Crítica de cine: La nana

Pocas veces en el cine local había sido expuesta con tal franqueza la relación enferma que una nana entabla con quienes la contratan. Pero en la segunda parte es claro que se evita hundir el dedo en la llaga.




Raquel es una empleada puertas adentro que lleva largos años contratada por una misma familia. Ha visto crecer a sus hijos y ha limpiado sus pisos con una devoción sin tregua. Por eso intenta esconder de sus patrones los mareos y jaquecas que padece hace un tiempo, los mismos que van a obligar a la familia a buscar una empleada que refuerce sus servicios.

La primera parte de La nana es fascinante. Sin preámbulos ni adornos, Silva nos introduce en la rutina de Raquel (Catalina Saavedra), quien luce no sólo agobiante sino horrorosa. Pocas veces en el cine local había sido expuesta con tan nítida franqueza la relación enferma que una nana entabla con quienes la contratan como una pariente a sueldo.

Raquel vive las 24 horas en una casa que no es suya, pendiente de las necesidades de una familia a la que conoce en todas sus miserias, pero con la que no tiene real confianza. Esta paradoja esencial a la figura de la nana (que atisbe la intimidad del otro, pero se le niegue la chance de opinar sobre esa intimidad) tiene una expresión memorable en la escena donde la obligan a asistir a su propio cumpleaños.

Sin embargo, con la aparición de una joven nana llamada Lucy (Mariana Loyola), el filme toma una ruta distinta. La dulce chica campesina penetra la coraza emocional de Raquel, la hace recuperar cierta alegría de vivir y la reintegra al núcleo de la familia de sus patrones.

O, al menos, eso parece. En el fondo, Lucy "repara" a esta pieza fallida del engranaje. La nana se convierte así en una película patronal y autista: el problema no es que subsista en Chile una institución tan repugnante como la nana puertas adentro, el problema es que esta nana tiene conflictos emocionales.

Resueltos los problemas, se acaba el drama y se acaba la historia. No todas las películas que plantean temáticas sociales deben ser abiertamente políticas, desde luego. Pero en la segunda parte de La nana es demasiado clara la resistencia a hundir el dedo en la llaga que la primera parte exponía con lucidez.

El director conoce el mundo que filma y esquiva las trampas de la caricatura. Pero también termina ignorando aquellas zonas oscuras, ambiguas y monstruosas que habrían hecho de La nana un documento macizo sobre la porfiada supervivencia en Chile de eso que alguien llamó la lucha de clases.

Director: Sebastián Silva.
Reparto:  Catalina Saavedra, Mariana Loyola, Andrea García-Huidobro.
País y año de producción: Chile, 2009.
Género: Drama.
Duración: 96 minutos
Calificación: Todo espectador

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