Crítica de discos: Mumford & sons y Alabama shakes

Los primeros lanzaron Wilder mind, mientras que la banda liderada por Brittany Howard publicó Sound & color.




  • Mumford & sons : Wilder mind

Descubriendo la electricidad

Que en esta vida no se puede tener todo, que lo digan los londinenses de Mumford & sons. Catalogados de robóticos, anodinos y calculadores, su música y aspecto se han convertido en blanco favorito, tras consagrarse en ventas y reconocimientos con forma de trofeo, gracias a sus primeros álbumes, inmersos en un folk urdido con banjos, contrabajos, bombos y guitarras dignos de una casa de antigüedades. Los especialistas no dejaron escapar como prueba irrefutable de una ambición de corte gerencial, el hecho que el nombre del conjunto evoca a las firmas comerciales de antaño. ¿Quién los quiere? El público, la industria y súper estrellas. Con el debut Sigh no more (2009) conquistaron el Brit award al álbum del año y alcanzaron el segundo lugar del ranking Billboard. Luego Babel (2012) les reportó nada menos que un Grammy al mejor disco. En paralelo Bob Dylan los citó como una de sus bandas favoritas, y Bruce Springsteen los invitó a tocar.

Con este tercer título arrecian nuevos motivos para el trolleo, porque el cuarteto bajo el liderato de Marcus Mumford guardó el arsenal instrumental a leña, para cruzar a terrenos eléctricos y reconvertirse. Producidos por James Ford (Arctic monkeys) y con la colaboración de Aaron Dessner, guitarrista y compositor de los aclamados The National, en cuyo estudio neoyorquino moldearon el álbum, el consejo es simplemente introducirse a Wilder mind olvidando cuanto se ha dicho de ellos, y disfrutar sin prejuicios de las canciones.

Con ese mapa, imposible sustraerse a la urgencia e intensidad de cortes como The Wolf, un potente sencillo que ya se quisieran los alicaídos Kings of Leon; el delicado armazón de sonidos etéreos tejidos alrededor del corte que da nombre al disco, y la progresión litúrgica de Snake eyes, una de las instancias para disfrutar la influencia de Dessner en el encuadre de las guitarras en planos fúnebres, el rol ambiental de los teclados, y la manera en que la base rítmica acude en forma mullida, todo el cuadro con un dejo de melancolía contenida. James Ford rubrica el eco de un pasado sonoro difícil de precisar, sensación vintage en perfecta convivencia con el presente, como tonalidades sepias captadas en cámara digital.

Mumford & sons se reinventa con el riesgo de transar aquello que les distinguía. Desde ya corren dictámenes: electrificados suenan parecido a cualquier otra banda. No es tan así. Con solo tres discos se mueven en planos antagónicos como si fueran veteranos con plena vigencia.

  • Alabama shakes : Sound & color

El manejo de los tiempos

Avanza el año y aparece competencia para Kendrick Lamar por el artista que mejor elucubra presente y futuro, con sonidos afroamericanos provenientes del pasado. El segundo álbum de la elogiada banda de rock sureño liderada por la guitarrista y cantante Brittany Howard, busca lo mismo que Jack White y Prince en sus última entregas, pero con menos estridencia, más gusto, menos ego en definitiva.

Aunque Howard es todavía una veinteañera, maneja y expone su voz como si llevara décadas en el oficio, además de su dominio de las seis cuerdas. El falsete en Don't wanna fight eriza, en medio de un pulso funk irresistible y singular. En Dunes se desdobla hacia el soul y luego vira elásticamente en dirección hard rock. La misma cintura brilla al momento de Future people, ritmo espeso, sugerente, hasta arrimar a un coro festivo. Sicodelia y blues enfundan Gimme all your love, para bajar el voltaje en la acústica This feeling. La corriente retorna en el rock de garage de The greatest, que remite lejanamente a los inicios de The Rolling stones, cuyo espejismo también se asoma en Shoegaze, esta vez con la impronta del clásico Beggars banquet (1968). Sound & color no es un tributo al pasado sino una lúcida mirada de actualidad con algunos de los géneros más intensos del catálogo estadounidense.

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