Cuentas alegres

Comite Politico de la Nueva Mayoria.17/04/2017
Santiago, 17 de abril de 2017 El presidente del PS, Alavaro Elizalde durante el Comite Politico de la Nueva Mayoria en La Moneda. Paul Plaza/Aton Chile



El voto político de la asamblea decé decidiendo ir a primera vuelta presidencial con Carolina Goic ha inspirado en algunos ciudadanos una tímida tendencia a sacar cuentas alegres porque creen ver una fisura por la cual el candidato de la oposición pudiera ganar aun más votos desde el centro. La ilusión también la alimenta la vigorizada candidatura de Beatriz Sánchez. Promete, creen, la división de la izquierda, única manera de derrotarla. Dicho sea de paso, con "oposición" nos referimos a esa masa heterogénea de chilenos que por las más distintas razones están a disgusto con el gobierno de Michelle Bachelet, pero que la izquierda, amiga de concebir el mundo como campo de batalla de un perpetuo conflicto entre el Bien y el Mal, prefiere denominar con un sólido y sonoro epíteto, "la derecha". La diferencia verbal puede parecer poca cosa, pero manifiesta una cuestión de fondo. "Derecha" es término que niega la existencia de una ciudadanía transversal contraria al régimen; "derecha" menta un ente homogéneo y reaccionario, cómplice de crímenes, sin merecimientos para gobernar, ni siquiera respirar. En la visión maniquea de la izquierda y el oficialismo quien se opone a Bachelet no es sencillamente un opositor, sino un homúnculo "de derecha" cuya postura carece de legitimidad. De ahí el profuso uso de la expresión "hay que derrotar a la derecha" pronunciada con el mismo tono de belicosa inquina con que los talibanes dicen "hay que derrotar a los infieles". No hay inocencia en el lenguaje.

Aun apoyada en ese fiero artilugio semántico y decidida a todo para vencer "a la derecha", las filas del progresismo y el oficialismo no han podido contener un estremecimiento ante la Goic y últimamente ante la Sánchez. Bendita no será la NM entre todas las mujeres. Los aficionados a la Biblia (Daniel 5:18, 22) recordarán el pánico del déspota babilonio cuando una mano sin cuerpo pero alfabeta escribió en la pared "mene mene tekel urparsin", esto es, "has sido pesado y hallado falto". La decisión decé no reverberará por los laberintos de la historia como atronador anuncio del desplome de imperios y dinastías, pero algunos creen oír el rumor del deslizamiento por el tobogán que conduce de regreso a una opaca y mucho menos próspera vida privada. Por esa razón o ese temor desde ese sector se ha oído abundantemente el siguiente y agorero dictamen: "La NM se ha acabado".

La DC no tiene adónde ir como colectividad, sino hacia la izquierda, les guste o no, y por mucho que busquen repavimentar esa vía con calificativos tales como "centroizquierda" para hacer parecerla cosa diferente y hasta novedosa.

No es susto nuevo. Desde antes de la asamblea de la decé hubo en el "progresismo" preocupación por lo que podría pasar si un espasmo de independencia -muy ayudado y casi obligado por el empujón de los NO incumbentes- los llevaba a esa decisión. La decé había ya protagonizado innumerables pataletas que siempre terminaron en nada, pero la repetición de los ciclos es engañosa; no asegura una eternidad de lo mismo sino a veces prepara gradualmente las condiciones para que la última interacción termine por modificarlo todo, incluyendo la existencia del ciclo. Tal sería el caso, según opinan no pocos observadores. La repetición de una humillación tras otra habría llevado a este irascible invitado de piedra a un pináculo de indignación, a un afán postrero de vedetismo rabioso, al estado de ánimo que tienta a dar un golpe en la mesa "para que vean"; a ese furor levantisco se habría sumado la ilusión de que es posible reencender "el sol de nuestras juventudes", reconquistar el centro político, recolonizar dicho territorio y obtener un título de propiedad exclusivo en el Conservador de Bienes Raíces. En fin, la decé se habría lanzado a una aventura tan pasmosa como la de ese 6 de agosto de 1789, en la asamblea constituyente, cuando la nobleza francesa, en una interminable noche de frenesí político, procedió al haraquiri de sus propios intereses. Hasta ahí llega la fantasía a la moda...

Un poco de historia

En esto como en todo la historia es maestra y guía, aunque, como le sucedía a Casandra, profetisa maldita por los dioses, nadie suele darle bola. Ya lo dijo Hegel: "La única lección que enseña la historia es que nadie aprende las lecciones de la historia". En este caso la lección nos dice que la izquierda chilena ni se evapora ni es vencida porque así ocurra con sus diversos y multifacéticos avatares. Es entidad de mucho más fondo emocional y doctrinal que sus aderezos como tal o cual coalición. Se funda en la entera historia de Chile tal como las religiones se fundan en la entera y desgraciada historia humana. Las coaliciones progresistas van y vienen de acuerdo a las contingencias del momento, las modas culturales y las "condiciones objetivas", pero el trasfondo es el mismo, siempre vivo, poderoso como lo que representa, avasallador como los tremendos impulsos que canaliza.

¿Supone el cándido de turno que el fin eventual de la NM entraña por necesidad la derrota de la izquierda? ¿Imagina algún fantasioso que NO sabrá dicho sector rearticularse bajo otro nombre si es preciso, así como ya supo hacerlo alrededor de Guillier?

Basta retroceder sólo medio siglo o algo más en la historia política chilena y la prueba de eso aparece con toda claridad. En los años 50 la izquierda se articuló como el Frap, Frente de Acción Popular, el cual galvanizó a miles de compatriotas para conducirlos al túmulo de tres derrotas consecutivas con Allende. No por eso pereció, sino que se reorganizó bajo otro nombre, otro discurso y otros aliados con la razón social de Unidad Popular, la UP, la cual al fin, con Allende, ganó las elecciones y perdió al país al conducirlo al desastre. Y tampoco por dicho "traspié" la izquierda, ferozmente perseguida por Pinochet, hizo mutis por el foro; apenas acabado el régimen militar reapareció convertida y rebautizada como la Concertación, esta vez algo contrita por los estropicios y más moderada en sus objetivos. Con ella llegó al poder produciendo dos períodos muy buenos y dos períodos de mediocre a malo que causaron la derrota a manos de Piñera. ¿Desapareció, al fin, por eso? En absoluto: reapareció convertida en NM, Nueva Mayoría, con un discurso esta vez más radical, más revolucionario y con una congregación de colectividades incluyendo al PC. Su gestión ha sido calamitosa, como suelen serlo siempre las gestiones "populares", pero no ha llegado ni jamás llegará el momento de sacar las cuentas alegres del Gran Capitán. Otra coalición se está preparando. Otra promesa se redacta. Otra sonrisa se lava los dientes.

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Esa porfía vital no niega la existencia de accidentes históricos. Siempre son posibles. Ni siquiera la izquierda, la cual cuenta con el apoyo de la mayoría porque siempre es mayoría aquella parte de la población que NO pertenece a la elite, tiene atornillada la rueda de la historia. Pero los accidentes son precisamente eso, transitorias interrupciones de una norma. Si en vez de medio siglo alargamos a un siglo el lapso bajo observación, se hace evidente que desde al menos 1920 es la izquierda en cualquiera de sus sabores la fuerza política que da el tono, que instala los temas y los códigos y a menudo incluso se hace del poder o al menos lo acompaña. Y en cualquier caso aun en la derrota sigue respirando.

¿Cree alguien, entonces, que la primera vuelta de Goic, si acaso se llega a eso, cambiará dicha ley histórica? ¿Supone el cándido de turno que el fin eventual de la NM entraña por necesidad la derrota de la izquierda? ¿Imagina algún fantasioso que NO sabrá dicho sector rearticularse bajo otro nombre si es preciso, así como ya supo hacerlo alrededor de Guillier asesinando a la pasada a sus líderes históricos? La Democracia Cristiana no tiene adónde ir como colectividad sino hacia la izquierda, les guste o no, y por mucho que busquen repavimentar esa vía con calificativos tales como "centroizquierda" para hacer parecerla cosa diferente y hasta novedosa. Y la izquierda, por su parte, con su rica tradición de cambios de nombre, con su flexibilidad para botar y elevar paladines, con su talento para el palabreo, las promesas y si es necesario hasta los reconocimientos -"hemos aprendido que hay que hacer las cosas gradualmente" acaba de decir un caballero del sector- no tendrá muchas dificultades en "reinventarse" o más bien rebautizarse y re-prometer que esta vez es la vencida, ahora aprendimos, no se preocupen compañeros que la revolución va, pero quizás ahora en cámara lenta. Y puede resultarles.

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