El neofanático (ese que llegó tarde al fútbol)
El fútbol es un gusto que la mayoría cultiva desde la infancia pero que a algunos les empieza a interesar cuando ya son adultos. Y no les gusta de la misma manera que a todos los demás.
"Me da lo mismo que Chile pierda". La frase la decía yo mismo diez años atrás y un amigo se ha encargado de recordármela en más de una oportunidad. Lo ha hecho, obviamente, para molestarme, como una manera de subrayar que mi gusto por el fútbol es reciente, tardío y, por lo mismo, probablemente menos intenso y real comparado con el de quienes, como él, lo cultivan desde siempre.
Y yo no reclamo ni tampoco me interesa disimular que en este ámbito soy más o menos nuevo, porque mucho de eso es completamente cierto (además me enganché en parte jugando FIFA en PlayStation, así que motivos no le faltan —ni a él ni a cualquiera— para molestarme).
Aunque tampoco me callo: cuando hay que discutir de fútbol, discuto; cuando hay que opinar qué jugador ha sido más decisivo en la cancha, lo hago; cuando hay imaginar una estrategia para ganarle a un rival, la imagino; cuando hay que criticar a un comentarista deportivo chileno, lo critico; o cuando hay que decir quién es tu volante de contención preferido, lo digo (Xabi Alonso, del Bayern Munich). ¿Por qué amilanarse frente a las opiniones de fans de toda la vida, muchos de ellos cegados por una devoción desmedida a un club, incapaces de aproximarse a algo parecido a la objetividad?
Una amiga me describe la nueva afición de su pareja, antes indiferente al fútbol, hoy convertido en un fanático que grita con los goles a raíz de la Copa América, y me reconozco: disfruta de que el juego pueda verse impecablemente en su televisor HD (años atrás, con las teles cuadradas de señal analógica, apenas podías distinguir a los jugadores) y no le interesa nada ir al estadio, porque no sabría cómo desenvolverse en ese hábitat, lleno de códigos que no maneja. También añade que, en su caso, los hijos influyen, porque hay una presión por ver los partidos con los niños para que estos no se queden afuera de la conversación general.
"No sé si soy un fanático. Soy un neófito, un aprendiz", dice Gonzalo Maza, guionista de películas como Gloria, dueño de la librería Qué Leo de Ñuñoa, y otro aficionado tardío, quizás de los más ejemplares, no sólo porque se lanzó a este mundo de un día para otro, sino porque su zambullida fue profunda (algo que puede comprobarse en su cuenta de Twitter @tengochicle, antes dedicada más que nada a las películas; hoy con muchos comentarios sobre jugadores y partidos, con pronósticos incluidos). Dice que sus amigos se ríen, que lo encuentran un aparecido y él tampoco alega: asume que tienen razón.
Todo partió poco antes del mundial de Brasil del año pasado, cuando empezó a ver este juego tal como veía las películas. "Viendo la pantalla completa, la táctica y estrategia de lo que ocurre en la cancha y no sólo siguiendo con los ojos dónde está la pelota. Cuando descubrí eso se abrió un mundo nuevo para mí: aprendí a entender tácticas, movimientos, estrategias y en definitiva, una nueva cultura".
El vínculo entre la cinefilia y el fútbol no es nuevo. En Chile está el caso del periodista Antonio Martínez, que critica películas y habla de fútbol con la misma propiedad, aunque quizás es más notorio en la futbolizada Argentina, donde hay casos como el de Quintín, ex árbitro y uno de los entusiastas del cine más connotados de ese país. Maza recomienda seguir su blog lalectoraprovisoria.wordpress.com, que en estos días intercala sus habituales crónicas de cine y libros con muy atinados comentarios de partidos de la Copa América. ("Uruguay es el equipo más previsible del mundo y a esta altura todos saben que no va a entusiasmar a nadie pero es muy difícil ganarle", escribió luego del partido con Chile, así que, sí, muy atinado).
Como buen hincha tardío, Maza no sigue a un club, no porque menosprecie ese culto, sino que por recato. "Ser hincha de un equipo lo asocio más a una adhesión emotiva que viene desde la infancia. Me parece muy impostado asumirla desde la adultez y la racionalidad", dice.
Cultiva también otros gustos típicos de neofan del fútbol: el disfrute de la Champions League y de programas de análisis de juego, en su caso el argentino Más que fútbol, de Matías Martin y Juan Pablo Varsky. "Varsky me gusta porque nunca está enojado, ama el juego y contagia ese entusiasmo".
Las causas de por qué alguien llega al fútbol recién a sus 20, 30 o 40 deben ser diversas, pero el entusiasmo que genera un equipo que juega bien y gana es un denominador común. Sucedió con el Colo-Colo que ganó la Copa Libertadores el 91 pasó con la U que levantó la Sudamericana el 2011; y desde luego que ocurrió con el proceso iniciado por Bielsa el 2007 y continuado hasta hoy por Sampaoli, que aún no rinde frutos en cuanto a títulos, pero sí cautiva con su estilo y su cultura de jugarles de igual a igual a las mejores selecciones del mundo.
Ver al Chile de Bielsa, primero en las clasificatorias y luego en el mundial, fue, en mi caso, una causa muy poderosa para pasar de la completa indolencia por este deporte a seguirlo como un pelotero más. Y la frase que repito hoy es "sólo quiero que Chile gane".
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