José Juan Llugany, el ex hombre duro de la Sofofa
Desde que se descubrieron los micrófonos en su oficina de Carozzi y en la Sofofa, el ex vicepresidente de la entidad gremial ha estado en el ojo de la noticia. Algo que le desagrada en extremo a este ejecutivo acostumbrado al bajo perfil. Quiéralo o no, su estilo será siempre recordado en la Sofofa, porque en los últimos dos años se convirtió en uno de los asesores más cercanos a Hermann von Mühlenbrock y con su forma directa de decir las cosas ganó partidarios y detractores.
La mañana del domingo 4 de junio, José Juan Llugany Rigo-Righi (65 años) asistió a misa. Al término de la liturgia, el celular del director de Empresas Carozzi y ex vicepresidente de la Sofofa registraba decenas de llamadas perdidas. El WhatsApp con otros tantos mensajes. Eran amigos, familiares y parte de su entorno más cercano, ansiosos por comunicarse con él para recoger su opinión sobre la tesis que esa misma mañana había expuesto en televisión el ex Presidente Sebastián Piñera sobre el caso de presunto espionaje en la Sofofa, donde se encontró un micrófono en el gremio y otro en su oficina de Carozzi. El precandidato presidencial sorprendió a los panelistas del programa En Buen Chileno, de Canal 13, asegurando que "la información que yo tengo es que esto no se trata de espionaje político ni de espionaje industrial, es una cosa mucho más doméstica, que tiene que ver con relaciones de pareja".
Llugany, enterado de las palabras del ex mandatario, "quedó devastado, muy golpeado", describen quienes compartieron con él ese día. En privado ha sostenido que está convencido de que detrás de esas teorías, que califica como "absurdas y poco pudorosas", hay interesados en tapar y ocultar el verdadero origen del hecho.
Han sido días complicados, duros -cuentan sus cercanos-, en los cuales ha recibido innumerables muestras de apoyo desde la Sofofa, de trabajadores de la compañía y también de quien él llama su "patrón", Gonzalo Bofill Velarde (61 años), el presidente de Empresas Carozzi, el holding alimenticio controlado por la familia Bofill. A el lo une un profundo vínculo laboral y una amistad de casi tres décadas. Entre 1990 y 2014, Llugany fue gerente general de Carozzi, y en 2015, en el marco de un proceso de recambio generacional, asumió como director.
Ese mismo año, Llugany hizo su debut como primer vicepresidente de la Sofofa. Sin mucho convencimiento, se integró a la mesa directiva en el segundo período de Hermann von Mühlenbrock en la presidencia del gremio industrial. Con el tiempo, la influencia de Llugany iría in crescendo, hasta convertirse no sólo en miembro del círculo de hierro de Von Mühlenbrock, sino que también en su mano derecha y uno de sus asesores más cercanos.
No obstante esa afinidad, al momento de diseñar la estrategia legal para enfrentar judicialmente el caso espionaje, ambos optaron por trazar caminos separados. Recogieron la sugerencia de los asesores legales, quienes atendiendo a que fueron dos hechos distintos producidos en lugares también diferentes, recomendaron seguir acciones legales por carriles separados.
De esa manera, el abogado Juan Domingo Acosta, en representación de Sofofa, presentó la denuncia en la fiscalía; lo propio hizo Pablo Gómez, el abogado de Llugany. Comunicacionalmente también escogieron vías separadas. El gremio contrató a Azerta, mientras Llugany sigue trabajando con Nexos, donde una de las socias, Soledad Altamirano, es su pareja desde hace seis años.
* Aterrizaje en la Sofofa
Hasta antes de trabajar juntos en la corporación gremial, Llugany y Von Mühlenbrock no se conocían. Hoy, aseguran en ambos entornos, se consideran buenos amigos.
La incorporación de Llugany a la mesa directiva de la Sofofa no surgió de él. Es más, dicen, nunca ha tenido un interés por la actividad gremial, porque, explican, está consciente de que se mueve mal en "los pasillos de poder". A esa labor pública no le ayuda su carácter franco y directo, que genera partidarios y detractores.
"No tiene habilidades políticas. Es una persona que no sabe hacer los bailes de las máscaras que se necesitan, en general, en los puestos políticos y gremiales. Por esa razón, hay gente que no lo quiere, porque lo encuentran muy duro, en cambio hay otros que valoran mucho su honestidad", dice un cercano a Carozzi.
Von Mühlenbrock es uno de ellos. Él mismo le pidió que fuera su vicepresidente cuando fue reelecto en la presidencia del gremio fabril, en abril de 2015. Pero Llugany rechazó el ofrecimiento. El timonel de la Sofofa, entonces, telefoneó a Gonzalo Bofill para que lo convenciera. El presidente de Carozzi le pidió expresamente a Llugany que aceptara la invitación, pues pensaba que sería conveniente que participara de esa instancia para aportar en el debate que vendría en torno a la reforma laboral, un tema de gran preocupación para el mundo empresarial.
Llugany, ante la insistencia de su "patrón", aceptó y al poco tiempo se hizo cargo del tema laboral, liderando la creación del comité que analizó el proyecto del gobierno y que presentó propuestas alternativas a las planteadas por el Ejecutivo.
En ese rol, el ahora ex vicepresidente varias veces tuvo que trasladarse a Valparaíso para asistir a las comisiones parlamentarias y exponer la postura del gremio. Lo mismo hizo cuando las sesiones del Congreso se realizaron en Santiago.
En esas instancias, recuerdan quienes participaron de ellas, solía plantear los reparos a la iniciativa legal y los puntos más sensibles de forma franca y directa.
Así también, entregaba su opinión cuando enfrentaba a la prensa para abordar la coyuntura nacional. "Veo al gobierno con una visión absolutamente antiempresa privada (...). El clima de beligerancia que hoy afecta al país es terrible, la cantidad de paros que hay, todo el mundo siente que tiene el derecho a parar el país si no está de acuerdo con lo que pasa. Y eso tiene mucho que ver con el gobierno, con la forma en que ha enfrentado el tema de las reformas", aseveró Llugany a mediados de 2015.
* Su influencia en Hermann
Al interior del gremio algunos señalan que ese estilo confrontacional influyó en Von Mühlenbrock, y de eso da cuenta, mencionan, el giro que dio el timonel a sus intervenciones públicas y a la manera en cómo se vinculó el gremio con La Moneda en su segundo período como presidente de la Sofofa. En sus primeros dos años, recuerda un consejero, Von Mühlenbrock se acompañó de otro equipo de vicepresidentes -Claudio Muñoz y Alfonso Swett-, lo que, a juicio de un sector del gremio, marcó un estilo público más blando y conciliador.
Pero eso no duró mucho, ambos salieron por discrepancias en la forma de ejercer el liderazgo de Von Mühlenbrock y porque el discurso de la Sofofa no lograba influir en el gobierno.
"El endurecimiento de su discurso es atribuible en gran medida a la injerencia que Llugany tenía en él, quien siempre fue partidario de hablar con más fuerza para plantear la visión de los empresarios y defender el crecimiento del país", afirma un dirigente.
No todos concuerdan con esa tesis. "Los presidentes siempre han tenido una relación estrecha y de respaldo con sus dos vicepresidentes y la presidencia pasada no fue la excepción, sobre todo de su primer vicepresidente (Llugany), con el que fue bastante unido", asevera un integrante del consejo general. Otro dirigente complementa. "Es cierto que Hermann escuchaba mucho a Llugany, pero eso no significa que las actuaciones públicas del presidente hayan sido orquestadas por el segundo a bordo".
Donde sí Llugany tuvo completa injerencia, admiten en su entorno, fue en la idea de postular a Von Mühlenbrock a la presidencia de la CPC. Llugany lo animó y fue uno de los promotores de su candidatura, incluso hizo campaña por él, se juntó con gente, testeó las inclinaciones, pero fracasó en esta aventura, porque aunque pensaban que tenían los votos, finalmente surgió la figura de Alfredo Moreno.
Con personalidades diferentes, mientras a Von Mühlenbrock se le describe como "amistoso y muy simpático", de Llugany se dice que "es un hombre muy callado, reflexivo, que piensa mucho las cosas, pero igual dice todo lo que piensa".
Su performance en la Sofofa dista de su conducta en el entorno de Carozzi. Allí le reconocen un lado amable, cercano a los trabajadores -con los que incluso organiza "pichangas"- y preocupado por su gente.
Cercanos ejemplifican este afecto: "Todos los años, para su cumpleaños, un grupo de trabajadores lo invitan a comer fuera".
Afecto que se vuelve más evidente en su relación con Gonzalo Bofill y su familia. Cuando dejó el cargo ejecutivo, en la empresa le hicieron un homenaje y Bofill, en su discurso, expresó: "José es el hermano mayor que nunca tuve".
Llugany no sólo fue el hombre fuerte de la Sofofa en el tema laboral, algunos mencionan que también lo fue cuando se abordó el conflicto en La Araucanía y se decidió publicar en la prensa -en enero pasado- el polémico inserto que llamaba al gobierno a tomar medidas inmediatas y excepcionales para enfrentar el conflicto, lo que tensionó las relaciones con La Moneda.
"En la Sofofa se concilió y visó una opinión común y en un consejo se decidió hacer el inserto en la prensa. Sin duda, en el segundo período de Von Mühlenbrock el tema de La Araucanía estuvo muy fuerte en la sociedad y en los medios, y la Sofofa optó por tomar una posición más clara al respecto", apunta un integrante del consejo.
* La polémica sesión de consejo
Llugany no sólo criticó pública y duramente la gestión del gobierno. En privado tampoco se guardó nada. "Él tiene un tema fuerte con la lealtad, y considera una deslealtad no decir las cosas de frente", apunta un cercano.
Su estilo frontal aún se recuerda en las dependencias de la Sofofa y dejó huella, especialmente en la reunión del consejo general celebrada el 30 de septiembre de 2015, una de las más álgidas que recuerde la historia del gremio.
Ese día, a Llugany le correspondió presidir la instancia, porque Von Mühlenbrock se encontraba fuera del país. En la ocasión, el director de Carozzi manifestó su desacuerdo con unas declaraciones a la prensa que había emitido el consejero Alfonso Swett. Llugany lo increpó diciendo que "la entrevista no ayuda a la unidad del sector, que es vital para lograr generar los cambios que requiere el proyecto laboral". La crítica gatilló un intenso debate al interior del consejo, que se prolongó por casi una hora. En la Sofofa, sostienen, Llugany fue fiel a su estilo.
* Su apoyo retirado a Larraín
En el último proceso eleccionario del gremio, el director de Carozzi se la jugó y puso todas sus fichas para que hubiese una continuidad en la mesa. Llugany y Bofill apoyaron públicamente la lista de continuidad encabezada por Rodrigo Álvarez, presidente de AB Chile, quien finalmente bajó su candidatura.
En ese gremio destacan un episodio que grafica su lealtad. Cuentan que cuando Álvarez evaluó renunciar a AB Chile, luego de que el gremio diera su apoyo a Larraín, Llugany tenía decidido hacer lo mismo.
El director de Carozzi fue un duro opositor a la propuesta de renovación que impulsó un sector de la Sofofa -que incluía al actual presidente Bernardo Larraín y a Swett, entre otros- para reestructurar el gremio. Si bien en un comienzo respaldó la candidatura de Larraín y consideraba que era un buen candidato, al recoger opiniones de distintas personas le advirtieron que pondría en riesgo a la Sofofa cuando saliera el fallo del TDLC por la colusión del papel tissue que involucró a la CMPC de la familia Matte y donde Bernardo Larraín había sido director de la filial. Entonces, Llugany echó pie atrás y optó por decirle directamente a Larraín que se arrepentía de su apoyo inicial. "Consideraba que Bernardo no era bueno para la Sofofa, no por su calidad profesional, sino por el factor colusión", cuentan.
Como pocas veces, en el último tramo del proceso eleccionario presidente y vicepresidente no estuvieron de acuerdo. "Mientras que Hermann fue más conciliador respecto de la lista de Bernardo y pidió la aclamación para Larraín, a José Juan le costó aceptarlo, porque era partidario de que se hiciera una votación secreta, para que se vieran los votos en blanco", afirma un consejero.
* Su nunca más a la Sofofa
Sus dos años como vicepresidente le dejaron un sabor amargo a Llugany. Tanto, que en privado ha reconocido que mirando en perspectiva, está convencido que haber aceptado la vicepresidencia fue uno de los grandes errores de su vida. "Se necesita ser muy político y a mí me gusta decir las cosas a la cara", ha comentado a sus cercanos.
Cuando empezaron a buscar candidatos y le plantearon a él tomar la posta, de inmediato dijo que no. Tampoco lo habría hecho bien, reconocen cercanos a él, "porque es muy directo y aquí tienes que saber navegar mejor".
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