Gepe en un mundo ajeno
El cantante creció lejano a los grandes medios y estos días ha convivido con personajes de la TV y la farándula. Como un equilibrio, invitó a su show a ilustres de su generación.
En los últimos días, Daniel Riveros, Gepe (32) para las masas, ha enfrentado al menos dos situaciones que lo han hecho suspirar aliviado. "Yo pensaba que estando acá aún me iba a encontrar con gente que me dijera 'Llepe', pero hasta el momento no. Todos saben que se pronuncia Gepe", describe, sentado en la terraza de un restaurante porteño.
Luego, recuerda que, un par de horas antes, lo entrevistó un conductor radial septuagenario que conocía con precisión cada detalle de su carrera. "¿Cómo se llamaba el que me entrevistó?", le pregunta a su mánager. "El Pablo Aguilera", contesta su representante, rememorando la conversación que ambos tuvieron el lunes en radio Pudahuel, cuando el locutor cambió el cancionero de las dueñas de casa y los llamados telefónicos, buscando un consejo inspirado por el crédito insigne del circuito alternativo.
Porque el cantante arribó a la Ciudad Jardín como un comensal atípico, como un animal único en su especie: un artista crecido al margen de los grandes medios y el mercado más oficial, y que hoy, en su rol de jurado, comparte fotografías con Melendi y Tommy Torres, dos figuras apuntaladas por las multinacionales del disco, o con personajes de la TV y la farándula que le preguntan: "¿Qué onda es Javiera Mena?" y "¿Qué onda Lollapalooza?".
Pero no sólo los rostros que hace poco se enteraron de su ascenso se acercan a conocer su mundo. "Es que acá se ponen a gritarle a cualquier tipo con pinta de famoso. Por ejemplo, el otro día se me acercó una señora y me dijo: '¿Me puedo tomar una foto contigo?' y le dije que sí, pero después me preguntó: '¿Y cómo te llamai?'. Eso es toda una experiencia. Cuando me invitaron no tenía idea qué iba a pasar, pero nunca fue un obstáculo. Ni la gala ni nada. Puedo convivir con mis dos mundos. Con el del festival Primavera Fauna y también con Viña", dice el hombre de Fruta y té, justo antes de que asome una escena que difícilmente podría suceder entre las piscinas, el flúor y el universo hipertecnologizado de Fauna: al concluir su almuerzo porteño y caminar por el cerro Concepción, un par de fanáticas quinceañeras se lo topan de frente, le gritan "¡Geeeepeeee!", lo abrazan ansiosas y, cuando alzan el único celular que poseen para inmortalizarse con su ídolo, en la única oportunidad posible para sonreír junto al cantante, advierten que está sin batería. "Bueno, me basta con tu abrazo", le susurra desconsolada una de las niñas.
"He aprendido mucho de esto", sigue el cantante. "El domingo miraba el show de Ricky Martin y me fijé en que, en los tiempos muertos, siempre está mirando hacia el fondo y se arregla el cuello. Eso evita que te pongas a observar a los de la primera fila y que te pongas nervioso. Está bueno como ejercicio. También hablé mucho con Paloma San Basilio y me di cuenta de su tremenda cultura musical. Aquí no están mis amigos, con los que armo mis tocatas, pero, bueno, me puedo hacer de amigos nuevos".
Aunque no están sus camaradas, el sanmiguelino está en Viña con su representante, Rodrigo Santis, y también con su novia, la productora de moda Camila Palacios. Además, para su show de 45 minutos de hoy invitó a Javiera Mena, al habitual Pedropiedra y hasta ayer se gestionaba a Juanita Parra, de Los Jaivas. Es su mundo presente en otro que le parecía demasiado ajeno.
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