Chris Martin: "No espero que a todo el mundo le guste nuestra música"
El cantante habla con La Tercera de su nuevo álbum, Mylo Xyloto, y del estatus mundial que hoy disfruta el conjunto. <br><br>
El primer Bob Dylan. El combativo cantautor inglés de izquierda Billy Bragg. Algunos insignes de la nueva electrónica. El cantante Chris Martin (34) está en un salón del hotel Fasano, de Río de Janeiro, frente a un amplio ventanal, donde los torsos bronceados que batallan contra el oleaje de Ipanema contrastan con su blanca palidez británica, y se aventura a enumerar las principales influencias del nuevo álbum de Coldplay.
Pero el artista sabe que la primera huella que ofreció su flamante trabajo, el quinto del conjunto, es mucho más pagana: "Ritmo de la noche", puntualiza en fluido español y en alusión a esa célebre melodía discotequera que varias bandas hispanohablantes -como los argentinos The Sacados- tomaron del cantautor australiano Peter Allen y que los propios Coldplay usaron para la apertura del primer single, Every teardrop is a waterfall.
"Lo que hicimos fue simple: estábamos viendo la película Biutiful (de Alejandro González Iñárritu) y de pronto empezó a sonar esa canción. Entonces dijimos '¿Podemos hacer algo a partir de esto?'. Y eso fue lo que hicimos. La idea era darle un tinte más alegre y vívido a esta composición. No hay que darle más vueltas. Me enteré de esas versiones en español, pero tampoco es que vayamos a cantar en ese idioma. Admiro a artistas como Shakira o Ricky Martin, que pueden cantar en dos lenguas, pero a nosotros nos saldría ridículo", especifica el vocalista a La Tercera, 24 horas antes de subirse al escenario del reciente festival Rock in Rio, donde ofrecieron un espectáculo que trepó entre lo mejor de la cita.
Además, Martin, de hablar pausado, reflexivo en cada respuesta, sabe que su nuevo disco no sólo se remite a una coincidencia anecdótica. Con fecha de estreno para el 24 de octubre, el título viene a recalcar su estatus como la banda inglesa más popular y rentable de la última década, capaz de domar los grandes estadios y los charts planetarios, con melodías de factura edulcorada y ambición transversal, bajo la sensibilidad alguna vez trazada por U2.
Un trabajo con una carátula atestada de colores y cuyo diseño ha sido asociado a los grafitis callejeros, como una manera de ilustrar el espíritu vívido, variado y, a momentos, plástico que timbran sus 14 temas, responsabilidad de un hechicero de las perillas, el histórico Brian Eno. Una pieza que también establece acertijos idiomáticos. Su nombre rasguña lo impronunciable, Mylo Xyloto, pero Martin se encarga de ahorrar el trabajo: "Mailo Zaileto", subraya en la pronunciación correcta. Además, también se encarga de explicarlo: "No tiene ningún significado. Ni en español, ni en alemán, ni en nada. Significa lo que tú quieras que signifique. La idea fue usar palabras que no tienen asociación con otras. Es como pintar una tela vacía, partiendo desde cero y sin ninguna otra historia. Refleja cómo nos hemos sentido últimamente".
¿Y cómo se han sentido?
Cuando en 2008 terminamos el anterior álbum, Viva la vida or death and all his friends, nuestro productor, Brian Eno, nos envió una carta, diciéndonos que sentía que el trabajo no estaba terminado. Que había que retomarlo para hacer algo rápido. Entonces fuimos de inmediato al estudio y la idea fue experimentar, sentirnos como antes. Nos pusimos todos en un círculo y empezamos a tocar, algo inusual para la forma en que se graba hoy, con todo el mundo por separado. Teníamos muchas ganas de grabar de forma convencional y no fue difícil, porque lo hacemos en los conciertos. Y la idea fue usar la tecnología como herramienta, no como una manera de arreglar cosas.
Igual, suena como el álbum de mayor producción en la carrera del grupo, con muchas texturas electrónicas.
Es probable que a la gente le pueda tomar tiempo para acostumbrarse, pero tampoco queríamos repetir la fórmula de nuestros éxitos pasados. Además, no espero que a todo el mundo le guste nuestra música. Eso sería lo fácil. Hoy te enfrentas a un panorama muy ecléctico en la creación. No somos una generación que le tocó competir con The Beatles, The Rolling Stones o The Who, pero sí nos enfentamos a un panorama demasiado ecléctico, donde la meta es tomar de todo un poco, pero hacerlo bien. Nosotros no tenemos límites para escuchar, este álbum tiene tanto de Woody Guthrie y Leonard Cohen como de David Guetta. Hay una canción, Us against the world, que tiene el mismo ritmo de Masters of war, de los primeros años de Bob Dylan.
¿En esa línea encaja la invitación a Rihanna en Princess of China?
Es uno de los temas más bailables del álbum y, cuando lo escribimos, sabíamos que tendría que ser cantado a dúo. Teníamos una lista de gente con quien podíamos trabajar y tuvimos que armarnos de valor y llamarla, porque era claro que era un tema para Rihanna. Ella es espléndida. Fue un gran paso para nosotros, nunca antes habíamos hecho un dúo con alguien en nuestros álbumes.
La prensa ha dicho que el primer single habla de las luchas de las actuales generaciones. ¿Pensó en cultivar un perfil más social?
No, más bien estoy hablando de los jóvenes que son usados en las guerras. En la Primera y Segunda Guerra Mundial, los viejos estrategas dejaron que la gente joven muriera y se matara. Así son los conflictos. Pero no es acerca de los actuales movimientos.
¿Tiene alguna opinión de los recientes desórdenes en Londres?
Mmm... estuvo muy loco.
¿La contraparte puede ser la canción titulada Charlie Brown?
Cuando escribo, siempre trato de expresar cómo me siento acerca de la vida, el mundo, lo doméstico y todo lo que me rodea. Y, cuando te vas volviendo viejo, te pones más sensible al caos de la vida. Todo se torna más complicado cuando la vida avanza. Entonces, escribo para lidiar con el caos diario y, en este tema, creamos un personaje que, de la nada, hace un gran momento. Es el tipo de gente que, sin drogas ni dinero ni nada, ve lo positivo en instantes negativos.
El estrellato de Coldplay ya cuenta 10 años. ¿Qué cambió en ese período?
Muchas cosas, pero la sensación es de fortuna. Somos una banda que se maneja a corto plazo y nunca esperamos convertirnos en algo grande. Cuando empiezas, sólo te proyectas en el segundo álbum, no mucho más. Nosotros pudimos hacerlo, pero sin ninguna gran meta en el horizonte. Además, nunca sabemos si a las personas les va a gustar o no lo que hacemos. Nunca sabemos si esto en algún momento se va a acabar.
¿Han pensado en un fin o en carreras solistas?
No, esas son cosas de la prensa. Siempre sentimos que es nuestro último trabajo, pero para fortalecer nuestras ganas.
El lazo con Chile
Aunque a Chris Martin le cueste dar con algún giro concreto en la primera década de los hombres de Yellow y Trouble, la solución estaba a un par de horas: un día después de su ronda de entrevistas con periodistas de toda Latinoamérica, el cuarteto se presentó ante 200 mil personas en Rock in Rio y mostró un puñado de nuevos temas. "Nos gusta probar canciones ante multitudes", justifica.
Fue su única escala en la región, pero no la primera: en 2007 concretaron tres conciertos en el Espacio Riesco, de Santiago, en un debut marcado no sólo por el abrazo cómplice con el público local, sino que también por entradas cuyo precio más barato fue de $ 40 mil. Números que levantaron polvareda y que hicieron que los propios músicos enviaran a sus representantes a regalar boletos a los fans que se apiñaron en el hotel Hyatt. El cantante sigue: "Recuerdo que se armó una polémica por los precios, pero después todo estuvo bien. Espero que los chilenos quieran volver a a vernos. Seguro que me gustaría regresar. Nunca hay que decir nunca".
De concretarse, la agrupación trasladaría al sur un espectáculo que durante este año los ha tenido rotando por Europa y EE.UU., con apariciones protagónicas en los mayores festivales del circuito, como el Glastonbury inglés o el Lollapalooza de Chicago. Otro ascenso claro de los últimos 10 años.
¿Otro más? En el mismo periplo, la banda ha quebrado el libreto y ha regalado versiones para clásicos de Amy Winehouse y REM, debido a la muerte de la artista y a la fractura definitiva del trío estadounidense, casi como embajadores de un legado ya extinto. "Igual, son cosas distintas", ataja. Luego remata: "A nadie le gusta perder a una gran cantante. Tampoco que una banda se vaya para siempre. Han sido días muy tristes".
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