Comprar para heredar
<img alt="" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200911/586904.jpg" style="padding: 0pt; margin: 0pt;" width="50" border="0" height="15"> Hay ropa y accesorios de tanto estilo y calidad que se quedan por generaciones dentro de una familia como un símbolo de buen gusto.
"A la hora de comprar, hay que pensar en la posteridad". Con esta frase, la periodista y asesora de moda colombiana Pilar Castaño comienza un capítulo de su libro El Espejo, sobre el comprar para heredar. Porque cuando una madre adquiere una cartera de lujo, un reloj de marca o un abrigo fino, no lo entiende como un gasto sino como una inversión. Sabe que ese objeto va a estar ahí cuando le llegue la hora de partir de este mundo. Y firma el cheque con la idea -consciente o no- de legar algo de sí misma en la familia, a las hijas, a las sobrinas o por último a la descendencia de sus amigas más queridas. La cosa es dejar huella a través de un objeto que será atesorado.
En este juego, el dinero es un factor significativo. En estos tiempos la moda pareciera estar dominada por los códigos del fast-fashion, centrado en lo desechable y pasajero. Por lo tanto, no existen baratijas, por lindas que sean, que duren más de cien años. La industria del lujo, en cambio, se orienta a la producción con estándares de calidad tan exigentes como para que sus artículos sigan intactos de una generación a otra. Y esta industria cobra caro.
"Por lo general las cosas buenas, hechas a mano, son piezas de valor", apunta la especialista. Y agrega: "Invertir en algo que perdura no duele. Una joya o una magnífica cartera, si es para siempre y será después de nuestras hijas, bien vale el esfuerzo".
No se trata de elegir algo de alto precio y punto, porque, vamos, hay cosas carísimas que francamente son horribles. Lo escogido debe además ser atemporal. Nada se saca con invertir en un producto que es trendy hoy pero que después se verá pasado de moda; de lo que se trata es de adquirir clásicos que siempre se ven actuales. "Lo ideal es tener esos tesoros que no tienen caducidad en el calendario de la moda porque pertecen a la bitácora de lo atemporal, de lo chic, de lo que tiene estilo propio", agrega la autora colombiana. ¿Ejemplos? Un traje dos piezas de Chanel, un foulard de seda italiana, un trench Burberry, una cartera Hermés, una joya de Tiffany. De ellos hablamos aquí.
CHANEL Y SU DOS PIEZAS
Aunque parezca increíble, hasta un diseñador como Karl Lagerfeld, apodado 'el zar de la moda', tiene un pie forzado cuando se trata de diseñar. Como director creativo de la casa Chanel en París, este alemán con fama de excéntrico puede darse todos los lujos que quiera, menos uno: olvidarse de diseñar al menos un conjunto de dos piezas, compuesto por una chaqueta y una falda de corte sencillo, en cada colección.
Chanel sabe por qué hace tal exigencia. El modelo en tweed que creó la mismísima Coco Chanel en 1920, como parte de su cruzada por dar libertad a una generación de mujeres enfundadas en corsets, es una suerte de ícono de la marca, tan potente como la cartera con acolchados y cadenas. Además, es tan simple y perfecto que puede reinventarse mil y una veces, sin dejar de lado sus códigos básicos: la tela tejida, la chaqueta más bien entallada en diferentes largos y esos detalles que hacen la diferencia, como las cadenas en los dobladillos o los bolsillos frontales.
Como es lógico, este sentador y elegante traje ha sido imitado y recreado hasta la saciedad por muchísimas casas de moda en todo el mundo. Entre otras razones, porque el precio de un traje original es estratosférico, lo que lo deja al alcance sólo de una élite.
"Uff, cuesta desde ocho mil dólares (casi cinco millones de pesos) hasta quién sabe cuánto", confidencia Patricia Castaño, de la oficina de comunicaciones de Chanel en Panamá. En las fotos, dos ejemplos, uno de la colección primavera-verano 2010 y otro de la colección crucero 2010. No se pueden comprar en Chile: las tiendas más cercanas están en Brasil, México, Panamá, Miami y Nueva York. No queda otra que viajar.
PAÑUELO: EN SEDA E ITALIANO
"En los años 50, el accesorio más coqueto y femenino era la pañoleta para cubrirse el pelo al andar en un convertible, ojalá un Mustang blanco", recuerda la especialista en moda Pilar Castaño. A su juicio, hay que tener al menos un pañuelo grande, porque ilumina el rostro cuando se ata al cuello. "Lo importante es escoger bien el color: hay que saber cuál combina mejor con la ropa que usamos y con el tono de nuestra piel", acota.
Pero ¿por qué es ideal que sea de seda e italiano? Simplemente porque la seda es quizás el material más suave y elegante que existe, y porque es en Italia donde nació el concepto de foulard tal como lo conocemos hoy, lo que le ha dado a ese país una tradición manufacturera en el rubro. En los años 60, el modisto Emilio Pucci fue el primero en lanzar una colección de pañoletas de seda con motivos estampados o pintados en colores vivos. Su idea fue imitada rápidamente por numerosos fabricantes, especialmente en Francia, lo que explica que la palabra gala foulard sea la favorita para referirse a este accesorio.
La importancia de este producto es tal que, en su información para la prensa, Salvatore Ferragamo -por citar sólo un ejemplo- considera tres grandes categorías de accesorios: zapatos, bolsos y sedas. Como otros diseñadores de la península itálica, Ferragamo incluye siempre nuevos diseños para sus pañuelos en cada temporada. Este invierno, combina motivos florales y decoraciones inspiradas en el mundo animal. Hojas, pétalos, depredadores y flores están ahí para recordarnos que, con un mundo agobiado por el calentamiento global, la naturaleza es un lujo.
¡QUIERO UN TIFFANY!
Ponerse un anillo, collar, reloj o lo que sea de la célebre marca Tiffany & Co. es un placentero viaje a la elegancia. ¿Quién no quisiera tener, por ejemplo, el anillo de compromiso Tiffany Setting, que desde 1886 es el solitario más famoso del mundo y permanece en el inconsciente colectivo como emblema del romanticismo? ¿O adquirir algo del glamour que irradiaba Audrey Hepburn al tomar café en la película Breakfast at Tiffany´s, que Blake Edwards dirigió en 1961?
Qué duda cabe: desde que fue fundada en Nueva York en 1837 por Charles Louis Tiffany, esta joyería se ha destacado siempre por su capacidad de mantener la sobriedad incluso en sus modelos más osados, hasta convertirse en un símbolo de distinción. Quien recibe una de sus famosas cajitas verde agua, envueltas con una delicada cinta blanca, sabe que adentro no puede haber algo feo o de mal gusto. No en vano han colaborado con sus diseños creadores como Paloma Picasso, quien hizo una colección para Tiffany cuando era la reina del estilo, en los años 80, y el famoso arquitecto Frank Gehry, Premio Pritzker, quien elaboró una partida de joyas de líneas tan sinuosas como las de sus aplaudidos edificios.
En sus comienzos, esta empresa fue lo suficientemente visionaria como para crear el primer catálogo de ventas por correo, en 1851. Hoy su acento está puesto en la coquetería sutil y en el uso juguetón de su gema estrella: los diamantes. El mejor ejemplo es su nueva colección de pendientes con forma de llave, que está causando furor.
CON UNA BIRKIN EN EL BRAZO
Todo fashionista sabe lo que es un 'it' bag, esas carteras dotadas de personalidad propia que llenan páginas en revistas de moda. Quizás no hay un mejor ejemplo de ellas que la Birkin Bag, de Hermès, con herrajes de plata u oro, hilos de lino y enchapes de oro o paladio.
Parte del revuelo que causa tiene que ver con su historia. En 1984, Jean-Louis Dumas (presidente de la firma francesa) iba en un avión junto a Jane Birkin, actriz inglesa símbolo de estilo y belleza en los años 70. Al verla complicada tratando de encontrar cosas dentro de su bolso, le preguntó cómo sería su cartera ideal. La diva bosquejó un diseño que no perdía elegancia pese a su indubable aspecto práctico. Si un producto une la tradición de Hermès con una figura del estilo, no sorprende que celebridades como Gwyneth Paltrow y Kate Moss se vuelvan locas por él. Además, claro, de mujeres del mundo empresarial, como Sophie Albou, de la cadena de tiendas Paul & Joe, quien confesó haber adquirido una Birkin por temporada durante diez años.
Los artesanos de Hermès demoran cinco años en aprender a fabricar una Birkin. Su demanda supera el ritmo de producción, por lo que existe una lista de espera para comprarla. En Nueva York o Tokio alcanza los tres años y en Chile la tienda de Alonso de Córdova también dice tener una. Esto determina no sólo su alto precio (las más económicas cuestan unos seis mil dólares, más de tres millones de pesos chilenos) sino también la existencia de inescrupolosos que las compran legalmente y luego revenden a precios abismantes. Hay registro de transacciones por entre 10 mil dólares (seis millones de pesos) y 120 mil dólares (72 millones de pesos). Claro que esa era una en piel de cocodrilo con diamantes...
EL TRENCH BURBERRY
Con jeans para una ocasión informal; sobre un vestido y sandalias para una fiesta elegante, cubriendo un traje-pantalón para una reunión en la oficina, en las noches de verano o en las tardes otoñales… Si algo tiene el trench es versatilidad. Y la clave para entender esta vocación está en su origen: pieza indispensable en el clóset moderno, preferida por celebridades como Keira Knightley, Charlize Theron o Anne Hathaway, nació para ir a la guerra y adaptarse a diferentes tipos de situaciones y climas.
En 1914, el ejército inglés le encargó a Thomas Burberry, director de una casa de moda fundada en 1856, que diseñara un abrigo liviano y resistente al agua para sus soldados. Tras investigar mucho para resolver este encargo, inventó la gabardina, tejido muy liviano compuesto por tupidos hilos, que resiste la humedad. El propio Burberry recuperó el diseño de los antiguos abrigos y sembró el camino para convertir el trench en la pieza fashion, tan admirada como imitada, que es hoy.
Con el talentoso diseñador Christopher Bailey a la cabeza de Burberry, esta firma se ha preocupado de que su producto estrella no sólo se actualice constantemente, sino que también se convierta en objeto de culto. Un buen ejemplo de ello es la página artofthetrench.com, creada a fines de 2009. Se trata de una red social en la que personas comunes y corrientes podrán mandar sus fotos usando un trench Burberry y relatar sus historias en torno a esta prenda. En la edición inglesa de Vogue, el propio Bailey explicó: "Este proyecto celebra a nuestro impermeable icónico al capturar la conexión emocional que hay detrás de él. Muchas personas tienen algo que contar sobre su trench o sobre la primera vez que tuvo contacto con uno. Adoro la idea de que gente de todo el mundo pueda compartir estas historias". Seguro que más de alguna chilena se suma a este espacio virtual de fanáticos.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.