El manifiesto de Francisco Huenchumilla, intendente de La Araucanía
El ex alcalde de Temuco habló con <b>Reportajes de La Tercera</b> sobre su niñez, sus creencias, su vocación política y su labor como intentende.
Mis primeros recuerdos de Temuco son de pobreza. El sector donde yo vivía era de unas casitas de madera, con pozos negros, sin alcantarillado, a unas cinco cuadras del centro. Un barrio sin pavimento, muy pobre. La mayoría eran militares como mi padre. El peleó en la Guerra Civil de 1931. Era muy mañoso y estricto. Hablaba bien el mapudungún, pero nunca quiso enseñarme, para que no se me "trabara la lengua". Mi abuela, Chiñura, vivía en el campo. No hablaba español.
Nunca tuve un verdadero hogar después de los 11 años. Mi mamá murió de tuberculosis a los 40 años y me llevaron a un internado de los padres capuchinos en Padre Las Casas. Resentí que mi hogar se destruyera por las enfermedades. Después murió de meningitis una hermana de 15, y luego otra de 18 murió de tuberculosis. Fue una niñez de mucha tristeza y enfermedad.
Hasta el día de hoy, mi punto débil son los bronquios. Sufrí de tuberculosis entre los 12 y los 17 años. Me mejoré de milagro. Le escribí una carta en latín al padre Pío, un cura capuchino que tenía las llagas de Cristo. Pasaron los meses cuando en enero de 1962 me llega una carta de Italia. Era del padre Pío: "Pater Pius oravi por tua salute". Decía que rezaría por mí. Al mes siguiente me sacaron unas radiografías en Valdivia. Ya no tenía nada. El doctor, un alemán, se pone a gritar: "¡Milagro!". "¡La Virgen!". Yo le dije: "Fue el padre Pío".
Soy un católico liberal. Me carga el conservadurismo. Por eso soy un gran seguidor del teólogo Hans Kung. Leo todo lo suyo. El cristianismo está con los débiles, no con los poderosos. Por eso me duele cuando un partido que se dice cristiano no logra entender esto. Yo aprendí que uno debe jugársela por los pobres, por los pueblos originarios, la gente más débil de la sociedad y no por los pitucos de acá.
Si hay algo que hago en cualquier ciudad es ir a las librerías. Siempre que vengo a Santiago recorro un par y salgo con algo bajo el brazo. Siempre. Si he estado en Madrid, voy a la librería. Es una obsesión. Me transformé en un lector empedernido cuando todavía estaba en cama con tuberculosis. El libro que me marcó cuando niño se llamaba Corazón, de Edmundo de Amicis. Después leí mucho a Karl May con sus historias del Oeste. Siempre ando con un libro en mi maletín. Normalmente, leo cosas de política, de historia y una que otra novela para entretenerme. Ahora leo cosas más históricas, pero siempre tengo algo. Ahora ando trayendo un libro que se llama El otro modelo, donde hay un cuestionamiento por parte de Fernando Atria, José Miguel Benavente y otros.
El cargo de intendente es el más demandante y más difícil que he tenido. Es demoledor, porque no para nunca, ni de día ni de noche. Más que ser ministro, alcalde o diputado, que es un cargo súper agradable. No es para enfermarse de los nervios.
Mi vocación política nació cuando escuché a Eduardo Frei Montalva y Radomiro Tomic en la época en que estaba en el seminario. Eran monstruos de la oratoria. Me abrieron los ojos. No tuve ninguna duda al presentarme a la DC.
Duré 11 años con mi primera señora. La conocí en Santiago. No nos entendíamos nunca, por diferentes visiones de la vida, distintos valores ideológicos y religiosos. Tuve tres hijos con ella. Por eso siempre he sido un DC atípico: yo tramitaba nulidades de matrimonio como abogado y voté a favor de la ley de divorcio cuando fui diputado.
Quizás fue exagerado eso de decir que me quemaría a lo bonzo por la paz en La Araucanía, pero suponte tú que fueras casado y tuvieras un hijo. Yo te preguntaría: ¿Estarías dispuesto a quemarte a lo bonzo por tu hijo? Cualquier padre te va a contestar que sí. Ahora, eso no significa que vas a andar con un bidón de parafina. Aparte, la frase pegó. Si hubiese dicho "amo La Araucanía" no habría salido en ninguna parte.
Mi rumoreada renuncia es de esas pequeñas turbulencias cuando el avión va en altura. En política pasa lo mismo. De repente echar un par de puteadas tampoco viene mal.
En mi casa somos tres: mi señora, yo y mi hija Sofía, de 23 años, que tiene síndrome de Down. Es un angelito y nos acompaña siempre. Aunque no habla, tiene un lenguaje y nos expresa un cariño inmenso. Cuando llego a mi casa tipo siete u ocho de la noche, ya no me deja salir más, me ataja y se pone delante de la puerta. Tiene toda una rutina que nos llena de felicidad. Si ella nos apaga la luz y la televisión en la noche, después nosotros no podemos volver a prenderlas. Ella tiene un ritual: la sacamos a pasear en auto y cada vez que pasamos por un servicentro se toma un helado. Se debe tomar unos 500 helados al año.
Huenchumilla significa "hombre de oro". Y me siento así, porque yo tengo energías positivas. Todo lo que toco le va bien, y se lo digo a la gente, a las personas, a las señoras, a las viejitas, en los campos. Tengamos energías positivas. La gente sufre mucho por la pobreza, que yo la viví con mi familia de origen y la logramos superar.
En Chile falta superar el racismo y la discriminación. Un hijo mío trató de poner a mi nieto en el San Ignacio de El Bosque y no lo dejaron. ¿Cómo va a entrar un Huenchumilla a ese colegio? Los jesuitas son tipos preparados, pero clasistas. Por un lado, tienes la obra del Hogar de Cristo y, por otro, la misa del Pan y Vino, que es una feria de vanidades con puras señoras pitucas con lucas. Si viniera Jesucristo agarraría a latigazos a los que van a esa cena.
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