El universo luminoso de Niemeyer

A días de cumplir 105 años, Oscar Niemeyer murió el miércoles en Río de Janeiro. Era el último maestro de la arquitectura del siglo XX. El legado del creador de Brasilia es un conjunto imaginativo, poético y elegante.




Cuenta la leyenda que al llegar a Brasilia en 1961, el astronauta ruso Yuri Gagarin sintió que estaba en otro planeta. No ha sido el único. La ciudad diseñada por Oscar Niemeyer y Lucio Costa a fines de los 50 parece un viaje a otra dimensión. "Es audaz, escultural, llena de color y libre; no se parece a nada hecho anteriormente", dijo el arquitecto británico Norman Foster, Premio Pritzker 1999, tras la muerte del brasileño.

A 10 días de cumplir 105 años el sábado 15, Oscar Niemeyer murió el miércoles en el Hospital Samaritano de Río de Janeiro, por una infección respiratoria.

Recibió honores de Estado en Brasilia y fue sepultado en Río de Janeiro. Y ha recibido también homenajes de los grandes nombres de la arquitectura mundial. "Su trabajo visionario ha tenido la más profunda influencia, con el más alto grado de originalidad y sensibilidad espacial", dijo la británico-iraní Zaha Hadid, Premio Pritzker 2004.

"Fue una inspiración para mí y para una generación de arquitectos", subrayó Norman Foster.

Enamorado de las curvas y la naturaleza, Niemeyer fue el último gran maestro de la arquitectura del siglo XX. Heredó y transformó las lecciones del franco-suizo Le Corbusier. Según el arquitecto Sebastián Gray, su obra hizo una alianza precisa con su país: "A Brasil como cultura y paisaje le hizo muy bien ese modernismo, porque era un país pujante con una gran economía y recursos y porque el clima glorifica sus obras".

Inaugurada en 1960, Brasilia es el gran triunfo de la arquitectura de Niemeyer. Allí se encuentran gran parte de sus obras maestras: la catedral, el Congreso Nacional y el Palacio de la Alvorada. Su huella puede verse también en la sede del Partido Comunista Francés en París, de 1980, que diseñó en su exilio; el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, de 1996, y acaso la última de sus maravillas, el Centro Cultural Niemeyer de Avilés, de 2011. Su legado es un universo de imaginación y elegancia, donde "la forma sigue a la belleza", como él decía. "Una obra de arte debe provocar la emoción de la novedad", afirmaba.

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