Grupos regionalistas cobran fuerza en Rusia y causan inquietud de Moscú

Desde Siberia hasta Kaliningrado han comenzado a surgir voces en favor de la "federalización".




Por ahora parecen movimientos pequeños y en ciernes, pero el Kremlin no ha dudado en bloquearlos. Desde Siberia hasta Kaliningrado han comenzado a surgir voces regionalistas, lo que ha despertado la preocupación de Moscú. Según el diario británico The Guardian, estos movimientos no sólo sugieren que el poder central puede estar perdiendo su control sobre al menos algunas zonas, sino que además plantea el fantasma del separatismo, el mismo que se extendió a través del país en la década de los 90, y que el Presidente Vladimir Putin se ha esforzado, hasta ahora exitosamente, en erradicar.

Hace una semana, Moscú logró frenar una manifestación en la ciudad siberiana de Novosibirsk, la tercera urbe más poblada de Rusia, en favor de la "federalización" y una mayor autonomía política y económica. La oficina del alcalde de Novosibirsk explicó que su decisión de negar el permiso para la marcha se debía a la necesidad de "asegurar la inviolabilidad del orden constitucional, la integridad territorial y la soberanía de la Federación Rusa".

En el caso de Novosibirsk, se trata de un viejo anhelo. Ya en 1993, durante la presidencia de Boris Yeltsin, los líderes provinciales siberianos reunidos en esa ciudad decidieron dar los primeros pasos para conseguir la independencia financiera de Moscú y crear la república autónoma de Siberia, sobre la base del territorio más rico de la Federación Rusa, que por ese entonces aportaba el 81% de todos los ingresos en divisas del presupuesto del Estado.

Pero el aparente triunfo de Putin al bloquear la manifestación en Novosibirsk no logró impedir que las ideas de separatismo y autonomía se propagaran a otra ciudad siberiana como Ekaterimburgo, e incluso a urbes más distantes, como Kaliningrado y Kuban, donde las voces a favor de la "federalización" parecen aún más serias, apunta The Guardian.

En cuanto a Kaliningrado, su situación de enclave -rodeado por Polonia y Lituania, Estados miembros de la Unión Europea y sin frontera terrestre con el resto de Rusia- lo ha convertido en la región más occidental, tanto por su situación geográfica como por su mentalidad, según afirman los expertos. Ya en 2012, en un artículo publicado por el diario ruso Kommersant, Vladimir Abramov, politólogo de la Universidad Federal Báltica Immanuel Kant de Kaliningrado, advertía que si Moscú ignoraba las características específicas de la región, inevitablemente empujaría a la población hacia "acciones sociales de tendencia evidentemente autonomistas".

Para graficarlo, Abramov citaba cifras: el 25% de la población de la región de Kaliningrado tiene visas de la zona Schengen y el 60% cuenta con pasaporte extranjero. Al mismo tiempo, cada vez más miembros de la clase media local compran propiedades en las regiones vecinas de otros países y llevan a sus hijos a colegios lituanos, polacos y alemanes. Pero Kaliningrado es estratégico para Moscú, sobre todo después de la independencia de los países bálticos, situación que llevó a Rusia a perder la mayor parte de sus bases y puertos en dicho mar.

Pero el interés en la federalización no se limita a Siberia y Kaliningrado. También hay movimientos regionalistas en Karelia, Ingermanland, Novgorod y Kuban, un nombre histórico para el territorio de Krasnodar, en el sur de Rusia.

Expertos citados por el diario británico sostienen que estos grupos plantean interrogantes acerca del peligro que significa para Moscú el hecho de haber promocionado el "federalismo para la exportación" en el caso de Ucrania, sobre todo porque lo que el Kremlin buscaba no era la devolución de poderes desde Kiev, sino, de hecho, el separatismo y el cambio de las fronteras estatales.

En un comentario en el sitio Politcom.ru, Konstantin Yemelyanov destaca que los organizadores de estas manifestaciones "sin duda están tratando de utilizar el arma del Kremlin contra éste: no hace mucho tiempo, por ejemplo, el tema de la federalización de Ucrania fue la base pública de la política rusa hacia un país vecino, y la Cancillería de Rusia destacó todos los beneficios" de esos acuerdos, señaló.

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