El mundo del Padre Pepe

José Francisco Yuraszeck (36) se ordenó sacerdote jesuita en 2012, luego de 12 años de preparación. El hijo mayor del empresario que hoy es el presidente del club de la Universidad de Chile, cuenta cómo decidió dejar su vida acomodada y optar por otra ligada al trabajo social y los más necesitados. Habla de su despertar político y de las críticas a la Iglesia. Y, por supuesto, de su padre.




La noche del domingo 10 de septiembre del 2000, José Francisco Yuraszeck Krebs (36) llegó a su casa en el barrio San Damián, Las Condes. Entró a paso decidido y fue a la pieza de sus padres. Allí estaban el empresario y actual presidente del club Universidad de Chile José Yuraszeck y la historiadora Cecilia Krebs. El hijo se tendió junto a ellos sobre la cama y les dio la noticia: "Mañana voy a ir a hablar con el provincial de los jesuitas para pedirle iniciar el proceso de postulación a la Compañía de Jesús". Cursaba sexto año de Ingeniería Civil en la Universidad Católica. Le faltaba sólo un semestre para egresar.

A su padre, recuerda el hijo mayor de siete hermanos, no le salieron las palabras y se puso a llorar de emoción. Muchas veces antes ya se lo había dicho: siempre había soñado con que alguno de sus hijos fuera sacerdote. El respaldo a José Francisco fue unánime en la familia. Sólo la abuela materna, Cecilia Kaulen, presentó algo de oposición. Más bien, de preocupación. Le dijo: "Mijito, un poco de sensatez… no sea menso. Haga lo que quiera de su vida, pero termine su carrera". El nieto no le hizo tanto caso. "Yo sentía que tenía que 'quemar las naves'. Así que congelé mis estudios y pedí ingresar al noviciado", cuenta. Dio entrevistas y test sicológicos. Fue aceptado en diciembre de ese mismo año.

El 13 de julio de 2012, en la Iglesia San Ignacio, monseñor Ricardo Ezzatti presidió la ordenación sacerdotal de dos jesuitas. Uno de ellos fue José Francisco Yuraszeck.

LA BURBUJA

Sentado en su oficina en la Universidad Alberto Hurtado, donde es director del Centro Universitario Ignaciano y profesor de Teología, el padre Yuraszeck recuerda que la decisión de ser religioso tomó tiempo y no fue fácil. "No ocurrió de un día para otro", asegura. Fue un proceso en el que se mezclaron varias cosas, desde un profundo trabajo espiritual y de ayuda social hasta tomar conciencia de la historia y política de un país que no le habían contado completo desde su infancia. "Cada uno ha vivido su propia burbuja, venga de donde venga", dice.

El viene de una familia católica que iba junta a la misa de los domingos en una capilla de Las Condes. Los tres hijos hombres estudiaban en el Verbo Divino y las cuatro hijas mujeres en el colegio Los Andes, ligado al Opus Dei. José Francisco era buen alumno. Recuerda que al momento de elegir los electivos, su padre le aconsejó irse por el lado matemático. "Me decía que la ingeniería es versátil y permite dedicarse a muchas cosas". En 1995 optó por seguir Ingeniería Civil en la UC, hasta donde llegaba en un Golf rojo que le regalaron cuando cumplió 18. "Elegí la UC porque mis compañeros se fueron para allá. Además, había mucho prejuicio con la Universidad de Chile, porque había muchos paros y uno pensaba que así no se podía estudiar... Ahora sé que sí se puede, y que además la Chile es un lugar de encuentro entre personas distintas. Si eso lo hubiese pensado entonces, me habría ido a la Chile".

En 1997, cuando estaba en tercer año, vino el primer pinchazo a la burbuja. En las vacaciones de invierno tenía todo listo para irse a Machu Picchu, pero un temporal en el sur le hizo cambiar los planes. Estudiantes de distintas universidades se organizaron para ir a construir 300 mediaguas en Curanilahue. Yuraszeck se entusiasmó. Se unió al grupo y partió a construir casas, dejando atrás el viaje a Perú. "Allá se me hacen evidentes contrastes y contradicciones grandes. Reconocer que hay otros países dentro de Chile, en los que a duras penas alcanza el dinero para llegar a fin de mes, en los que ni siquiera hay condiciones mínimas para vivir dignamente. El impacto fue muy grande. En esos días, las estadísticas para mí adquirieron rostro, nombre, domicilio". En esos trabajos conoció a Benito Baranda -quien trabajaba en el Hogar de Cristo- y al jesuita Felipe Berríos.

Entonces, la Iglesia dejó de ser sólo para los domingos en misa o para eventos como matrimonios o bautizos. Pasó a convertirse, dice, en su familia ampliada. En octubre de ese año se fue a vivir con amigos por un mes en la casa que hay dentro del Infocap, la "universidad obrera" de los jesuitas en la comuna de San Joaquín, donde se capacitan trabajadores. El día en que llegó al Infocap, lo acompañaron sus padres y sus seis hermanos. Dejó el auto en casa y comenzó a irse caminando al campus San Joaquín. Junto a sus amigos debían mantener la casa: hacer las compras, lavar, hacer aseo, cocinar. Hacían su vida de estudiantes desde allí, en las noches rezaban en la capilla y conversaban sobre lo hecho en el día. Además, Yuraszeck le hacía clases de nivelación de matemáticas a las señoras que estudiaban corte y confección, y trabajaba en el proyecto "2000 mediaguas para el año 2000", que luego sería Un Techo para Chile.

En eso estaba, en 1997, cuando reventó el llamado caso Chispas. Ese donde su padre, entonces gerente general de Enersis, fue acusado de negociación incompatible, fue multado en más de US$ 75 millones -que pagaría en 2005- y alejado del cargo. "Mientras eso pasaba -recuerda el hijo-, yo estaba en Departamental con Santa Rosa, en el Infocap. Fuimos con mi mamá y hermanos a acompañar a mi papá cuando hizo su discurso de despedida a los trabajadores".

HONRA AL PADRE

-¿Cómo viviste tú el caso Chispas?

-Mira, una cosa es lo mediático, lo público y los juicios que se hacen, y otra es lo cotidiano en la casa que no cambió mucho. Yo lo viví con distintos sentimientos, siempre sabiendo que lo que prima es que soy hijo y él es mi papá. Creo que el juicio a mi viejo tiene que ver con la dictadura, las privatizaciones… con cosas a nivel político, jurídico, histórico, pero no se le puede cargar toda esa historia de Chile a la figura de mi viejo. Yo soy un convencido, y no me pidan ser objetivo, de que mi viejo actuó de buena fe. Yo entiendo el juicio de la historia respecto de la privatización de empresas, pero no voy a hacerle un juicio a la historia a través de mi papá.

-¿Qué es para ti llamarte José Yuraszeck?

-Soy un orgulloso hijo de mi papá. Lo quiero cuando le ha achuntado y cuando se ha equivocado. Nunca se pone en juego ser hijo. Lo respeto en sus decisiones y opciones, como él respeta las mías. Parte importante de lo que he ido viendo en el mundo se lo debo a él y a la formación que tuve. No separo aguas.

-¿Nunca se han enfrentado?

-No recuerdo un enfrentamiento en particular, al menos en los últimos tiempos. Cuando tenemos opiniones distintas las podemos conversar sin enfrentarnos. Es bueno recordar el cuarto mandamiento: Honrar padre y madre. Y también la máxima del Evangelio: Nadie es profeta en su tierra.

-¿Ni siquiera por política han discutido? El trabajó en el gobierno de Pinochet, es militante UDI…

-(Interrumpe) El fue de la UDI, ya no, congeló su militancia. Pero eso no crea conflicto, porque podemos conversar en el almuerzo del domingo y decir lo que uno piensa.

-Tras la detención de Pinochet en Londres, tú empezaste a hablar de dictadura… ¿Qué otras cosas te provocaron un cambio?

-El informe Rettig y el de Valech. Fue tal la evidencia, que era imposible hacerse el loco.

-¿Tú te hiciste el loco?

-Puede que me haya hecho el loco, pero no creo. Cuando salí del colegio fui conociendo familias distintas a la mía. En ese diálogo respetuoso armé la historia de mi país.

-¿Fuiste a caravanas del Sí cuando chico?

-Sí.

-¿Y qué sientes por no haber sabido las cosas que hoy criticas?

-Nadie elige donde nace. No pienso ocultar de donde vengo, y estoy muy agradecido. Lo que sí se puede elegir son las decisiones que uno toma. Si nuestra generación y los más nuevos pretendemos cambiar el mundo con las mismas respuestas que antes, somos unos tarados. Hoy no podemos dar las mismas respuestas que nuestros padres. Yo respeto y valoro las decisiones que tomaron mis padres, pero crecí y elegí.

HIZO CLICK

Luego del Infocap, José Francisco Yuraszeck siguió dando pasos en su búsqueda. En 1998 se unió a una comunidad de vida cristiana, donde los jóvenes se juntaban a rezar, conversar y compartir ideas junto a algunos jesuitas. Ese año también participó en la instalación de una mediagua en el Parque Arauco, para remover la conciencia del barrio alto. Y en 1999, se fue a trabajar en las vacaciones con los mapuches en el Lago Budi. Entonces se preguntó por primera vez si quería ser jesuita.

Vino la duda. "Yo estaba pololeando con una compañera y estábamos muy vinculados a la Compañía de Jesús, cuando me planteé si debía ser cura. Me limitaban las renuncias que eso significa: nuestros votos de pobreza, castidad y obediencia. Uno tiene una vaga idea de lo que es eso. Así que decidí que no. Que lo mío era la ingeniería, estar vinculado al trabajo social, formar familia… Pero sentía que me estaba arrancando".

A inicios de 2000, el jesuita Eduardo Ponce -quien asesoraba su comunidad de vida cristiana- le propuso ir los viernes a atender a los enfermos terminales del Hogar de Cristo. Una experiencia fuerte. La estocada final a la burbuja. Dice Yuraszeck: "Esto me puso en contacto con los límites. Llegan personas desahuciadas del sistema de salud, que nadie recibe y aquí llegan a morir. El contacto con la muerte me puso en contacto con mi fragilidad. Ahí me di cuenta de que la vida que uno elija, ser familia, casarse o ser cura, no la elige por las renuncias, sino por las ganancias. Ese fue mi click, en agosto del 2000". Poco después, esa noche del 10 de septiembre, vino la conversación en la pieza de sus padres.

Estuvo dos años en el noviciado y 10 en formación jesuita. Vivió en Melipilla, donde colaboró en la capilla Madre de los Pobres. Luego trabajó en la parroquia Jesús Obrero de Estación Central y pasó dos años como profesor en el colegio jesuita San Mateo en Osorno. A su regreso vivió en San Joaquín y en La Florida.

Para su formación, también estudió Filosofía en la UAH y Teología en la UC. En 2011, en pleno movimiento estudiantil, fue elegido vicepresidente del centro de alumnos de esa carrera. La lista de los jesuitas se llamó Encarnacción y la mayoría de los miembros laicos pertenecía a la Nueva Acción Universitaria, liderada por Giorgio Jackson. Con Yuraszeck a la cabeza, Teología se fue por primera vez a paro en más de dos décadas y el 18 de agosto de ese año caminaron con una figura del Padre Hurtado en andas y con un lienzo pintado junto a brigadistas de la Ramona Parra. Levantaban carteles que exigían como acción cristiana avanzar hacia una educación de calidad para todos.

En 2006, además, completó en la UC el semestre que le faltaba para titularse de ingeniero civil. Lo único que José Francisco Yuraszeck lamenta es que su abuela, la misma que le pidió que antes de cualquier cosa terminara su carrera, ya no estaba viva para ver que -pese a los años transcurridos- el nieto había cumplido el encargo.

UN DOMINGO, VARIOS MUNDOS

El padre Yuraszeck vive con otros 10 sacerdotes en una casa en calle Cienfuegos, que por una puerta interior -empotrada en un muro de piedra- se conecta al patio de la Universidad Alberto Hurtado. A esta casa, los universitarios le llaman Narnia, en referencia a la novela de C.S. Lewis, donde una niña traspasa las puertas de un armario para llegar a un lugar de fantasía. En el estacionamiento de la residencia hay un Nissan gris que no tiene un solo dueño. Los curas de la casa se turnan para usarlo y llegar a los rincones más lejanos.

Cerca de Narnia, el jesuita tiene su oficina. En la paredes cuelgan cuadros del Papa Francisco, San Ignacio de Loyola, la Virgen de Guadalupe y dos afiches de monseñor Romero, que Yuraszeck reconoce como uno de sus inspiradores. Se sabe su historia de memoria: era un sacerdote conservador que fue nombrado Arzobispo de San Salvador a fines de los 70, que al poco tiempo se transformó en defensor de los derechos humanos y que en 1980, mientras celebraba misa, fue asesinado por un miembro del Ejército.

Los domingos temprano es común que el Padre Pepe, como todos le llaman, salga de estos cuarteles y vaya a Pudahuel. Allí celebra la misa de las 9 de la mañana, en la parroquia San Luis Beltrán, donde la comunidad ya lo conoce -va desde agosto- y medio en broma medio en serio le piden poleras de la "U", equipo del cual se declara fanático.

Lo acompañamos el domingo 23 de junio a estos menesteres. Poco antes de empezar la misa, pasa a la sacristía. Allí se pone la túnica blanca, la estola y la casulla verde. La chaqueta que trae puesta,la guarda en la mochila que lleva al hombro. Ya en la capilla, sigue los pasos de la liturgia. Aunque siempre se encarga de poner su sello. Como cuando habla del amor de San Pedro a Jesús, y para que las cosas queden más claras recurre a un chiste. A ese en que Condorito le promete amor eterno a Yayita y le dice que por ella cruzaría el Polo Norte, la Antártida y lo que fuera necesario. Entonces Yayita le pregunta: "¿Y por qué no me viniste a ver anoche?". Y Condorito responde: "Es que hacía mucho frío". Las carcajadas se sienten en la iglesia. "El amor a Dios también implica sacrificios y renuncias", les dice el sacerdote, con voz solemne.

El domingo es también el día en que almuerza en la casa de sus padres en San Damián. El único lugar donde no le dicen Padre Pepe. Allí le dicen José Francisco.

-¿Te sientes cómodo en todos tus mundos?

-Yo creo que es muy cierta la promesa del evangelio que dice: "El que deje a su padre y madre por causa del evangelio recibirá 100 veces más". Yo tengo 100 y más casas donde llegar. Donde me dan una sopaipilla y un té, o una comida más sofisticada. Me puedo sentar a la mesa con quien sea y soy el mismo en todos los lugares. Mi casa es la comunidad, pero el único lugar donde llego y puedo dormir siesta es donde mis papás.

SIN GENERALIZAR

A fines de mayo, en TVN, Felipe Berríos sacó ronchas. En una entrevista desde Africa, donde cumple su labor eclesiástica, criticó a la elite nacional y a los empresarios y manifestó su alejamiento de la Iglesia chilena, apuntando a lo que llamó un "lenguaje de secretismo" y a lo poco conectados que están sus sacerdotes con la realidad. Muchos alegaron. Y hasta el provincial de la Compañía de Jesús en Chile, Eugenio Valenzuela, dio públicamente excusas. El padre Yuraszeck también tiene opinión al respecto.

-¿Que te pareció la entrevista de Berríos?

-Me gusta la visión de Nicanor Parra: todos somos embutidos de ángel y bestia. Yo no separo el mundo entre los buenos y los malos. A Felipe lo admiro mucho, es muy comunicador y tiene la habilidad de lanzar cuñas desafiantes que te hacen pensar. Pero es como les pasa a los columnistas: si no se le sacan la madre a alguien, no lo lee nadie. Las diferencias al interior de la Iglesia reproducen las diferencias al interior de la sociedad: si en la sociedad hay segregación, desigualdades, abusos, pedófilos, alcohólicos… en los curas también. Lo que no me parece de lo que dice Felipe es la generalización, hay una falacia de composición al asignar a todos la propiedad de las partes. No todos los curas son pedófilos, no todos los banqueros son abusadores, no todos los senadores son corruptos…

-Sin embargo es innegable que la Iglesia vive momentos de desprestigio y caídas. ¿No te afecta, no te provoca dudas?

-La verdad, no, pero evidentemente afecta. Como que hay que andar cuidándose o pidiendo perdón por ser católico o ser cura. Me siento responsable de la vida de la Iglesia y eso no significa que escondo la cabeza como el avestruz o me hago el leso. Todo lo contrario. He aprendido a mirar el todo -la Iglesia, con sus falencias y virtudes- distinguiendo de las graves faltas, pecados, delitos de algunas de sus partes... Reconozco que hay mucho que cambiar y mejorar, y me animo a aportar lo mío. Puesto en línea de optar, intento, aunque me cuesta, ser como abeja que fecunda, antes que mosca que reparte mierda, que para eso ya hay harta gente dispuesta, disponible y que lo hace mucho mejor que yo.

CUESTION DE AMOR

José Francisco Yuraszeck no le hace el quite a ningún tema. Y opina con convicción. Del Estado y de su deuda con la educación. De la selección que hacen varios colegios -incluidos algunos jesuitas-, lo cual a su juicio fomenta la segregación. De temas valóricos como el Acuerdo de Vida en Pareja y el matrimonio gay: "Me gusta y estoy a favor del AVP, pero no del matrimonio homosexual, pues para mí el matrimonio es entre un hombre y una mujer. ¿Adopción por parte de parejas del mismo sexo? En principio no creo que una persona dependiendo de su orientación sexual tenga más posibilidades de amar o criar hijos… pero creo que para un niño es importante tener papá y mamá. Aunque a veces no hay ninguno, o uno cumple ambos roles. No tengo una opinión muy formada, sólo que el amar no tiene nada que ver con la orientación sexual".

El Padre Pepe habla incluso de amor. Y la pregunta inevitable es cómo hizo para cambiar lo que sentía por una mujer, antes de entrar a los jesuitas, a lo que hoy siente como sacerdote. Es claro: "No dejé a una mujer por el amor a Dios. Son amores distintos. A una mujer puedo tocarla, ¿a Dios cómo lo toco? A mi modo de ver, tanto el matrimonio como la vida sacerdotal son vocaciones regaladas por Dios. Mi decisión jamás fue por una mujer o por Dios, sino por proyectos: el proyecto de matrimonio y familia o el de la Compañía de Jesús, viviendo en comunidad, sirviendo la fe y promoviendo la justicia. Me parece que he elegido lo que me hace más feliz".

-¿Pero no te sientes nadando contra la corriente? Son tiempos en que cada vez se ordenan menos sacerdotes...

-No he sentido que he nadado contra la corriente. Me parece que la baja de sacerdotes es justamente lo que me motivó a entrar y espero que muchos otros quieran hacerlo. Hay que cuidar las "especies en extinción".

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