Clásicos del rock alternativo brillaron en el festival RockOut
El evento congregó a artistas como Thurston Moore, Melvins y Fantomâs
El cartel era soñado para los adictos al inquieto rock duro de los 90: Helmet, banda de aspecto inofensivo con el sonido más pesado y cortante de la Tierra en 1992; Melvins, fundamentales en imprimir categoría e inventiva a la herencia de Black Sabbath, y Fantômas, otra de las vías de escape al genio de Mike Patton, entre otros nombres de igual relevancia. Espacio Broadway, ayer desde las 14 horas hasta pasado la medianoche, fue la revancha de una generación treinteañera amante de la música pesada selecta. 15 mil personas se repartieron en tres escenarios. Puntualmente, a las 14 horas, cuando el sol arreciaba, Cómo asesinar a Felipes dio rienda suelta a su excelente nuevo álbum de este año, V, con sus cinco canciones de cinco minutos cada una. Son músicos ensamblados con original rúbrica entre hip hop y jazz, mientras Koala Contreras es un MC con mayúsculas. Fueron un gran abrazo de bienvenida.
Siguió Helmet, la banda de Page Hamilton responsable de la reinvención del metal a comienzos de los 90 junto a Pantera. Su set se debe haber escuchado hasta Curacaví: una bola sónica golpeando rítmicamente, capaz de inducir al balanceo espontáneo mediante un gruñido gutural de guitarras y bajo, combinados con una batería de matemática exacta, escuela insoslayable para quienes dieron forma al nü metal. Vivieron un momento algo insólito, cuando un fanático a torso desnudo se subió al escenario y resultó tacleado por guardias mientras corría Give it. Helmet fue al grano con sus mejores álbumes, Meantime (1992) y Betty (1994), mediante piezas de dura artillería metalera como Ironhead, Wilma's rainbow, y Milquetoast.
De aquella energía hubo una transición al sopor guitarrero altamente electrificado de Thurston Moore y su banda. El ex integrante de Sonic youth se tomó un cuarto de hora en un solo tema con escasos dos pasajes. Next. En el escenario dedicado preferentemente a bandas nacionales, Rama lidiaba con el mal sonido -la guitarra inaudible-, compensado por la versatilidad del cantante Sebastián Cáceres, uno de los mejores vocalistas de la escena local de rock duro, fiel discípulo de la oscilación angustiada y melódica de "Chino" Moreno de Deftones.
A continuación, Melvins, la banda a la que Kurt Cobain le prendía velas, con su sentido de alteración del tiempo, su heavy metal en cámara lenta, el rock de poción sabática. Buzz Osborne lució una apropiada túnica de hechicero para su guitarra telúrica. Punto aparte para Dale Crover, el baterista que además canta, una verdadera bestia en los tambores, de impresionante fuerza e inventiva.
Al atardecer, uno de los principales atractivos del cartel, Fantômas, el súper grupo de Mike Patton interpretando The director's cut (2001), el álbum homenaje a grandes bandas sonoras. Un espectáculo a la altura de la genialidad de aquel título, pequeña orquesta de virtuosos reacomodando con desquiciados planos, temas clásicos de la pantalla grande como The Godfather y Rosemary's baby. Al cierre de esta crónica, se esperaba a otros dos nombres del rock, de categoría mundial: Devo y Primus.
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