Esteban Cortázar viste a Medellín de París en Colombiamoda
Decidido a llevar este lema a su máxima expresión, el joven diseñador, que reside en Francia, intenta transformar en su totalidad el concepto que las colombianas tienen, a su juicio, de la moda.<br>
Con el objetivo de "europeizar" a la mujer colombiana y abrir sus ojos a la moda internacional, Medellín se vistió de París de la mano del diseñador Esteban Cortázar, en un osado desfile que inauguró Colombiamoda 2010 en una edición que tiene como "leit motiv" la "transformación creativa".
Decidido a llevar este lema a su máxima expresión, el joven y prometedor diseñador colombiano, que reside en Francia, no se conformó con querer sorprender en su primer desfile en su país, sino que osó ir más allá al intentar transformar en su totalidad el concepto que las colombianas tienen, a su juicio, de la moda.
Sin ningún tipo de complejo, Cortázar desnudó a la pasarela de Medellín y la fue vistiendo con las últimas tendencias parisinas y neoyorquinas para crear una mujer "con mucha fortaleza, que se sienta mujer, que se sienta divina, y que no le tenga miedo a la moda y a ese estilo personal", dijo el diseñador.
"Yo vivo en París -explicó-, y la inspiración para esta colección fue esa mujer parisina, la mujer europea, que tiene su estilo personal y mucho mundo hacia la moda, que está expuesta a la moda internacional todos los días y sabe como mezclar muy naturalmente".
MEZCLAS
Precisamente las atrevidas mezclas de prendas fueron el pilar sobre el que se asentaron sus propuestas, aunque el diseñador admitió que se "muere por ver" cómo las mujeres corrientes "interpretan" sus diseños y mezclan sus prendas a su gusto.
Sesenta propuestas exhibidas por 26 maniquíes, en el que el negro, gris y blanco dominaron una paleta de colores que a veces se rompía con descarados estampados de leopardo o psicodélicos "collages" en turquesas y morados.
Pero si bien los colores mantuvieron una línea estable, esa linealidad se descontroló hasta límites insospechables en las insolentes e irreverentes deformidades en sus diseños, como las cremalleras que se arremolinaban en vestidos serpenteando alrededor del torso, desde el hombro hasta las piernas, o en asimétricas chaquetas cortas por delante, pero interminables por la espalda.
También se lució Cortázar en la combinación de prendas casi antagónicas, que el diseñador convirtió en un matrimonio sin opción de divorcio, uniendo en un mismo modelo abrigos, chaquetas de cuero, vestidos de leopardo, transparencias, capuchas y masculinas camisas.
COMPLEMENTOS
Los detalles y complementos también jugaron un papel importante, presentes en kilométricas bufandas contorsionadas alrededor del cuello y en adolescentes medias estudiantiles, que no se ruborizaban por conjuntarse con cadenas metálicas, broches brillantes y cinturones rústicos que aparentaban estar anudados con desgana.
"Lo bueno de esta colección es que la mujer tiene la opción de hacerlo como yo lo estoy mostrando o bien ir a la tienda, escoger las prendas y ponérselas como ellas quieran. Yo no estoy dictando nada, estoy proponiendo. Ojalá lo hagan de esa manera, pero si no, las prendas sirven para adaptarse a cualquier armario, de cualquier mujer, de cualquier gusto", apuntó Cortázar.
Y es que su intención era la de "internacionalizar la moda en Colombia y mostrar un desfile que muy fácilmente pudiera estar en París, en Nueva York o en cualquier parte del mundo", una posibilidad de conocer tendencias de otras latitudes que "no existe en Colombia, pero que con este proyecto podemos lograrlo", opinó.
Urbanidad rústica, sofisticación despreocupada, rebeldía inocente, feminidad masculina y asimetrías equilibradas son varios de los antagonismos con los que Cortázar juega en una colección en que las únicas reglas son las que la mujer inventa a su gusto en el día a día.
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