Economistas europeos advierten que la eurozona se asoma a la recesión

Un documento elaborado por tres centros de estudios europeos prevé que la economía de los 17 países que comparten la divisa europea se vaya ralentizando progresivamente en los próximos meses, con crecimientos trimestrales mínimos.




La eurozona se asomará a la recesión en los próximos meses por la caída de la demanda externa y la agudización de la crisis de la deuda, según un informe de previsiones macroeconómicas publicado hoy por tres centros de estudios europeos.

El documento -elaborado por el Ifo alemán, el Insee francés y el Istat italiano- prevé que la economía de los 17 países que comparten la divisa europea se vaya ralentizando progresivamente en los próximos meses, con crecimientos trimestrales mínimos.

En concreto, estima un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de 0,2% en el tercer trimestre de este año con respecto al trimestre anterior, y de 1,4% en la comparación interanual.

Asimismo, calcula que la economía de la zona del euro aumentará en un 0,1% en los dos próximos trimestres, lo que supone un crecimiento interanual de 1,2% y de 0,6%, respectivamente.

Para el conjunto de 2011, la eurozona crecerá un 1,6%, según las previsiones de estos tres centros de estudios económicos.

"La pérdida de impulso para el crecimiento es el resultado de un abanico de factores que se retroalimentan entre ellos", argumenta el informe, titulado "La eurozona al borde de la recesión".

Entre otros elementos perjudiciales, este pronóstico macroeconómico destaca "la ralentización de la demanda externa", "el débil desarrollo del consumo privado", y "la profundización de la crisis de la deuda".

Además, subraya los efectos negativos ocasionados en la economía real por "la alta volatilidad en los mercados financieros" y por "el deterioro continuo de la confianza de empresarios y consumidores".

Por su parte, el documento apunta que la inflación tenderá a caer en los próximos meses debido al enfriamiento generalizado de la actividad económica en el viejo continente, dejando de ser una preocupación para los dirigentes del Banco Central Europeo (BCE).

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