otras dicen que se sienten incómodas cuando, al comenzar la fiesta, ven a sus amigos en pareja mover los pies con ganas de ir a bailar, pero que no se mueven de la mesa por no dejarlas solas.
Pero más allá de estas circunstancias, prefieren estar solas que mal acompañadas. A esta altura de la vida, dicen, no hay nada socialmente que las obligue a estar con alguien, más que querer un compañero.
"Desde 2005 no tengo pareja. El último fue un caballero y ahora me he topado con puros pasteles. Cuando tomas esa opción de vida, es mejor si no encuentras un hombre que te haga realmente feliz", dice Cecilia, quien pololeó con un hombre 20 años menor.
Ellas no tienen limitaciones de edad. De hecho, entre 2006 y 2010 creció en 150% el número de mujeres de entre 55 a 59 años que se casó con hombres de entre 35 y 54 años.
Tampoco les importa mucho el "qué dirán". Lo que buscan es un compañero. "Ellas están viviendo su edad. A diferencia de los hombres de esa edad, que tienen más temor a envejecer y por eso prefieren alguien más joven. La mujer quiere hacer frente a su edad y disfrutarla junto a un compañero", dice Raúl Carvajal, sicólogo de la Clínica Santa María.
Son mujeres mucho más liberadas sexualmente de lo que fueron sus madres, por todo lo que han pasado. Para conocer gente nueva, algunas salen a bailar a fiestas para "jóvenes adultos", como el Golden Music, de Irarrázaval. Ahí dicen que es común que las mujeres, tal como Gloria en la película, lleguen solas o grupos de amigas. Otras se inscriben en páginas de búsqueda de pareja. En Match.com, el 13% de las usuarias chilenas tienen entre 50 y 60 años. Pero la mayoría prefiere algo más sutil: los contactos, los amigos del amigo del amigo, las juntas en la casa de conocidos o las fiestas de matrimonio.
"Te das permisos. Tuve relaciones, pero puertas afuera. Ya tengo ganado espacios propios, que uno los valora harto. El lado bueno de ser separada a esta edad es que tienes un espacio íntimo que es satisfactorio. No quiero cualquier compañía. No necesito alguien que me mantenga. No me hace ruido estar sola ni me molesta", dice Marta (53).
Paulina García dice que eso es un "Gloriazo": si no funciona, se hace un proceso resiliente. Y se sigue.
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