El contexto y la intimidad de Álex Anwandter
A días de estrenar en Chile su primera película y a poco de haber compartido un inusual disco que combina pop y crítica social, el cantautor comenta aquí su trabajo multiformato y también los silencios de su generación, la violencia naturalizada entre mujeres y hombres, y cuando el canto puede ser un acto. "No hablar nunca en toda tu carrera de lo que está pasando a tu alrededor es violento", cree.
Al menos dos asuntos relevantes ocuparán a Álex Anwandter en los próximos quince días. El próximo jueves (10 de noviembre) se estrena en casi treinta salas del país su primera película, Nunca vas a estar solo, la historia de un administrador de una fábrica de maniquíes que sufre un duro golpe cuando su hijo es víctima de un violento ataque homofóbico. Una semana después le tocará sentarse en un gran teatro de Las Vegas a ver si se gana un Grammy Latino (está nominado en las categorías "Mejor nuevo artista" y "Mejor video versión corta").
—En términos de promoción es algo medio inútil —calcula—. Llega gente mucho más famosa, y lo que a uno le toca con los periodistas son preguntas tipo: "Cuéntanos, ¿de qué se trata tu disco?", "¿y cómo se pronuncia tu nombre?". Pero, bueno, también voy a cantar… y capaz que me gane un Grammy, jeje.
Ya es inusual que un músico se aventure —a solas y sin estudios formales— a escribir el guión y dirigir una película, pero hacerlo en el mismo año que trabaja en un disco —el aplaudido Amiga, publicado hace seis meses— es del todo atípico.
Se habla primero con Álex Anwandter, entonces, de atrevimiento:
—Hay una cosa súper importante que hace que nada creativo me resulte intimidante, y es que partí con la música muy muy chico, a los seis años. Mi profesora de violín me transmitió la alegría del arte. El no tener miedo a los otros ni a equivocarse, sino… el gozo. Quedé para siempre con una especie de seguridad, de confianza en que hay algo adentro mío, una voz, que quiere expresar algo.
Dejar sin terminar estudios en la Escuela Moderna de Música; armar y desarmar una banda (Teleradio Donoso) justo en la cumbre de popularidad; componer, interpretar y grabar luego a solas un primer disco; decir, a falta de alternativas, "qué tanto, mejor hago yo mis videos": curiosidades del currículo de Álex Anwandter en parte derivadas de esa inusual autoconfianza.
—Cuando he desarmado proyectos grandes para hacer otra cosa o cuando me he lanzado a hacer algo nuevo, me ha resultado bien, lo he pasado bien, he conocido gente interesante. Entonces, qué importa lo que otros opinen. Leí que una vez Brian Eno quiso poner "non-musician" en la línea de "profesión" en su pasaporte. Cuando he tenido que apuntar que soy músico, siento que no me define. Tampoco soy el primer artista chileno multimedial ni mucho menos.
Que Álex Anwandter haga mucho no significa que haga todo. Un manager y una encargada de prensa lo ayudan con aquellos contactos profesionales que lo abruman: "Soy pésimo vendiéndome a mí mismo", cree.
—Jamás me haría autobombo en redes sociales. Esos artistas que retuitean halagos me dan vergüenza ajena. Y supongo que hay gente que me encuentra raro, porque junto a mi manager nos han mostrado un proyecto y plata, y decimos: "¿Sabe qué? No, muchas gracias".
¿Qué tipo de proyectos?
Por ejemplo, ir a tocar a un lugar, y al medio del show tener que decir que tal cerveza te encanta y hasta inventar una historia sobre la cerveza y tu infancia. No, muchas gracias.
¿Te han pedido canciones para comerciales?
Sí, pero: no.
Así nunca vas a ser una estrella pop…
Claro, y está bien. Le leí una frase a Jim Jarmusch: "Me siento cómodo con el tamaño de mi público". No tengo eso de "quiero llegar a la mayor cantidad de gente posible", que es una frase típica. La mayor cantidad de gente posible es un montón de gente, y eso es estar perpetuamente en falta y frustrado. Es importante poner un tope, creo. Estoy bien, esta casa está bonita… no necesito infinitamente más.
Pop y violencia
También las características del disco Amiga han llevado a Álex Anwandter a tener que hablar este año de atrevimiento. Para algunos, su osadía está en haber incluido en el disco versos contra el Congreso y la Iglesia; para otros, tan sólo en el hecho de haber combinado observación social y pop bailable. Un videoclip que muestra un retrato en llamas de Jaime Guzmán, críticas en prensa a cantautores contemporáneos por el machismo o descompromiso de sus letras han sido otros de los frentes abiertos por el músico.
—Desde el [disco] Rebeldes en adelante, se cristalizó una búsqueda de conexión en dos direcciones y al mismo tiempo: conmigo mismo y con mi contexto. Es como estar más resuelto, por el simple hecho de hacer el esfuerzo de conectarse. No hablar nunca en toda tu carrera de lo que está pasando a tu alrededor es violento, pues lo invisibiliza. Es raro que en un país como el nuestro, la canción, que es una de las artes más conectadas con lo popular, no esté hoy constantemente informando de aquello que está más a la mano.
Pero los frentes más discutidos frente al disco 2016 de Anwandter son anecdóticos al lado de las letras de once canciones que cuestionan acuerdos entre géneros, relaciones de poder, y el abuso y violencia naturalizados en las parejas (asuntos que vuelven, dramáticamente, en su película Nunca vas a estar solo). Ningún otro cantautor chileno había enfrentado estos temas de este modo: a través de un pop con secuencias electrónicas, muchas veces adherente (y hasta bailable).
—Sabía que me iban a llegar muchas preguntas, porque es un disco con harta información. Tiene harto que "sacarle", muchas letras que desmenuzar y temáticas que quedan para abordar. Y son asuntos de ahora, vigentes.
Que cualquier chileno entiende…
Puede ser, pero que no a cualquier chileno le interesen.
El tema que cruza y sostiene Amiga no es la denuncia del total de conflictos en marcha en la sociedad chilena, sino más bien el desafío que busca plantear su autor hacia los estereotipos de género y al acomodo cultural. Hay alusiones a las abusivas ventajas masculinas en las relaciones de pareja (en "Traición" y "Mujer"), al amor proletario ("Caminando a la fábrica") y varias despedidas sentimentales de enfoque inusual.
Dijiste en otra entrevista: "Es diferente elaborar un mensaje que una reflexión".
Sí, y es producto de lo que he pensado en torno a qué puede ser un arte "efectivo" versus un arte predicador o panfletario. Sobre algunos temas hay que entrar a hablar de manera muy diferente a la que se acostumbra. Por ejemplo, en estas violencias u opresiones que me interesa discutir o analizar: si bien son transversales, prácticamente nadie se identifica como alguien opresor, ni violento, ni machista ni discriminador. Entonces, apuntar con el dedo es como apuntar a un vacío. Hay una línea fina que cruzar entre ser lo suficientemente amplio y ambiguo para que la gente primero habite esa reflexión, y luego ser… puntudo, para que llegue.
Y claro, supongo.
A nuestros mejores compositores de canciones siempre se les entiende de qué están hablando. En el pasado siento que escribí sobre ciertas cosas que a veces la gente no entendió.
En comparación con las canciones de Rebeldes (2011), innegablemente emocionales, en las nuevas composiciones de Anwandter está la seguridad de quien sabe qué quiere denunciar y encuentra un modo personal, alejado de la consigna, para hacerlo.
Un solo cantautor no puede cantar sobre todo.
No, por supuesto. Me parece súper importante escoger, focalizarme. No puedo hablar de todos los temas del mundo siendo auténtico… porque yo vivo sólo algunos de esos problemas.
¿No como hace Calle 13, por ejemplo?
Por ejemplo. Imagino que ese tipo [Residente] tiene que preguntar de antemano cuando llega a un país cuál es el problema del momento para escribírselo en el pecho. Lo mismo con Bono… Para este disco, no hice una lista de conflictos que haya ido tachando canción por canción, porque no creo que así funcione la composición ni es así que los temas se entrecruzan en nuestras vidas. Tengo muchas simpatías sobre muchas cosas, pero a propósito me callo.
¿Por ejempo?
Soy vegetariano, pero jamás hablo de eso, porque no quiero ser el latero. Habrá mucho que hablar sobre la crueldad hacia los animales, pero hoy hay mujeres a las que las están matando. Mejor hablo de eso.
La sexta canción del nuevo disco de Álex Anwandter es sin duda la más llamativa. Titulada "Manifiesto" —como una canción de Víctor Jara, como uno de los textos más conocidos de Pedro Lemebel—, deja al músico frente a una declaración sobre identidad y mirada de mundo que causa impacto:
"Hoy soy mujer, / hoy soy mujer, / el maricón del pueblo / aunque me prendan fuego […] Yo quiero ser un manifiesto / hecho cuerpo".
—La he cantado sólo una vez en público. Quizás es la canción que más efecto ha causado en vivo. Hubo gente que se puso a llorar, o en ciertas frases explotaban en aplausos. Me gusta su coro, que es auténtico y muy personal. Cantarla es una performance en sí. Independiente de lo que diga de mí, de con quién tengo sexo, etcétera; que yo diga eso sigue siendo un acto que provoca.
¿Qué te pasa a ti con esa provocación?
Yo no soy mujer, no sé qué es ser mujer caminando por la calle, pero sé que es algo diferente a caminar por la calle como hombre. Cuando canto esas frases, nunca olvido que estoy diciendo algo que es como una exposición consciente a la violencia. Yo tengo muchas cosas muy femeninas, quizás más femeninas que masculinas. Me produce mucho rechazo la masculinidad y el concepto de ser hombre, en el sentido de todas las cosas asociadas. Ahora, la concepción que aún se maneja de qué es ser hombre y qué es ser mujer se limita a lo genital, y de eso se trata este tipo de canciones: preguntarse, ¿es sólo eso?
¿Te inspiraste en el "Manifiesto" de Lemebel para escribirla?
… Sí, pero no en el sentido de hacer una cosa como él. Más que ser fan suyo, lo que más me gusta es él. Cómo él se llevaba a sí mismo. Él era lo que hacía y de lo que hablaba. Si uno lo veía caminar por la calle, tenía algo que… Fue eso lo que me llevó a escribir la canción. Porque al final lo más potente es hacer estos actos. No es sólo la frase "hoy soy mujer, el maricón del pueblo", es que hay un hombre cantándola fuerte solo con un piano. Es un acto en sí mismo, y eso se me hace súper interesante.
¿Crees que se ha entendido como tal?
Igual ha sido curioso: pensé que por este disco me iban a hablar mucho más de sexualidad o de mi sexualidad, y al menos en Chile no ha sido así.
¿Tienes problemas si te lo preguntan?
No… Creo que ellos pueden tener más problemas conmigo en la medida que no tengo respuestas simples.
¿A qué te refieres?
Si quieren hablar de "mi historia personal", sólo estoy dispuesto en la medida que se relacione con un tema. No estoy dispuesto a enumerar con quién me acosté, cuándo y de qué sexo era.
Sería una categorización demasiado simple.
Por ejemplo, y para no pecar de lo que estamos hablando, creo que los medios en Chile no manejan el concepto "queer". Y si me dijeran "¿cuál es la identidad de tu sexualidad?", tendría forzosamente que dar una explicación extremadamente larga y detallada de toda mi vida. Tengo una experiencia que no es binaria, pero entre usar un concepto académico, ajeno a mi contexto, y meterme a hablar literalmente de sexo mío con otras personas… prefiero hacer estos actos de las canciones.
En el recorrido de lecturas y documentales con el que Álex Anwandter ha buscado en los últimos años aprender de la historia chilena reciente ("desde la reforma agraria hasta el plebiscito", precisa), uno de sus focos ha estado puesto sobre el panorama social, y la inquietud de "qué les pasa a estas personas, en qué se convierten". Es un interés muy evidente en su primera película —"extremadamente chilena", dice—: la clase, el agobio laboral, el desprecio hacia lo diferente, el ahogo que produce un sistema inescapable. Nunca vas a estar solo encadena dificultades cotidianas, que sus protagonistas viven porque simplemente así les tocó, con horrores de odio y de abuso de los que sus víctimas merecerían salvarse, pero a los que también son conminados a resignarse. Los certeros diálogos con los que se cruzan los personajes de, entre otros, Sergio Hernández, Antonia Zegers, Edgardo Bruna, Gabriela Hernández y Andrew Bargsted, están cargados ya sea de desolación o de violencia.
Es una película inquietante, dirigida desde una inquietud social. ¿Cómo vinculas eso con hacer una canción?
Estando atento a temas que me parecen importantes, vigentes. Creo que lo que la gente agradece es que la relación que busco mostrar entre mi intimidad y mi contexto (llamémoslo ampliamente Chile) es también su contexto y mi intimidad puede parecerse a su intimidad. Hablar a través de la experiencia inevitablemente da una autoridad. No pretendo ser nada que no soy ni hablar por alguien que no soy. No quiero apropiarme de lo ajeno. La óptica personal para tocar lo político permite empatía.
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