Irak se enfrenta al peligro de desmembramiento
El avance del Estado Islámico (EI) dejó en evidencia la crisis política del país y el poder de los kurdos.
Once años después de la caída de Saddam Hussein, como consecuencia de la invasión de Estados Unidos y Reino Unido, y a nueve décadas desde la creación del Irak moderno, ese estado árabe se enfrenta posiblemente a la mayor encrucijada de su historia reciente, donde los fantasmas de un posible desmembramiento suenan con más fuerza.
La ofensiva del Estado Islámico (EI, ex Isis), en junio, disparó las alarmas de un peligro que se venía incubando tras el fin de la era de Saddam, en 2003. El grupo integrista islámico sunita, que también lucha en Siria, logró el control de Mosul, la segunda ciudad de Irak, y poco después declaró la creación de un califato en las zonas que controla. Su avance agravó la crisis política del país, por el intento del primer ministro chiita, Nuri al Maliki, de permanecer en el poder, y dejó clara la fuerza, autonomía y organización que han logrado las regiones kurdas del norte del país.
"El nacimiento de un nuevo Estado creado por el EI es el cambio más radical en la geografía de Medio Oriente desde el tratado de Sykes-Picot", con el que británicos y franceses se repartieron esa región en 1916, dijo el corresponsal Patrick Cockburn en London Review of Books.
Al Maliki, quien llegó al poder en 2006, contó en un comienzo con el apoyo de Estados Unidos, pero sus dos períodos al frente del gobierno se caracterizaron por una política sectaria y hasta represiva contra los sunitas, la primera minoría, que devolvió a Irak a las peores tensiones desde 2007. Por eso el Estado Islámico no tuvo dificultades para acrecentar sus zonas de control y sumar el apoyo de miembros de esa vertiente del islam. Una situación en la que también colaboró el retiro en 2011 de las tropas estadounidenses, un Ejército iraquí mal preparado y sin experiencia (los soldados del Ejército de Saddam Hussein, mayoritariamente sunitas, fueron dados de baja y muchos de ellos se sumaron a la insurgencia después de 2003) y la guerra civil al otro lado de la frontera, en Siria.
Sólo cuando el avance del EI parecía insostenible, Washington presionó para que se instalara un nuevo Ejecutivo y, pese a su resistencia, Al Maliki cedió y le despejó el camino a un nuevo primer ministro, el también chiita Haider al Abadi. Una salida a la situación política en la que casi con seguridad participó Irán, una de las potencias regionales, de mayoría chiita y con una evidente influencia subterránea en el régimen iraquí.
De cualquier forma, las dificultades que mostró el gobierno de Bagdad para frenar al EI, así como para hacer frente a la crisis humanitaria surgida del desplazamiento de poblaciones por temor a los extremistas, hizo que los kurdos, que cuentan con un régimen de autonomía, movilizaran a sus milicias, los peshmerga, para enfrentar a los yihadistas (lograron recuperar localidades en manos del EI e impidieron que tomaran la estratégica represa de Mosul) y expresaran sus deseos de establecer un cronograma para independizarse.
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