El dolor de Calbuco tras Rayén

Rayén Meñanco, la niña de 12 años que falleció producto de la agresión.

Hace dos semanas, los responsables de la muerte de la niña de 12 años fueron condenados. Para sus padres, amigos y compañeros de colegio, en la X Región, el silencio continúa.




Cuál fue la razón? ¿Qué impulsa a una persona, a tres personas, a asesinar a otra? ¿A una niña? Las preguntas son estériles y las respuestas se pierden en recuerdos terribles. Y en el silencio. Fue el martes 26 de abril del año pasado. Ese día, Rayén Meñanco Martínez, de 12 años, tomó la micro afuera de su escuela para volver a casa. Se bajó en el paradero El Yale y comenzó a caminar por el campo. Sola. Unos 700 metros. Como todos los días. Como siempre.

"En el verano (pasado) fuimos a pasear los dos a Licanray y Villarrica; era mi regalona, yo la amaba, esa fue como nuestra despedida", cuenta Pablo Meñanco, su papá. Por supuesto, aún llora.

El pasado domingo 5 de noviembre, el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Puerto Montt condenó a Belarmino del Tránsito Mansilla y Alfonso Monje Hernández a presidio perpetuo, como autores del homicidio calificado de la menor, en la comuna de Calbuco, Región de Los Lagos.

El crimen ocurrió aquel 26 de abril. El fallo dio por acreditado que en esa jornada, alrededor de las 16.20 horas, "en circunstancias que la menor (...) regresaba a su casa desde la Escuela San Sebastián, en el sector rural El Yale (...) caminando por un predio solitario, a 70 metros aproximadamente de la vía pública, en la Ruta V-851, y a más de un kilómetro de distancia de su domicilio, fue sorpresivamente abordada por los imputados". El deceso se produjo producto de un conjunto de "heridas cortopunzantes".

El tercer involucrado se quitó la vida antes del juicio.

Vida lenta

Para nadie es fácil hablar de este tema en Calbuco. En la escuela, sus compañeros de curso y colegio construyeron una pequeña placita que lleva el nombre de Rayén. Ahí pusieron una foto de la niña y está adornada con flores. "La escuela no ha sido lo mismo", cuenta Judith Díaz, inspectora del colegio y mamá de un compañero de Rayén, quien este año debería haber terminado el 8vo básico.

La recordó como una niña divertida, que ayudaba a sus compañeros. "Cuando murió, la reacción de los niños fue de impotencia, ellos lloraron mucho a su compañera y se preguntaban por qué le habían hecho eso".

Pablo Meñanco, el papá, vive en Temuco y es carpintero. Trabaja en forma particular en la construcción. Desde allí, por teléfono, comenta que está más tranquilo después de la sentencia, pero que el "dolor vuelve y vuelve".

"Regresé a mis labores habituales, porque durante todo este tiempo no había podido trabajar bien. Mira, hay un vacío que nunca se va a terminar. Yo vivo solo acá y mi familia está en Santiago, salvo dos hermanos. He tenido que aprender a tratar de vivir de nuevo".

El alcalde de Calbuco, Rubén Cárdenas, intenta ser más práctico y comenta que "la sociedad tiene que sentir que hay un castigo por el delito que (los dos acusados) cometieron. Nada va a traer de vuelta a la Rayén, pero queda la tranquilidad de que la justicia se aplicó en la medida del delito".

En cuanto a la familia, dice que "sé que ellos están muy mal, pero también tienen un poco de consuelo tras la sentencia".

Su mamá

Mónica Martínez, la mamá de Rayén, estuvo con licencia médica durante todo el proceso judicial.

Ahora acaba de volver a trabajar, en una empresa pesquera en Puerto Montt. Ella hace el complicado trabajo del despinado de salmones. Entre 8 y 10 horas diarias. Cuenta que trabaja en turnos de noche y que durante el día descansa. Duerme mucho. Dice que, tras la sentencia, "estoy un poco más tranquila, no bien, pero se hizo justicia. Y hay que seguir viviendo".

Mónica explica que "yo vivía sola con ella, nos acompañábamos juntas. Mi otro hijo ya es adulto y tiene su propia familia, él tiene su pareja. Estábamos las dos. Ahora solo trato de sobrevivir nomás. La gente, los vecinos, los amigos me ayudan, pero nadie que no haya sufrido esto puede imaginar cómo es la vida después de algo así".

Mónica relata que "me ha costado volver a trabajar, llevo pocos días en la empresa, estuve con licencia durante meses y terminó recién cuando dictaron la sentencia. Igual me hace bien estar con otras personas. Me distrae. Converso y a cada rato la recuerdo".

"¿Qué te hizo ella para que la asesinaras?", gritó ella varias veces en el tribunal. De frente. A los acusados. Sin respuesta. Hoy recuerda que tal vez fue ese episodio lo que, en algo, le trajo paz.

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