Enrique Barros: "Chile demanda hoy de Piñera menos payaseo y que sea más estadista"
Para el presidente del CEP "es altamente probable" que el ex mandatario vuelva a La Moneda en 2018 y desde ya trasluce que la vara esta vez es más alta. De Guillier, dice que el riesgo "es que sea un populista soft, con muy poco fondo", y de Lagos, que "seguirá en el foro público, pero se fue del primer plano". Pese a su dura crítica al gobierno, cree que el daño que, a su juicio, éste le hizo al país es "más coyuntural que permanente".
No sube el tono de la voz, ni se agita mayormente, pero eso no le resta ni un poco de convicción al análisis que el abogado Enrique Barros Bourie hace del estado de cosas en Chile. Ligado al Centro de Estudios Públicos (CEP) desde sus inicios, en los 80, hace ya casi un año y medio asumió la presidencia del think tank (ver página 14), cuando su líder histórico, el empresario Eliodoro Matte, dio un paso al costado debido al caso de colusión en el mercado del tissue en que se vio envuelta la empresa emblema de su familia, CMPC.
Actualmente, Barros reparte su tiempo entre la labor del CEP, los talleres que realiza para alumnos de cursos superiores en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y su oficina profesional, la que separó hacia fines del año pasado de sus socios Max Letelier y Francisco González. "Me voy a concentrar exclusivamente en lo que son mis ventajas relativas y mi vocación a estas alturas, que son el arbitraje y las opiniones legales de expertos. Ya no voy a litigar ni voy a participar en negociaciones contractuales", explica sobre la actividad de su nuevo estudio, al que hoy llama "pequeño Alepo", porque está en obras de remodelación.
Una vez que se cumplan los cuatro años de este gobierno, los que cataloga como perdidos, advierte que los desafíos de la próxima administración serán "enormes". "Hay que iniciar un camino que de nuevo nos dé ciertos básicos en los cuales apoyarnos. Esos básicos son los que se destruyeron y que hay que reconstruir. Es una tarea política muy grande. Esa idea nihilista de que hay que destruir todo porque está todo mal tiene que ser reemplazada por una actitud que la gente reconozca como de interés general", expresa. En ese sentido, estima que un problema relevante para quien llegue a La Moneda será cómo lograr mayorías políticas para corregir las reformas de Bachelet. "En materia tributaria, por ejemplo, francamente creo que no hay mucho espacio para disminuir la carga, pero sí debe haber espacio para hacer una reforma tributaria como la gente. Le voy a decir una cosa divertida: yo siempre he dicho que las reformas tributarias que les dan demasiado trabajo a los contadores y a los abogados tributaristas son malas reformas, y nunca he visto a los contadores y a los abogados tributaristas más ocupados que ahora", señala.
A menos de un año de que concluya este segundo gobierno de la Presidenta Bachelet, ¿cómo ve el país?
Creo que ha sido una etapa extremadamente delicada. La Nueva Mayoría se presentó como una especie de torbellino de conciencia, que niega todo valor a la sociedad civil, con una idea de que la voluntad política se forma de una manera integrista. Se pretendía construir una sociedad en que lo público es idéntico a lo estatal, pero que al mismo tiempo era completamente ignorante y no ponía ningún acento en las miserias del Estado de Chile. En definitiva, creo que la Nueva Mayoría nos llevó a zonas ideológicamente peligrosas con esa arcadia del futuro, del mundo feliz. La ideología cierra la vista hacia la realidad y, en el fondo, el gran problema que tuvimos fue ese.
Pero en la Nueva Mayoría argumentan que en todas las miradas hay ideología, incluida la que tiene la centroderecha.
No, no es eso. Ese es otro manejo del lenguaje. La principal característica de la ideología es que es impermeable a la razón. La ideología se plantea como un proyecto invulnerable al argumento, ese es el sentido negativo que tiene. Mi impresión es que el gobierno partió con un mal diagnóstico de lo que era la sociedad chilena, fue ideológico en la inspiración y ciego a las prioridades, lo que se muestra, por ejemplo, en educación. Y por último, el diseño fue deficiente y la ejecución peor. Francamente, quisiera que mi diagnóstico fuera diferente, en esto no hay ninguna pulsación de interés, porque además la Presidenta Bachelet me cae regio. Pero esto me duele, porque el país ha perdido cuatro años y vamos a gastar otros cuatro u ocho en reordenarnos.
¿Qué tan profundo ve ese daño?
Creo que es un daño más coyuntural que permanente. Hay que reconocer que pese a la postura ideológica de este gobierno, sus intervenciones equivocadas fueron focalizadas: en educación, una mala reforma tributaria, en lo laboral que es muy serio, pero lo que es la estructura básica que ha construido el país, quedó inalterada. O sea, tenemos una economía de mercado abierta al mundo y es un problema de incentivos, no de cambio de estructura, para que el país se desarrolle de nuevo. Por lo tanto, en ese sentido, estoy relativamente optimista. Es un daño profundo en lo coyuntural, pero en lo estructural las bases están dadas para que el país se recupere.
¿Eso corre también para lo económico, porque el Banco Central bajó a 1%-2% la proyección de crecimiento de este año?
Ha habido factores de origen externo y de políticas internas. Estas últimas han sido muy importantes para desalentar la inversión en un momento que lo único que se creó fue incertidumbre, pero buenas políticas pueden alterar esa tendencia.
¿Lo sorprendió la elección del PS en favor de Guillier y la decisión de Lagos de bajarse de las primarias?
La del PS es una decisión oportunista y eso se ve incluso en el secreto con que fue tomada. Algo me dice que el oportunismo no es muy amigo de la lealtad.
¿En qué se equivocó Lagos que no consiguió convocar con su candidatura?
En vez de fortalecer la identidad que mostró en su presidencia, innovadora, socialdemócrata, pretendió mimetizarse un poco con el ideario de la Nueva Mayoría, lo cual siempre produce un efecto adverso, porque no resulta creíble. Pero creo que también hubo un problema en la manera de enfrentar al público. El dedo de Lagos en TV de 1988, que fue aclamado, hoy es un gesto autoritario. Su estilo tal vez ya no se presta para los tiempos.
¿Es el fin de la carrera política de Lagos y el cierre de un ciclo en la historia del país?
Un personaje como Lagos seguirá en el foro público, pero con esto se fue del primer plano. Lagos y Aylwin son los estadistas que cambiaron el país en los últimos 30 años y ahí se apoya su autoridad.
¿Qué debe hacer la DC frente a este escenario, ir a primera vuelta con Goic?
La DC chilena vive su propia contradicción vital entre un electorado más bien conservador y una militancia clientelista. ¿Cómo se resuelve? No soy adivino, pero creo que si no afirma su identidad ahora, aun a costa de salir para atrás en las próximas elecciones, está frita para el futuro. Hay un camino intermedio que es reconstruir su pacto electoral con el PS, que en el pasado fue bueno para los dos y para el país. Mal que mal, el PS apoya un candidato presidencial que no es el propio y eso debiera facilitar las cosas.
¿Esto es la lápida para la Nueva Mayoría?
La Nueva Mayoría se ha puesto a sí misma la lápida por las ilusiones irresponsables que sembró hace cuatro años y por su increíble incapacidad de gobernar.
¿No se puede reinventar?
La Nueva Mayoría tal como la conocimos no sigue. Puede que derive en una cosa populista soft. En el fondo, la coalición está destruida. Puede subsistir como un esfuerzo táctico para mantenerse en el poder, pero han perdido las ilusiones y la pasión. Es probable que una parte de ese desencanto lo gane el Frente Amplio, en un fenómeno algo similar al de Podemos en España.
¿Cómo queda posicionado Guillier y qué impresión tiene de él?
Yo creo que Alejandro Guillier no pasa la prueba del rigor, que es cómo administrar y controlar el Estado de forma eficiente, y cómo llevar la economía de vuelta a la innovación, al crecimiento, a mayor productividad. El riesgo de Guillier es que sea un populista soft, con muy poco fondo, que vaya simplemente tocando emociones.
Él dijo que un grupo de privilegiados está bloqueando el desarrollo del país.
Eso supone una tesis conspirativa que es completamente ajena a la realidad. En el mundo empresarial cada cual toma sus decisiones de acuerdo a las circunstancias. Por eso, lo veo como populista. De hecho, mis hijos menores, que son bastante contestatarios en ciertas cosas, dicen que Guillier es un candidato oportunista y que la razón por la cual los partidos apoyan a Guillier es simplemente para mantener las pegas.
¿Y cómo ve a la centroderecha frente a ese fenómeno?
La derecha está mayoritariamente ordenada en torno a Piñera, a diferencia de la división de la Nueva Mayoría.
Pero igual hay disputas y la de ahora es si deben o no hacer primarias luego de lo ocurrido en la Nueva Mayoría.
Hay sólo un hecho casi cierto: Piñera es el candidato de la centroderecha que estará en segunda vuelta. No estoy muy seguro del rol de las primarias. Puede ser bueno que haya otros candidatos en primera vuelta, porque personalmente me gusta una derecha con nuevas caras.
¿Pero no legitimaría su triunfo ir a primarias?
No creo que las primarias condicionen la legitimidad. Tienen ventajas y problemas, y no están arraigadas en nuestra cultura política. La tarea de largo plazo de la derecha es terminar con el predominio electoral que la izquierda ha tenido en Chile por un siglo.
¿Cómo debe resolver Piñera el manejo de sus negocios e inversiones?
Un fideicomiso serio, entregado probablemente a una institución extranjera, que comprendiera todo su patrimonio de inversiones, es la manera de solucionarlo. En un país como Chile, con los actuales grados de desconfianza y donde un punto electoral puede ser esencial, él no sólo tiene que parecer, sino que tiene que hacer un gesto de desprendimiento, incluso a costa de sus hijos, que están dedicados a los negocios. Es un precio que tiene que pagar para que su aspiración a la presidencia sea excluyente de cualquier conflicto de interés.
¿De lo contrario sería mantener un flanco abierto?
En efecto, y en una elección estrecha eso le puede costar la presidencia, con lo cual, además, es un problema práctico. Ahora, desde la perspectiva del país, es algo que uno tiene derecho no sólo a pedirle, sino que en cierto sentido también a exigirle a Piñera.
¿Por ser una segunda oportunidad las exigencias para Piñera son hoy mayores?
En su gobierno él se focalizó excesivamente en una gerencia de proyectos, más que en un concepto político, y hoy confío que tiene mayor madurez y conciencia de que el fenómeno no es sólo gerencial, sino político. Chile tiene un problema político y lo que tiene que hacer el próximo gobierno es reconstruir la confianza en la política, lo que supone una altura de miras. Por lo demás, lo que se les pide a los gobiernos conservadores es una cierta austeridad en la expresión y eficacia en los medios. Que la gente entienda que el gobierno está preocupado y ocupado, pero sin tanto aspaviento. Eso es lo que Chile demanda hoy de Piñera: menos aspaviento, menos payaseo y que sea más estadista.
¿Los nombres de segunda vuelta serán Piñera y Guillier, o podría Beatriz Sánchez disputarle el lugar a Guillier?
Sería un gran golpe, pero se han visto golpes de este tipo. Basta recordar cuando Le Pen dejó fuera de la segunda vuelta a los socialistas en Francia.
¿Hoy ve a Piñera ganando la presidencia?
Creo que es altamente probable que sea Piñera el próximo Presidente de Chile.
¿Eso debiera mejorar las expectativas, por eso sube la Bolsa?
El deterioro ideológico del proyecto de la Nueva Mayoría hace que exista mayor seguridad respecto de lo que será Chile en el futuro, porque ese proyecto fue lo que paró el país hace tres años. Entonces, probablemente hay un pronóstico de lo que va a ocurrir en la elección -y que con ello puedan corregirse las reformas y mejorarse las políticas-, pero no sólo eso, sino que también de lo que no va a ocurrir en ningún caso.
¿Se refiere a que, a su juicio, no puede venir un gobierno peor que el de la Nueva Mayoría?
Por lo menos desde el punto de vista ideológico no lo veo. Incluso si ganara Guillier, sería un administrador que no está embarcado en un proyecto ideológico -el de la retroexcavadora, el del nunca más nos pasará que nos saquen del gobierno- del alcance que tenía el de la Nueva Mayoría y que tanto daño le causó al país. De Guillier se puede esperar un gobierno mediocre, pero no uno que altere sustancialmente las coordenadas.
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