Escuchar música y consumir drogas activan las mismas zonas cerebrales

Investigación realizada en Canadá indica que aunque la cocaína y una buena canción estimulan los mismos centros del placer en el cerebro, ambos provienen de fenómenos distintos.




La biología humana tiene todo calculado. Cada vez que se satisface alguna necesidad, en el cerebro se activa un sector especial donde emanan químicos que hacen sentir placer. Y es necesario sentirlo, porque así el organismo se da cuenta de que la necesidad ya está resuelta y luego se calma.

Hay muchos otros factores que activan este centro cerebral de la recompensa, como el ejercicio, el amor o las drogas. Al igual que escuchar una música favorita.

Así lo descubrieron investigadores canadienses del Instituto Neurológico de Montreal y de la U. McGill, que señalan que escuchar una canción o melodía activa las mismas zonas del cerebro que se accionan con el uso de drogas como la cocaína. Según los investigadores, ya se había especulado que escuchar música involucraba a este sistema, llamado dopaminérgico, pero esta es la primera vez que se prueba de manera directa.

CANCIÓN FAVORITA
Los investigadores Mitchel Benovoy y Valorie Salimpoor realizaron una prueba a 10 personas. A cada una de ellas les pusieron música de su gusto y otra que a ellos les era indiferente. Luego, midieron las zonas de su cerebro que se activaban cuando escuchaban las distintas canciones.

Con la tecnología de tomografía de emisión de positrones, además de imágenes de resonancia magnética funcional -que miden la actividad neuronal de diferentes regiones- comprobaron que la música que les provocaba "escalofríos" de placer activaban los ganglios basales -el núcleo caudado, putamen y accumbens-. Estas, dicen los autores, son las mismas zonas que se activan con ciertas drogas como la cocaína.

MÚSICA ADICTIVA
Al escuchar una buena canción, se activan los centros del placer y eso explica que se quiera volver a escuchar. Pero tal "adicción" no se compara con la que generan las drogas.

Como explica Pedro Maldonado, neurofisiólogo de la U. de Chile, el placer que se experimenta con la música se basa en un proceso fisiológico normal. Es el organismo el que permite que esto ocurra, simplemente por tener acceso a un estímulo melódico. En el caso de las drogas, hay un fenómeno farmacológico detrás que fuerza al cerebro a intensificar su centro del placer. Es una manipulación química forzada y, con ello, el cerebro se ve obligado a compensar ese proceso: como no fue el mismo organismo el que originó el placer -sino una droga- el cerebro necesita volver a la normalidad cuando se acaba el efecto y por eso se genera la adicción.

En un proceso fisiológico normal de placer, se liberan los neurotransmisores conocidos como dopaminas. Luego, cuando ya se obtuvo cierto estado o cuando se cumplió la necesidad, hay receptores en las neuronas que vuelven a absorber esa dopamina. Si no fuera así,, dicen los expertos, se querría siempre más placer. Y eso no pasa con las drogas, pues la cocaína, de hecho, bloquea ciertos receptores en las neuronas que impiden absorber la dopamina descargada. El resultado es una concentración dopamínica muy elevada, lo que a su vez provoca un incremento generalizado  en el cerebro y se genera una euforia elevada y, luego, la necesidad de querer más y más.

OTROS EFECTOS DE LA MÚSICA
Existen beneficios que provienen de la música. Un estudio de la U. de McMaster, Canadá, descubrió que los niños que practican música mejoran su rendimiento intelectual. Ello, ya que al diferenciar un sonido, mantener la atención en él y reproducirlo, se fortalecen las conexiones neuronales.

Otro estudio realizado en Cleveland (EEUU) en más de 500 pacientes hospitalarios, comprobó que el dolor postoperatorio se reduce significativamente en enfermos que se exponen a música relajante. Además, se ha demostrado que la música ayuda al desarrollo de habilidades matemáticas y de pensamiento lógico.

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