En las relaciones, vamos "avanzando hacia el pasado"

Nadie debería sorprenderse. Hace unos 10 mil años, ellas recolectaban frutas y vegetales aportando el 60% de la comida que consumía la familia. Hoy, con la simplificación y la automatización de las labores de la casa ellas han vuelto al trabajo, provocando una revolución económica, social y sexual? aún en desarrollo.




Puede sonar contradictorio. Todo apunta a que las relaciones de pareja "progresan" hacia una mayor igualdad, pero los investigadores aseguran que esto no es más que una vuelta al pasado, el retorno a la forma habitual de como se relacionaban los seres humanos hace 10 mil años. Algo así como un ajuste de cuentas histórico que, a la larga, debería ser beneficioso para todos.

Hoy se comentan con admiración estadísticas que dicen que en 2009 en Chile, un 51% de la matrícula de la educación superior correspondió a mujeres. En EE.UU. esta brecha es mayor: cada dos hombres que reciben su título universitario, tres mujeres logran lo mismo. Y la encuesta Casen resaltó otro hito nacional. El 51,1% de los profesionales en el mercado laboral ahora son mujeres. ¿Un avance? Sí, pero hacia nuestro origen.

La antropóloga y bióloga de la Universidad de Rutgers, Helen Fisher, quien visitó nuestro país hace pocas semanas, lleva 28 años estudiando la relaciones de pareja. En tiempos de cazadores y recolectores, dice, las mujeres recogían frutas y vegetales y aportaban, en promedio, el 60% de la alimentación que consumía la familia. "Durante miles de años, ellas fueron tan poderosas como ellos en lo económico, lo social y lo sexual", explica.

La aparición del arado, que manejó el hombre por tener más fuerza, la fue sacando del mundo del trabajo. Las industrias consolidaron el predominio masculino. Pero la revolución post industrial y la automatización, le han permitido regresar. Y con una ventaja: al ser ellas las que criaban a los niños desarrollaron habilidades muy valoradas hoy en día, como más talento en lo verbal o ser mejores para leer posturas, gestos y tonos de voz. Esto, dice Fisher (ted.com), ha sido crucial para que hoy dominen en las comunicaciones, sobre todo en televisión "que representa la antigua fogata", frente a la cual nos sentamos para ver y escuchar lo que moldea nuestra mente.

Según esta investigadora, nuestros ancestros tenían en promedio tres parejas durante sus vidas. Es decir, mantenían una relación monogámica por un promedio de cinco años, lo que les permitía dejar criado al hijo, antes de romper la relación. Este rasgo evolutivo se mantiene hasta hoy: el nacimiento del primer hijo sigue siendo una importante causa de crisis y posterior divorcio. Pero si la relación es buena, estas parejas seguirán unidas.

Según Fisher, el regreso de la mujer al trabajo ha tenido un alto impacto en cómo hoy se vive el sexo y la vida familiar. "Hoy ellas expresan más su sexualidad, la inician antes, tienen más parejas, expresan menos remordimiento por lo que hacen, se casan más tarde, tienen menos hijos y rompen sus malos matrimonios para lograr otros mejores", dice. En su opinión, hoy estamos más cerca de la igualdad de pareja o del que ella llama "matrimonio de acompañamiento", como era hace miles de años. Por eso, apuesta a que las parejas venideras serán más estables.


BRECHA EDUCACIONAL
Una apuesta diferente es la de Betsey Stevenson, profesora de políticas públicas y negocios de la Wharton School de la U. de Pensilvania.

Para ella, el ingreso de las mujeres a la educación superior y al mercado del trabajo ha cambiado el modelo de matrimonio en los últimos 50 años. "Desde uno en que los roles estaban separados, con un hombre proveedor y una mujer criando a sus hijos en la casa -modelo poco atractivo para mujeres profesionales-, hacia uno en que hay una visión compartida sobre cómo vivir nuestras vidas", dice a The New York Times.


Esta académica argumenta que en este nuevo modelo, que llama el "matrimonio hedonista", las parejas comparten preferencias y deseos similares en cuanto a balancear lo mejor posible el trabajo, la diversión y la familia. Esta idea crece con fuerza, cuando ellas tienen recursos para disfrutar sus vidas. Por eso, no es sorpresa que en EE.UU. la felicidad marital sea mayor en parejas donde ambos cuentan con un título universitario, grupo en que también el divorcio está disminuyendo.
Pero también se ve que las mujeres con educación superior están casándose, sin que la seguridad financiera sea el principal beneficio que ellas buscan en el matrimonio. Así, los maridos potenciales que ganan menos que ellas, no representan un problema.


Otra característica que se ha perdido es la de las mujeres que se casaban mientras estaban en la universidad. Hoy, ellas se reciben, entran al mundo laboral donde conocen otros hombres, lo que hace más amplia la oferta de parejas, de la cual ellas eligen a alguien para compartir sus vidas.
En todo caso, a Stevenson le asalta una duda. Según ella, habrá que ver si las mujeres educadas tendrán lo suficiente en común cuando se casan con hombres menos educados. Quizás, si la brecha educacional entre hombres y mujeres sigue en aumento, podríamos ver una reducción de la tasa de matrimonio de estas profesionales hacia cifras del pasado, cuando las universitarias se casaban menos, en comparación con las que sólo terminaban su cuarto medio.


LO QUE ELLAS BUSCAN
Para Stephanie Coontz, autora del libro Matrimonio, una historia: cómo el amor conquistó el matrimonio, el problema principal que enfrentan hoy algunos hombres -trabajadores manuales y con poca educación- es la ausencia de modelos de masculinidad alternativos.
Para ella, se corre el riesgo de que estos varones cultiven modelos hipermasculinos que desprecian la responsabilidad compartida. Algo que explica las mayores tasas de divorcio entre parejas con menos educación.

Para Coontz, lo positivo es que en las últimas décadas los hombres han aumentado su tiempo dedicado a las labores de la casa, así como a cuidar a los hijos. De hecho, ellos están manifestando mayores conflictos trabajo-familia. Ellas, por su parte, en su mayoría manifiestan que es más importante tener un marido que comparta su intimidad y colabore en los quehaceres de la casa y la crianza de los hijos, que tener uno que se dedique a ganar dinero.

Lo anterior podría ser una buena fórmula, ya que el mejor predictor de satisfacción marital para el hombre es -según Coontz- la mayor cantidad de sexo que tiene y la menor dosis de críticas que recibe de su mujer. Y numerosos estudios revelan que ellas sienten más intimidad y más atracción sexual -al tiempo que son menos críticas- con maridos que participan en la crianza de los hijos y ayudan en la casa. Al parecer, la pareja ideal.

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