Embajador en espera
Hace 45 días, el embajador en Venezuela, Pedro Ramírez, regresó a Santiago sin fecha de retorno. En los últimos meses tuvo que enfrentar dos episodios críticos que lo mantuvieron cuestionado en Chile. Mientras la crisis política en ese país se agudiza, su futuro diplomático permanece en suspenso.
El teléfono de la residencia de Pedro Felipe Ramírez en el barrio Country Club, de Caracas, sonó cerca de las 18 horas. El embajador chileno en Venezuela se preparaba para recibir a un grupo de embajadores y a tres antiguos candidatos presidenciales de la oposición al chavismo, Eduardo Fernández (Copei), Claudio Ferrer (Acción Democrática) y Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo), quienes debían llegar una hora después, cerca de las 19 horas. El tema de discusión ineludible sería la resolución de disolver la Asamblea Nacional (Congreso) tomada por el Tribunal Supremo. Ramírez levantó el aparato y reconoció la voz del subsecretario de Relaciones Exteriores, Edgardo Riveros, al otro lado de la línea. La noticia lo sorprendió: por instrucciones del canciller Heraldo Muñoz, Ramírez era "llamado a informar" en Santiago de la nueva crisis de Venezuela. Esta vez no tendría fecha de regreso a Caracas. Riveros le pidió al embajador máxima discreción hasta que el canciller confirmara la noticia desde Portugal, donde acompañaba a la Presidenta Michelle Bachelet.
Cuando los primeros invitados llegaron a la casa de Ramírez, no le dieron tiempo de contar la novedad de su partida. Ya lo sabían. La decisión de la Cancillería se había filtrado a los medios de comunicación chilenos en apenas una hora y en cosa de minutos sería confirmada por el propio ministro de Relaciones Exteriores. Las circunstancias ponían así un alto a los casi tres años de misión diplomática de Ramírez en Venezuela.
Durante esa cena del jueves 30 de marzo, que resultaría ser su última actividad en Caracas, Ramírez escuchó del ex candidato presidencial Eduardo Fernández una frase que todavía resuena en su cabeza y que ha reproducido a muchos de sus cercanos en Chile. "Entendimiento habrá siempre. La pregunta es si será antes o después de los muertos", dijo. El embajador chileno inmediatamente pensó en las oportunidades perdidas para resolver pacíficamente conflictos sangrientos como la Guerra Civil Española o evitar golpes de Estado como el de Augusto Pinochet en Chile.
A semanas de su partida, el mundo ya comenzó a contar muertos por decenas en Venezuela. Ramírez ha dicho en su círculo de amigos que el escenario todavía puede empeorar, que las víctimas pueden ser miles.
45 días
La actividad de Ramírez ha ido cambiando paulatinamente de foco durante su estadía en Chile. Sus primeros días estuvieron dedicados a reuniones en la Cancillería y a su segunda comparecencia frente a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados en lo que va del año. La primera, que había sido dedicada íntegramente a la situación judicial del ciudadano venezolano-chileno Braulio Jatar, fue secreta; la última, en tanto, se realizó el martes 4 de abril.
Ramírez se encontró una vez más con parlamentarios como el UDI Javier Hernández, que desconfiaban de su idoneidad para encabezar la misión diplomática por haber trabajado como ministro de Vivienda y de Minería de Salvador Allende en el gobierno de la Unidad Popular. Incluso, en el oficialismo persistía cierta idea de que Ramírez era simpatizante del gobierno de Nicolás Maduro, a contrapelo de la posición de los propios diputados y del mismo canciller.
"Siento que se instaló una imagen suya cercana al régimen de Maduro, pero el embajador ha respetado las instrucciones del canciller, más allá de lo que pueda manifestar internamente", dice uno de los integrantes de la comisión, el PPD Cristián Campos.
La respuesta de Ramírez a estas dudas quedó registrada en actas de la comisión.
"El embajador Ramírez, junto con refrendar lo señalado por el señor canciller, agregó que si personalmente no estuviera de acuerdo con la política exterior de Chile no estaría ejerciendo el cargo de embajador", señala el documento.
A partir de entonces, Ramírez se volcó a buscar una salida a la crisis de su partido, la Izquierda Ciudadana (IC), que ya había sufrido un duro golpe con la salida de su único parlamentario, Sergio Aguiló, por desavenencias con la directiva de Francisco Parraguez. Para Ramírez y un grupo importante de militantes, la única salida posible era la renuncia de su presidente. Este rechazó tajantemente la opción de dar un paso al costado, así que los opositores decidieron renunciar el 12 de abril pasado, por lo que actualmente Ramírez es independiente. Esta salida masiva de militantes le podría significar a la IC perder su calidad de partido nacional, ya que, según cercanos a Ramírez, la colectividad sería incapaz de mantener el número de fichajes mínimo en tres regiones consecutivas del norte tras las renuncias.
Además de eso, Ramírez ha aprovechado su estadía para ampliar sus contactos dentro del cambiante escenario político nacional. En marzo, poco antes de ser convocado a "informar" por Cancillería, Ramírez pasó por Santiago y se reunió con el candidato presidencial del PR, PS y PC, el periodista Alejandro Guillier, por casi dos horas. En ese rato hablaron de la construcción de su programa, que buscaría avanzar en las reformas iniciadas por el gobierno de Michelle Bachelet e introducir otros cambios que sean "realistas". En particular, discutieron de las reformas constitucionales y previsionales. La crisis venezolana no fue tratada en el encuentro.
En las últimas semanas, el embajador chileno en Venezuela ha aprovechado de visitar viejos amigos y pasar tiempo con sus hijas y nietos. También ha comenzado a hacer arreglos en su departamento en el centro de Santiago, ya que no sabe hasta cuánto tiempo tendrá que permanecer ahí o si eventualmente podrá volver a Caracas. Hoy se cumplen 45 días desde que regresó.
Reportajes contactó a Ramírez para una entrevista, pero este se excusó argumentando que desde octubre de 2014 existe un instructivo que les pidió a las misiones diplomáticas chilenas abstenerse de opinar públicamente de política activa, ya sea de Chile o de sus países anfitriones, sin la autorización de la Cancillería. La medida fue una respuesta a unas polémicas declaraciones del ex embajador chileno en Uruguay Eduardo Contreras (PC) sobre las bombas en el Subcentro y del rol de la DC en el golpe de Estado de 1973.
En marzo, poco antes de ser convocado a "informar" por Cancillería, Ramírez pasó por Santiago y se reunió con el candidato presidencial Alejandro Guillier, por casi dos horas.
"Complot" por la paz
Quienes han compartido con Pedro Ramírez en el último mes y medio comentan que su visión del conflicto venezolano ha cambiado en el último tiempo, incluso antes de que el Tribunal Supremo decidiera cerrar la Asamblea Nacional y posteriormente Maduro anunciara una Asamblea Constituyente. Ve una polarización más extrema que cuando llegó a Caracas hace tres años, pues los bandos no se reconocen ni se respetan, como -dice- debe ocurrir en una democracia saludable. No hay pacto de convivencia.
También ha hablado con chavistas que le han dado la espalda al gobierno de Maduro, porque no son capaces de comer más de dos veces al día. A su juicio, el hambre es un factor que podría desencadenar una respuesta popular aun más violenta, que sobrepase incluso a los dos bandos políticos en disputa. En medio del desabastecimiento y una inflación que ha disminuido al mínimo el poder adquisitivo de muchos venezolanos, Ramírez no comprende cómo llenar el estanque de su auto le cuesta un equivalente de 30 pesos chilenos ni por qué la cuenta de la luz de la embajada fluctúa alrededor de los $ 500.
Ha comentado que con Maduro no ha cruzado más que un par de frases protocolares, pero que el mandatario siempre le recuerda enviarle saludos a la Presidenta Bachelet, a quien percibe con una actitud menos beligerante que la del canciller Muñoz. También ha hablado de su cercanía con la fiscal general Luisa Ortega, cuyas sorprendentes críticas a la decisión del Tribunal Supremo la convirtieron en una de las protagonistas políticas del país, y ha comentado sus intentos frustrados por entrevistarse con Vladimir Padrino López, ministro de Defensa y comandante de la Fuerza Armada Bolivariana, a quien también considera un actor clave.
Ramírez también ha conversado con los líderes de la oposición, como Henrique Capriles, quien desayunó en su casa cuando estaba promoviendo un referéndum revocatorio, o Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, el líder opositor encarcelado desde 2014, a quien llamó por instrucción del canciller Muñoz cuando uno de sus seguidores fue herido en un acto público en Zulia. De acuerdo a lo que ha contado, Tintori se emocionó con el breve llamado de apoyo.
Mientras fue duramente criticado por no condenar la actuación del régimen de Maduro, Ramírez ha señalado a sus cercanos que su residencia se transformó en una sede donde se "complota por la paz" con miembros de la oposición, embajadores y representantes de la Iglesia, como el nuncio apostólico de Venezuela, Aldo Giordano. "La posición de Chile en este tema es buscar el diálogo y eso es precisamente lo que ha hecho el embajador Ramírez en Venezuela. Esas son las instrucciones que él tiene y las ha recibido con mucho ánimo, porque él estima que eso es exactamente lo que hay que hacer", comenta el diputado Sergio Aguiló, amigo de Ramírez.
Un libro para Jatar
Si hubo un episodio que alteró la rutina del embajador Ramírez mientras estuvo en Caracas fue el arresto del ciudadano venezolano-chileno Braulio Jatar, quien alega haber sido encarcelado injustamente en octubre de 2016 por difundir imágenes de una protesta contra Nicolás Maduro en Isla Margarita. En contra de su primer impulso, Ramírez se vio obligado a intervenir en favor de Jatar por instrucción del canciller Muñoz, que había recibido la presión de diversos sectores políticos del país. Las primeras gestiones fueron realizadas por el consulado y la gestión de Ramírez fue mal evaluada en Chile inicialmente. "Se debió actuar de manera más enérgica en lo de Jatar", recuerda el diputado Campos (PPD), alineado en esta materia con su compañero de partido en la comisión, Jorge Tarud.
El embajador ha manifestado en las últimas semanas que la presión de los partidos chilenos fue excesiva en el tema de Jatar, pero que él cumplió con el mandato de su superior y visitó al preso apenas pudo, mientras que los funcionarios del consulado hacían gestiones para sacarle documentos chilenos. Aquella primera visita ocurrió poco antes de Año Nuevo, cuando Jatar estaba en la cárcel de Cumaná, después de haber sido transferido secretamente por las autoridades venezolanas. Ramírez viajó seis horas en auto para llegar hasta allá y tuvo que hablar con la directora del penal para que lo dejaran verlo, pues estaba en aislamiento.
Según comentan cercanos al embajador, cuando finalmente pudo reunirse con Jatar, éste se mostró indignado por la lentitud de las gestiones en su favor y expresó que el gobierno chileno lo "había abandonado". Tras escuchar los reclamos, Ramírez estuvo a punto de retirarse y solo entonces Jatar bajó el tono para que lograran entenderse. Antes de irse, el embajador le dejó a Jatar un libro de poesía latinoamericana que llevaba consigo. El segundo encuentro entre ambos, en la prisión de Isla Margarita, sería mucho más relajado.
A casi ocho meses de su detención, Jatar sigue preso en Venezuela. En Chile continúa la presión para que el gobierno eleve nuevas gestiones para liberarlo y se realicen nuevos esfuerzos para ayudar al dirigente del Copei Roberto Enríquez, quien se refugió en la embajada chilena apenas unos días después de la partida de Ramírez gracias a las gestiones del ex parlamentario Juan Carlos Latorre y su partido, la Democracia Cristiana.
Mientras la presidenta de la DC, Carolina Goic, pidió esta semana que el gobierno dé una señal retirando permanentemente a su embajador de Venezuela, Ramírez ha comentado a sus cercanos que se sentiría mucho más útil para ayudar a Jatar y Enríquez si estuviera en Caracas.
"El fue DC, después de la Izquierda Cristiana, y tiene amistades cercanas a la DC allá en Venezuela. Puede establecer diálogo fecundo y ha logrado una coordinación junto con otros embajadores, con el nuncio apostólico, que es el embajador del Vaticano, para establecer puentes y lazos para que los espacios de entendimiento se logren", argumenta Aguiló.
Volver
A pesar de que van más de una treintena de muertos en las calles de Venezuela desde que regresó a Chile, Ramírez no ha sido convocado a La Moneda a conversar con la Presidenta Michelle Bachelet. Ramírez tampoco ha conversado con el canciller Muñoz desde que ambos asistieron a la Comisión de RR.EE. de la Cámara, a comienzos de abril, y solo se ha comunicado con los funcionarios de la Dirección de América del Sur.
Desde la Cancillería insisten en que la estrategia chilena respecto de Venezuela funciona en bloque con otros países de la región. Por eso, Ramírez cree que su futuro podría definirse a fin de mes, cuando los presidentes del continente se reúnan en Quito para el cambio de mando, en el cual Lenin Moreno asumirá como Presidente de Ecuador. Se espera que los mandatarios analicen en conjunto el escenario de Venezuela y tomen un curso de acción común.
Hasta entonces, el embajador sigue en pausa.
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