Juan Carvajal, ex director de la Secom: "El cambio de ministros, por sí solo, no resuelve los problemas"

El ex asesor de Bachelet analiza los primeros nueve meses del gobierno y concluye que más que un cambio de gabinete se requiere uno de discurso.




A Juan Carvajal le tocó estar cerca de la Presidenta Bachelet para los años más duros de su primer gobierno. En 2006 y 2007, el entonces director de la Secretaría de Comunicaciones vio cómo la mandataria lidió con pobres números de aprobación ciudadana a raíz de la denominada "Revolución Pingüina" y el Transantiago.

Hoy, con un escenario similar en términos de opinión pública , el consultor asociado de Imaginación, da su diagnóstico y receta.

-Sumando y restando, ¿cómo ve el cierre de este año para el gobierno?

Ha sido un año agitado, no sólo para La Moneda, sino que para el país. Es el año de instalación del gobierno de Michelle Bachelet. Si lo miramos desde el punto de vista estadístico, indudablemente ha sido un año de mucha actividad para el gobierno por la cantidad de cambios, anuncios, proyectos de ley. Ahora desde el punto de vista de los resultados de esos proyectos, de los anuncios, ha sido un año de intranquilidad para el gobierno, porque algunas iniciativas que se proyectaron de determinada manera están siendo percibidos por parte importante de la ciudadanía desde otra perspectiva. Ha sido un año también de sinsabores porque si me atengo a lo que eran los discursos, los anuncios, las informaciones, el cuadro económico que tenemos no estaba tan previsto como se configuró en diciembre del año pasado.

-Dice que los proyectos están siendo percibidos por la ciudadanía desde otra perspectiva, ¿dónde está la falencia ahí?

Se ha producido un cambio importante en materia de opinión pública de un sector mayoritario que quería y apoyaba las reformas a una que toma cierta distancia de estos procesos. Y eso está determinado porque las claves de los cambios no se han logrado instalar en los sectores más directamente comprometidos con estos cambios. Parto por decirle que las reformas, como proceso, con sus especificidades, nunca se han entendido. Miente aquel que diga que esto pasa porque no se entienden las reformas, porque las reformas nunca se entienden en el sentido estricto de la palabra.

Son proyectos y procesos demasiado complejos. Lo que trasciende en términos de opinión pública son aquellas cuestiones simbólicas que forman la idea de para dónde va, cómo es o cuál es la naturaleza de un proyecto. Y ahí hay un serio problema, porque no se logró producir una conexión adecuada entre ciudadanía y gobierno. Se perdió mucho tiempo en una discusión más bien tecnócrata, sobre la base de números o de resolución de problemáticas financieras. Si vamos a pagar por estos colegios, si los vamos a arrendar, etc. Esto realmente desdibujó el sentido último de la reforma y generó el espacio para este verdadero enredo público en el que se sumergió la reforma.

-Al principio el discurso eje era educación pública, gratuita y de calidad para todos, pero da la impresión de que la tramitación de la reforma educacional no ha dialogado con ese mensaje.

Tampoco creo que eso sea importante. Puedes empezar por el proyecto 10, el proyecto 2 o el proyecto 3 si esto no altera el producto final. Como se sabe, la mayor parte de las veces el orden de los factores no altera el producto. Distinto sería si la forma de comenzar modificara el resultado final. Según entiendo, lo que se busca es mejorar la calidad, fortalecer la educación pública, convertir la educación en un derecho y lograr la gratuidad. No he visto, ni leído, ni escuchado algo distinto a estos objetivos. Creo que el gobierno tiene claridad de hacia dónde apuntan sus esfuerzos transformadores. Lo que se enredó fue la comprensión de cuál iba a ser el resultado y hacia dónde apuntaba esto.

-¿Entonces no es necesario reorientar la reforma, sino que el discurso sobre la reforma?

Sí. No creo que sea un problema de diseño de la reforma, no creo que el proyecto de la reforma tenga una falla estructural, por decirlo así, es un problema de cómo se reestructura el diálogo entre gobierno y ciudadanía.

-¿A partir de esto se podría explicar la baja en la popularidad de la Presidenta?

Sin duda ese es uno de los aspectos. Se ha generado una sensación de desorden general, de una inestabilidad que no es tal. Esa percepción está influenciada también por el cuadro económico, por algunas reacciones empresariales de descontento y en algunos casos de franca oposición y por una ofensiva tendiente a demostrar que el gobierno ha estado improvisando sus políticas. Sin duda, a esto hay que sumar desaciertos del propio gobierno. Y aquí quiero ser preciso: es la autoridad la que debe reinstalar sus señales ordenadoras y a quien le corresponde reponer el marco de tranquilidad que espera la ciudadanía. Eso es lo que se espera y ese es el desafío que enfrenta el gobierno. Producir una inflexión requiere de señales súper claras y no me cabe la menor duda de que eso se tendría que producir y que la Presidenta debe estar muy concentrada en la búsqueda de fórmulas y enfoques que apunten a ese objetivo. Este 2015 será un año clave en esa dirección.

-¿Cómo se hace?

Como se habla mucho en estos días de cambio de gabinete, digo que el cambio de ministros, por sí solo, no resuelve los problemas. Hay un conjunto de cosas que tienen que ver con cómo se comunica el gobierno con la ciudadanía, cuál es el rol que están ejerciendo los liderazgos, cómo se toman las decisiones, cómo se enfocan los mensajes, cómo se tranquiliza de que puede haber diez proyectos, pero diez proyectos no significan desorden, ni inestabilidad. Al respecto quiero decir que es muy rescatable, muy importante lo que dijo el ministro Alberto Arenas hace algunos días con respecto a esa frase que quedó dando vueltas de los "poderosos de siempre", porque creo que ayuda a clarificar las cosas en el escenario político.

-Se refiere al video por la reforma tributaria.

Hago alusión principalmente a una frase que quedó dando vueltas y que, de alguna forma, marcó el comienzo del gobierno connotando a estos "poderosos de siempre" como una suerte de enemigos. Eso no está en el espíritu de la Presidenta. Ella nunca ha pensado así. Tampoco eso está en el espíritu del gobierno ni del programa.

-Pero ese video se hizo en el gobierno.

Sí, está bien, mi problema no es defender o atacar el video. Lo que estoy diciendo es otra cosa. De repente hay señales, como lo de la retroexcavadora, o la frase que mencionaba, que generan imágenes y se instalan con una asociación de ideas que pueden causar mucho daño o desdibujar completamente una gestión.

-Deslizaba que las reformas generan incertidumbre, eso influye en las personas, en los agentes económicos, ¿cree que por ahí pasa también parte de la explicación?

Sin duda. Es como una simbiosis. La primera de las reformas fue la tributaria, que al final terminó con acuerdo y se suponía que debería haber abierto un camino de cómo hacer las cosas. No quiero meterme en la minucia: que si fue "en la cocina" o fuera de ella. Lo fundamental en estos casos es el intercambio de ideas y el diálogo. Todos los proyectos de cambios estructurales y profundos requieren de un profundo diálogo, de una abierta comunicación, de mensajes claros, de manera de tranquilizar esas inquietudes y esas incertidumbres que generan. Eso también tuvo que ver en el escenario económico, porque en la economía el factor subjetivo influye mucho, es decir, la percepción de la gente sobre el estado de la economía, la sensación de los grupos empresariales de si invierten en determinados proyectos o no, o si esperan, indudablemente que va influyendo en el cuadro. Entonces hay una simbiosis entre el anuncio de reformas, la percepción de cómo son estas, la percepción de la marcha económica. Todo eso se debería despejar el próximo año.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.