El superhéroe sudafricano

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Wayde van Niekerk se impuso cómodamente en la final de los 400 metros. Dejó en rídiculo a sus rivales, demostrando por qué es el nuevo amo de las pistas.




Wayde van Niekerk es por muchos considerado como el sucesor natural de Bolt. No es por su personalidad, ni por sus frases, ni por todo el marketing que mueve en torno a él, sino por sus marcas. El sudafricano es el único atleta que ha conseguido bajar los 44 segundos en los 400 metros, los 22 segundos en los 200, y los 10 segundos en los 100. Con sus números, el moreno sería cómodamente el campeón sudamericano en las tres distancias, por ejemplo.

De hecho, es muy probable que Bolt haya decidido darle el pase ganador para que, en este Mundial, además se imponga en el doble hectómetro, a los que el Rayo prefirió desertar. Él estuvo viéndolo en los nacionales de Sudáfrica de este año e, incluso Van Niekerk viajó en junio, poco antes de Londres, para prepararse junto al equipo jamaicano en la isla. Compitió en el Racers Grand Prix, donde Bolt se despidió como atleta de alto rendimiento en su país. El cariño y admiración es recíproco entre los dos plusmarquistas.

Pero la primera prueba del sudafricano en ese camino a transformarse en un supehéroe la tenía ayer, en la vuelta a la pista del Olímpico de Londres. Van Niekerk allí era el único favorito certero para colgarse el oro y, a diferencia de su amigo Bolt, no falló.

La diferencia entre ambos atletas es clara. Usain Bolt juega al payaso; Van Niekerk, en cambio, se mueve silencioso, ojalá nadie lo tome mucho en cuenta. Su negocio está en la pista, no fuera de ella. Ayer,su llegada al coliseo londinense estuvo cargada de mutismo. En la presentación, pese al aliento gigante de los miles de fanáticos que llegaron a verle correr, él, opuesto a sus compañeros, apenas se movió.

Su nombre retumbó en el estadio y el alzó las manos, pareciendo intimidado. Exhaló fuerte, movió los labios, miró la pista, se tomó las manos como si estuviera ejerciendo su última plegaria a un ser divino y esperó. Fue él contra los 400 metros. No hubo más.

Apenas sonó el disparo, se lanzó a correr de verdad. Fue una disputa sicológica, no física. Sus rivales le pelearon, pero, en realidad, fue una batalla perdida. Por eso es que comparan al sudafricano con el jamaicano: Van Niekerk es el único que también hace parecer ridículos a sus rivales, haciendo de una carrera una suerte de persecución. Incluso se frenó llegando a la meta.

Durante estos 400 metros, Van Niekerk entró con el oro en el cuello, pero a diferencia de su antecesor jamaicano, que se despidió con un bronce, no se confió en ningun momento. Ésa fue la clave. Puede que su marca no haya sido la mejor, y sí, estuvo lejos de bajar los 43 segundos como él una vez prometió, pero su ímpetu estuvo a tope, como siempre, desde que irrumpió en el Mundial de Beijing, hace dos años.

Sus rivales lo secundaron atrás por mucho, al menos tres cuerpos de distancia. Los ridiculizó, como siempre en una final. Ellos dieron vida a otra batalla, por quién le acompañaba al rey en el podio. La plata recayó en el bahameño Steven Gardener, que corrió en 44"41: el bronce, en el catarí Abdalelah Haroun, en 44"48.

Y hoy tendrá una nuevo desafío, el segundo capítulo de su historieta. Pero está tranquilo: "Tengo un buen equipo que me ayudará a recuperarme de este esfuerzo de cara a las carreras de 200 metros", aseguró a AFP. El supehéroe sudafricano no descansa.

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