Ballet de Santiago: Todos a escena

La agrupación celebra 50 años de vida con algunas de sus coreografías más populares y la visita emblemática de Irena Milovan, fundadora de la compañía junto a Octavio Cintolesi. "Sólo nos falta realizar más giras y  que el público chileno se enamore del ballet", dice directora, Marcia Haydée.




En 1995, luego de estar en forma simultánea durante dos años al frente del Ballet de Santiago y del Ballet de Sttutgart, Marcia Haydée no pudo más. Abandonó la danza, se casó y se radicó en Alemania. "Fue doloroso. Vivía en el Hotel Carrera, donde tenía un ropero ambulante. Lo dejé todo. Di la vuelta y partí", recuerda la coreógrafa. Ocho años después, Haydée volvió a Sudamérica y entró a su habitación en el hotel Carrera, cuando faltaban sólo unos meses para que lo cerraran. Allí seguía su ropero. "Lo guardaron pensando que volvería.  Supe que eso era una señal de algo importante. Visité el teatro y Andrés Rodríguez me ofreció dirigir el ballet otra vez. Mi marido dejó todo en Alemania y nos vinimos", recuerda Haydée.

Con piezas originales y giras por Italia, Alemania y Brasil, la bailarina, musa de John Cranko, consolidó esta compañía que, entre hoy y el 5 de agosto, celebra sus 50 años de vida. Las presentaciones en el Teatro Municipal comienzan a las 19 horas y dentro del programa sobresalen coreografías emblemáticas, como La bella durmiente de Marius Petipá y Duo de William Forsythe, interpretadas por bailarines del Ballet Nacional de China y del Royal Ballet de Flanders, Bélgica.  También destaca la visita de la yugoslava Irena Milovan, una de las creadoras de la compañía, quien dictará clases magistrales hasta el 4 de agosto.

UN EXITO AFUERA
Quería formar la primera compañía de ballet clásico de Chile. Y lo logró. En 1959 el chileno Octavio Cintolesi volvió a Chile junto su esposa, Irena, para formar el Ballet de Arte Moderno en una pequeña sala en calle Monjitas, apodada "la sardinera". En un año, el chileno logró que el Presidente Jorge Alessandri les diera un millón y medio de pesos (de la época), para mudarse al Teatro Municipal, donde pasaron a llamarse Ballet de Santiago. 

En 1965 Cintolesi dejó el ballet, que luego tuvo entre sus directores a Charles Dickson y Blanchette Hermansen. Tras el golpe militar, el teatro quedó en manos de un interventor y recién en 1981 el ballet se estabilizó, con la dirección del húngaro Ivan Nagy, primer bailarín del American Ballet Theatre.

El coreógrafo renovó el elenco, vinieron estrellas extranjeras como Rudolph Nureyev y Natalia Makarov; y en 1986 el ballet se presentó en el City  Center Theatre de Nueva York.

"Fue un hito. Ivan creía que primero tenía que ser un éxito afuera. Tenía razón. Cuando volvimos, el ballet afianzó su prestigio acá", dice Luz Lorca, subdirectora de la compañía.

Para Haydée, el ballet está en su mejor momento, pero aún quedan metas. "Sólo faltan giras y que el público chileno se enamore del ballet. Cuando Marcela Goicoechea y Luis Ortigoza (primeros bailarines) fueron a Alemania, los paraban en la calle para pedirles autógrafos. Eran celebridades. Aquí, pocos los conocen, nadie se interesa por lo nuestro. Es lo único que no me gusta de Chile. A pesar de lo anterior, esta es la única compañía de Sudamérica con la que puedo trabajar. Es la que más se acerca al estilo de los teatros europeos", remata Haydée.

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