El gol que lo sostiene todo
A Castillo y Paredes les separan 13 años y otras cosas. Pero hay detalles que los aproximan y entroncan; sus orígenes, su pasado barrista, su presente en la Roja, pero sobretodo su apetito frente al arco rival. Mañana, ambos se verán las caras por primera vez en un duelo con olor a pólvora.
La tarde en que Paredes debutó en el fútbol profesional, el 29 de abril del año 2000, en un duelo de Primera División entre Santiago Morning y Coquimbo Unido, Nicolás Castillo pateaba una pelota en un polvoriento pasaje de Renca, llamado Las Hortensias y oculto en las entrañas de la población Huamachuco 1. Tenía siete años, dos meses y 15 días de vida.
A su edad, también Esteban vivía en una población, situada en la comuna de Cerro Navia, muy cerca del curso del río Mapocho, y también solía jugar al fútbol en los pasajes, como tantos otros jóvenes talentos surgidos del polvo.
Tras probarse sin éxito -ironías de la vida- en el filial de Colo Colo, el Nico terminó aterrizando en 2004, por mediación de su abuelo materno, Omar Mora, en las series menores de Universidad Católica. Paredes tenía entonces 24 años y ninguna prisa. Afrontaba su cuarto curso en el profesionalismo y su segunda temporada a préstamo -ésta vez en Universidad de Concepción- empeñado en seguir escribiendo su historia despacio y con buena letra. Su camino, después de todo, había sido largo.
Desde sus inicios en el club amateur Franja Juvenil de su comuna, hasta su desembarco en la tienda bohemia, Paredes se había mareado en demasiadas micros -una afección que todavía conserva-; había deambulado por las divisiones inferiores de Audax Italiano y Cobreloa; se había alistado en la Garra Blanca y había jurado fidelidad eterna al equipo en el que su abuelo, Mario Paredes, había llegado a compartir camarín con otro Mario mucho más ilustre, de apellido Moreno. Su sangre no podía ser más alba.
Ni la de Castillo más cruzada. La pasión que derrochaba como futbolista en la cancha, en el filial del cuadro de Las Condes, era sólo comparable a la que le profesaba a su equipo desde la galería, cada fin de semana, inmerso en su papel de barrista incondicional del conjunto de la franja.
En 2009, cuando Castillo se reveló por fin como firme promesa cruzada, Paredes se hizo realidad. Su título de máximo goleador del torneo de Apertura, con Santiago Morning, le abrió definitivamente las puertas del Cacique. Estaba a punto de cumplir 29 años, pero lo mejor aún estaba por llegar.
El 13 de mayo de 2010, en un duelo ante San Pedro de Atacama, válido por la Copa Chile, Castillo realizó su estreno profesional. La suya fue una explosión inmediata. Había transcurrido un decenio desde la tarde del debut de Paredes, y el chico del pasaje Las Hortensias de Huamachuco 1 ya había cumplido los 17. Su abuelo Omar no alcanzó a verlo defendiendo la camiseta de la franja.
Ocho años (divididos en dos etapas), ha vivido desde entonces Esteban en las filas del cuadro popular, del que ya es ídolo indiscutible. Tres premios al máximo goleador (obtenidos con Colo Colo en el Clausura 2011, el Clausura 2014 y el Apertura de ese mismo año), engordan un palmarés individual que, a sus 36 años, va mucho más allá de sus goles.
Cinco años en el profesionalismo lleva Castillo vistiendo la camiseta cruzada, también en dos períodos distintos. A su favor, el esquivo título de Clausura conquistado este mismo año (con el renquino como artillero más prolífico), tras su regreso de una aventura europea más bien decepcionante, que borró las tres decepciones que acumuló con el primer equipo en 2013. Aquella campaña vio escapársele de las manos todos los títulos nacionales que disputó.
Ese 2013, el año de la irrupción definitiva de Castillo, Paredes repartía sus goles en canchas mexicanas. Cuando el oriundo de Cerro Navia decidió regresar al país, el niño terrible de la pobalción Huamachuco hizo las maletas para partir a Europa, con todos sus pecados de juventud todavía a cuesta.
Este año el fútbol chileno al fin los reunió. En marzo todo estaba listo para el primer cara a cara, pero un desgarro sacó a Castillo del viaje al Monumental. El ariete de la UC, eso sí, se hizo presente en la redes sociales en la previa del duelo, calificando al estadio de Macul como un vertedero, confirmando que su madurez era todavía una asignatura pendiente. Paredes y sus compañeros le respondieron en la cancha, paseando al equipo de Mario Salas y propinándole un 3-0.
Pero este domingo el cara a cara no parece tener escapatoria. Y ambos pasando un momento estelar. Con el 7 de Colo Colo comandando la tabla de goleadores del certamen, con ocho tantos (previa exhibición ante San Luis), y el 30 de la UC inmerso en una racha de cinco encuentros consecutivos marcando. Dos futbolistas distintos, pero de algún modo complementarios.
Castillo, el francotirador de la primera línea de fuego, el hombre siempre presto para el choque y la batalla; y Paredes, el propietario del mapa de la trinchera enemiga, un escapista en el desmarque y un fantasista en la definición, provisto de ilimitadas variantes. Dos cartas que Juan Antonio Pizzi tendrá a su disposición en la Roja para la próxima doble fecha de Eliminatorias. Dos goleadores que encenderán con fuego el mediodía de San Carlos.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.