Juan Villoro e Ilan Stavans: diálogos en alta voz
El libro El ojo en la nuca registra una serie de conversaciones entre ambos autores mexicanos, quienes exploran su pasado y su entorno.
Se han visto un par de veces en conferencias donde cada uno habla por su lado. La admiración era mutua, pero nunca existió ni siquiera un café de por medio para conversar. El diálogo más extenso entre los escritores Juan Villoro e Ilan Stavans se produjo el año pasado y fue vía email: palabras cruzadas que quedaron registradas en El ojo en la nuca, libro que acaba de publicar editorial Anagrama.
Stavans vive en EE.UU. y Villoro pasa la mayor parte de su tiempo en México. "Me gusta la expresión -El ojo en la nuca- porque hay algo monstruoso en ella(...) Nos permitiría ver lo que nunca vemos, entender nuestra situación vital de otra forma", dice Stavans en la partida del volumen, concebido en un par de meses.
De la novela actual a las drogas, El ojo en la nuca es un diálogo sobre Dios, literatura latinoamericana, escritores, etc. También hay pelambres, autobiografía y confesiones. "Como tantos divorciados, mi padre no sabía muy bien qué hacer conmigo. Siempre me llevaba al fútbol o al cine, lo cual me convirtió en fanático de esas subculturas", dice Villoro sobre Luis, su padre fallecido el pasado 5 de marzo. "Mis ídolos eran Kafka, Borges y Hemingway, seguidos de García Márquez y Vargas Llosa, a quienes leía con avidez enfermiza", le comenta Stavans a Villoro.
Sobre sus inicios en la literatura, el autor de El testigo relata que en esos años "me veía a mí mismo como un autor intuitivo, un 'detective salvaje', para usar la expresión que Roberto Bolaño volvería canónica, alguien que investiga la realidad de manera rebelde". Al hablar de libros, Ilan Stavans se adelanta: "Uno de los libros que más me hace pensar, y sin duda el libro con estilo más puro, más cuidado, es el diccionario. No le sobra una coma, una exclamación".
Para Villoro, "los grandes estilistas" son Nabokov, Borges, Rulfo, Faulkner, Proust, Thomas Mann, Samuel Beckett, entre otros. "Quien redacta sin mayor estilo logra una página comprensible, pero inerte. El estilo literario insufla vida a la página, genera la ilusión de que eso existió y sigue existiendo", concluye Villoro y rápidamente pasan a hablar de drogas. "Yo ingerí ayahuasca", dice Stavans. "Yo preferí alucinógenos naturales, como el peyote o los hongos. Ha sido una experiencia definitiva en mi vida", cuenta Villoro.
Hacia el final de El ojo en la nuca, la mentira es el tema. "La verdad nunca ha circulado con mucha claridad en el país de Cantinflas", señala Villoro y recuerda al escritor Carlos Fuentes: "Cuando lo oías parecía irrefutable, luego pensabas de otro modo. Creo que él mismo se escuchaba demasiado y era víctima de su propia elocuencia". De la mentira pasan a la religión. "Pienso en Dios todos los días, pero no como entidad todopoderosa. Lo veo como un fracaso", asegura Stavans.
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