El testamento de Boeninger
En los últimos años, Edgardo Boeninger ha venido percibiendo que el deterioro del debate público, la política de oportunidad y el esfuerzo de los grupos partidistas por imponerse a los adversarios mediante el daño ponen en riesgo las posibilidades de desarrollo del país en la misma medida en que esas posibilidades requieren acuerdos amplios y de largo plazo en diversas áreas. La mayoría de esos acuerdos no resulta viable en época de competencia electoral, pero en el último tiempo -y especialmente a lo largo del cuatrienio de Bachelet- esa competencia parece haberse vuelto permanente.
Para advertir sobre la progresiva erosión de tales acuerdos decidió escribir el que él mismo ha definido como su "último trabajo": el libro Chile mirando al futuro -Propuestas para reflexionar, que será presentado el 28 de septiembre.
No es un texto cualquiera. No tiene una hipótesis ideológica, carece de teoría social, no pasa por la historia ni por la sociología y prescinde de toda pretensión personal, aunque una y otra vez precisa que muchas de sus afirmaciones son opinables.
Y sin embargo, es uno de los libros políticos más importantes que se haya producido en Chile en los últimos tiempos.
Boeninger suele ser considerado uno de los arquitectos de la transición. Pero al decirlo se suele omitir que alcanzó esa condición estudiando minuciosamente las mecánicas del Estado, las políticas públicas y las necesidades sociales. Su legendaria sangre fría, su detachment de las alarmas de coyuntura, tiene más que ver con ese conocimiento que con la falta de pasión política.
Ex director de Presupuesto, ex rector de la Universidad de Chile, ex ministro secretario general de la Presidencia, ex senador designado -un cargo con el que no se hizo problemas, después de conocer la importancia del Senado desde el otro lado del mesón-: pocos hombres han sido más versátiles en el servicio público en Chile.
Por eso se anima a escribir 208 páginas en las que revisa, con su estilo escueto y directo, lo que identifica como las principales disyuntivas del país:
- La educación, "la primera prioridad nacional de los próximos años", cuya reforma tomará un par de décadas y que requiere de acuerdos supra-presidenciales para incrementar año por año el presupuesto que le asigna el Estado, junto con introducir cambios sustantivos en sus prácticas docentes y administrativas.
- Las desigualdades, que deben ser reducidas "sin sacrificar el crecimiento". Como está en su naturaleza no aceptar ideas predigeridas, Boeninger sostiene que "en Chile existe una economía de mercado regulada, que nada tiene de neoliberal" -como suele decir "la elite política de la Concertación"-, y que no puede renunciar al crecimiento si quiere mejorar la distribución del ingreso.
- La protección social, un objetivo "ya consagrado en Chile", en el cual incluye los problemas de pobreza, salud, cesantía y previsión, focos que a su juicio siguen pendientes.
- Las relaciones laborales, en las que rechaza tanto la política "de suma cero" de la CUT como las acciones defensivas de los empresarios. Una política laboral moderna, dice, debería estimular la movilidad y focalizarse en la capacitación y la generación de empleo, lo que supone una nueva combinación de reformas.
- La política tributaria, a la que asigna una importancia simbólica y real, pero no central. Contra la opinión de muchos concertacionistas, Boeninger piensa que la estructura tributaria actual no es regresiva, aunque admite ajustes importantes.
- El crecimiento, la innovación y la competitividad le parecen tres pilares básicos para el desarrollo futuro, dado que los mayores riesgos de la economía estarán en el nivel micro y en las variables educativas, institucionales y políticas. Este capítulo aborda las pymes, la regulación, la matriz energética e incluso la política de aguas.
- El sistema político, donde rechaza los esfuerzos por parlamentarizar el presidencialismo y se manifiesta a favor, aunque no de inmediato, de un parlamentarismo que permita fortalecer los partidos políticos, modificando primero el sistema binominal, limitando el gasto electoral y fortaleciendo las normas de transparencia del gobierno.
- La modernización del Estado, que debería incluir la instauración de un servicio civil, la reforma de los estatutos funcionarios (con derecho a huelga y fin a la inamovilidad) y la incorporación de recursos privados. "No me parece pertinente hoy la discusión de más Estado o menos Estado: la opción de menos Estado es social y políticamente inviable. Lo que se necesita… es avanzar hacia un mejor Estado".
Un último capítulo, titulado "Breves referencias a otros temas", formula propuestas ¡nada menos! que sobre política exterior, pueblo mapuche y drogas y narcotráfico. Como diciendo: que no nos limite la modestia.
Boeninger sabe que no es fácil resolver la encrucijada entre acuerdo y confrontación. "La política es competencia por el poder", escribe, "pero también es búsqueda de mayor desarrollo del país y más bienestar de su población". Por ello invita a renunciar a la idea de superioridad moral, que conduce a la intransigencia, e introducir una urgente renovación generacional y de género en los cuadros dirigentes.
Ya sea que gobierne desde el 2010 la Concertación o la Alianza, "la búsqueda de acuerdos amplios y transversales… debe ser la tónica del futuro", porque se trata de "elevar la calidad de la política y de superar la conflictividad inevitable del 2009".
Con su estilo seco, conciso, anti-especulativo y archi-racional, Chile rumbo al futuro ocupará en la literatura política del siglo 21 un lugar parecido al que antes tuvieron En vez de la miseria, de Jorge Ahumada, o Chile, un caso de desarrollo frustrado, de Aníbal Pinto. Sólo que más luminoso, más esperanzado, disimuladamente más cálido. Como un testamento planificado hasta en el tono, para una familia que casualmente es todo un país.
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