Bastones de selfies y grabaciones: el debate del comportamiento en conciertos

Algunos festivales de EE.UU. prohibieron el uso de bastones de cámaras en shows.




42 centímetros guardado, un metro y quince centímetros en plena extensión. Esas son las medidas de uno de los artilugios de moda: la vara metálica retráctil que permite instalar celulares y cámaras, ideal para autorretratos -las famosas selfies-, y registros de eventos en vivo. La comodidad condujo a la masividad y la postal ya es planetaria. Cualquier concierto al aire libre luce plagado de estos aparatos, y citas como Coachella y Lollapalooza niegan su uso, alegando narcisismo en las audiencias. Acá aún no hay definiciones. Según Maximiliano Del Río, socio y director de marketing de Lollapalooza Chile, tienen claro que en la última versión, en números juveniles como Skrillex y Calvin Harris, la presencia de bastones era abrumadora, pero tampoco recibieron reclamos por su uso.

"Estamos recabando información y vamos a Lollapalooza Chicago para ver cómo funciona y de ahí decidir. ¿Mi opinión? Disfrutas más si te desapegas de estas cosas". En Movistar Arena observan la medida, pero aclaran que compete más a las productoras de conciertos, dueñas del espectáculo que arrienda el lugar; desde la gerencia de comunicaciones cuentan que según su experencia,  el tomar fotos y compartirlas en redes sociales forma parte de disfrutar el show y no saben si el público está dispuesto a dejar de hacerlo.

Este asunto arrastra otro detalle que molesta en particular a los artistas: la filmación de sus shows. Los asistentes al concierto de Jack White el 16 de marzo acataron la solicitud del guitarrista de no grabar. Un pedido, pero también una imposición, quizás incomprensible para generaciones más jóvenes criadas con estos aparatos, acostumbradas a que parte de sus recuerdos están disponibles en línea. El cantautor Nano Stern es tajante. "Lo detesto. Es alienante estar pendiente de la tecnología en un espectáculo, no se asume la experiencia, y se desperdicia el momento.

Se llena de registros de mala calidad que nadie ve. He revisado algunas de esas grabaciones y son deprimentes. Y hay un daño también para el que no lo hace, parecido al que sufre un no fumador con alguien con cigarro al lado. Contaminas su espacio con el palito y el aparato encendido". El artista rock Angelo Pierattini, que estuvo en el concierto de White y encontró "increíble ver un show así", cree que los portadores de las varas deben someterse a la mayoría. "Más allá que hayas nacido con estos aparatos, debes asumir una conducta más colectiva. Quizás a futuro instalen un sector de palito selfie y celulares como existen los VIP, y así todos cómodos".

Entre especialistas con décadas viendo conciertos hay divisiones. Para el periodista y conductor de radio y televisión, Manuel Maira, no cabe duda de que son una molestia. "La solución concreta sería prohibirlos y me parece adecuado. Nadie se va a morir por no poder sacar una foto de un show desde lo alto. Hay otras conductas desagradables como la gente que habla fuerte. Eso no se puede controlar y tiene que ver con sentido común y educación". La editora de revista Rockaxis María de los Ángeles Cerda, se alinea con calificar esta cultura como engreída. "Antes la gente iba porque querían ver el concierto, pero ahora se trata de decir estuve ahí. Siento que es una representación de narcisismo más que de admiración por el artista. De ahí a convertirlo en una medida, es censurar el comportamiento de la gente. Puedes estar en desacuerdo, pero cada uno vive el concierto como quiere".

Opina similar el periodista y conductor de Dulce Patria de Cooperativa, Mauricio Jürgensen. "Una medida razonable para los que quieren vivir un concierto desde la perspectiva de la música más que un evento social. Pero es curioso que los festivales se centren en este tipo de temas más que en la curatoria de artistas. Lo que no me gusta es que abre las puertas para otro tipo de restricciones. Un concierto es un momento de libertad, y tan desagradable como los que graban, son los que tuitean o los que van a conversar".

Al periodista Felipe Arratia el asunto le toca porque en los últimos cuatro años ha subido 1.100 videos de conciertos a Youtube. Aclara no grabar todo y que comenzó como un testimonio personal, pero que luego las filmaciones recibían buenos comentarios, en particular de quienes no podían asistir. Asume un código que incluye no grabar si hay gente más chica detrás, y reconoce que más de una vez le han pedido que deje de hacerlo. Cree en la medida, pero la considera efectista. "Simboliza lo correcto de lo que no te tiene que gustar. Al melómano no le gusta la selfie". Arratia cree que deben atenderse otros aspectos para garantizar que la experiencia de un show sea óptima. "Un palo en tu campo de visión perjudica, pero hay más decisiones que se pueden considerar: no entrar a determinadas zonas con trago, o las mochilas de cierto tamaño. Es mucho más relevante que una prohibición concreta, generar una campaña por el buen comportamiento en general en un concierto. Hace un tiempo era con la gente conversadora. Tiene que haber un cambio de mentalidad más grande. El acto de levantar celulares no se va a ir. Hay que convivir con eso más que una prohibición".

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