Juan Radrigán y su hija Flavia publican juntos sus últimas obras

El nombre del padre y de la hija es el título del volumen que recoge los últimos trabajos de los Radrigán.




El termómetro marca 30 grados a la sombra, pero Juan Radrigán pide un café con leche y su hija Flavia, un cortado. Están contentos. Concretaron algo que tenían en mente desde hace mucho tiempo: publicar juntos.

"Se dio la oportunidad en la editorial Cuarto Propio, donde yo estaba trabajando, de sacar un libro juntos", comenta Flavia a modo de explicación. El nombre del padre y de la hija une dos obras, una de cada uno. La de Juan es Bailando para ojos muertos y la de ella, El descanso de las velas. "Pensamos que lo mejor era que cada uno trabajara por su lado. El con su lenguaje y yo con el mío", agrega Flavia. "De todos modos, las obras tienen un fondo común: la quebrazón del matrimonio".

Las historias se enfocan en personajes muy distintos, pero ambas ahondan en el espacio íntimo y en las trizaduras de las relaciones. "Somos de la sociedad de los matrimonios quebrados", bromea Flavia. "Quería mostrar cómo, a veces, ni el amor puede salvar una relación quebrantada", explica la autora. En El descanso de las velas, los personajes son brutalmente honestos. Y contradictorios. Uno de ellos, Rodrigo, le dice a su esposa: "Me complica ya no quererte. Es injusto. Es injusto no quererte, pero te necesito más que a nada en esta vida".

"Es desenfadada, no tiene límites para escribir", dice Juan sobre la escritura de su hija, quien en esta oportunidad muestra la relación de un matrimonio con su hijo homosexual. Radrigán se enfoca en el rechazo de los padres y reconoce que es la obra donde más tuvo que imaginar, pues a pesar de las entrevistas que hizo para escribirla, no encontró una razón a esa aversión. "Es otra especie de marginalidad. La obra se mete en la resonancia que tiene la homosexualidad en el núcleo familiar", explica el autor de Hechos consumados, mientras prende un cigarro. En la obra, una madre conversa con su hijo en el patio. "Dios escribió un estudio sobre tu caso, lo llamó el pecado infinito", le dice la madre al hijo. Luego remata: "Hueles a tragedia, hijo".

Aunque se leyeron mutuamente y trabajaron paralelamente las obras, reconocen diferencias de estilo y trabajo. "Soy más metódico. Escribo todos los días. Esta obra salió de un tirón", acota Juan. Flavia, por su lado, reconoce que a ella le costó un poco más, pues era un proyecto que dejaba y retomaba.

Ambas piezas ya tienen directores, elencos y posibles fechas de estreno. La obra de Juan, Bailando para ojos muertos, debiera debutar en marzo y estará bajo la dirección de Víctor Carrasco, con Coca Guazzini y Emilio Edwards en los roles protagónicos. El descanso de las velas quedará a cargo de Marco Espinoza, director de Cómo aprendí a manejar, y el elenco estará formado por Annie Murath, Carolina Larenas y Víctor Montero. Se baraja noviembre como fecha de estreno.

Por mientras, padre e hija seguirán haciendo lo que mejor saben: escribir. Ya tienen un nuevo proyecto, y esta vez escribirán en conjunto, mezclando sus estilos. No hay metodología y la trama aún está difusa. "Como con todas las obras, escribimos nomás. Y vamos a seguir haciéndolo", puntualiza Juan, tomando el último sorbo de su café con leche.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.