Julio Iglesias, el otro gigante de la balada: "Con él parte la historia de la música latina"

Fueron los titanes de la balada que en los 60 dominó el continente. Cada uno en su trinchera: uno desde el talante sexual y eléctrico del rock y la calle, y otro desde el gemido estilizado y bronceado del playboy europeo. Lo cierto es que por muchos años, Sandro y Julio Iglesias resumieron lo más efervescente del pop en español de vieja guardia: histeria, mujeres y estadios repletos.

Por eso, la palabra de Iglesias acerca de Sandro se esperaba casi como un tributo generacional. A través de su equipo, el español comentó ayer a La Tercera: "Mi queridísimo Sandro se ha ido y con él se va parte de la historia de la música contemporánea latina. Sandro fue siempre un amigo del alma  que, aun sin vernos con frecuencia, fue alguien que no se deja de olvidar. Un amigo con el que compartí tiempos inolvidables en nuestra querida América. Sandro nos deja su recuerdo irrepetible como amigo y como artista único y excepcional".

Más allá del homenaje, ambos nunca fueron demasiado íntimos, pero sí cultivaron una relación cordial. Eso sí, Iglesias fue siempre el referente que persiguió a Sandro a la hora de su proyección planetaria. El argentino conquistó antes EE.UU. y el Madison Square Garden (en 1970, mientras que "Julillo" lo hizo seis años después), pero jamás gozó de la fama europea de Iglesias. Un asunto personal: la voz de Rosa,  rosa privilegió su vida familiar y el cuidado de su madre antes que las largas giras por países como Francia o España.

Pero no todo fue diferencias: en 1975 se toparon en el Festival de Viña del Mar. La carrera de Sandro ya había alcanzado su cima, mientras que la de su contraparte venía en alza y fue elegido el más popular del certamen. Ambos fueron invitados por los bomberos de Viña del Mar a jugar fútbol, pero casi no se vieron en el certamen.