Kevin Spacey: "Di lo que quieras de Underwood, pero es muy efectivo en lo que hace"
El rostro de House of cards habla sobre el regreso de la exitosa serie, sobre un maquinador político. Los 13 capítulos de la segunda temporada estarán disponibles en Netflix desde el 14 de febrero.
Kevin Spacey luce un bronceado que parece irreal para el frío que azota a Nueva York durante un invierno interminable. El actor entra a la sala de prensa montada en un hotel de Manhattan precedido de su voz inconfundible, saludando a la distancia a periodistas a los que todavía no les ve la cara, sonriendo antes de entrar en escena con un traje gris y un reloj que todavía marca la hora de Londres, la ciudad donde vive y dirige artísticamente desde 2003 el prestigioso teatro Old Vic. La confianza y energía que proyecta hacen difícil distinguirlo de Frank Underwood, el cínico político demócrata y sureño que interpreta en la serie House of cards.
Spacey ha cruzado el Atlántico por 24 horas para hablar de su segunda temporada como Underwood -en una serie 13 de capítulos que Netflix volverá a entregar de golpe el 14 de febrero y acaba de renovar para una tercera entrega- y en la que el legislador de Carolina del Sur logra, tras cometer un par de homicidios y una lista de delitos y extorsiones difícil de acotar, asumir como vicepresidente de Estados Unidos. (Se ha firmado un acuerdo de confidencialidad que impide adelantar más detalles específicos de la trama, pero, para quienes hayan visto el trailer, saben que Underwood logra el puesto: "Estoy a un latido de corazón de la presidencia sin que nadie haya votado por mí. La democracia está realmente sobrevalorada", dice el personaje). Spacey sabe que por estos días el planeta entero lo confunde con Underwood, y parece gozar defendiéndolo como si fuera su mejor amigo.
"Puedes decir lo que quieras de Frank y sus métodos", dice cuando le preguntan qué tipo de presidente sería Underwood si quien ocupa el cargo cayera muerto. "Pero todo el mundo, políticos de verdad y espectadores del programa, coinciden en una cosa: que es muy efectivo en lo que hace", agrega, con una mezcla de frialdad y carisma que lo hacen indistinguible de su personaje.
"Me interesa que en los últimos años hemos visto una serie de películas biográficas sobre políticos reales, que en cierta forma han sido reexaminados. Por ejemplo Lyndon Johnson, que es un político al que Francis admira. No hay duda de que durante su vida fue calificado de maquiavélico, implacable, bastardo, intransigente, idiota y un pelotudo al que la gente odiaba. Y a pesar de todo, era muy efectivo. Y aunque recibió críticas muy duras (y justificadas) por su postura sobre la Guerra de Vietnam, logró que se aprobaran tres leyes de derechos civiles en un mandato muy corto. Así que ahí se produce un dilema ético muy interesante".
Pero Frank es distinto, es un psicópata.
Esa es tu opinión.
El mata gente y le da lo mismo. ¿Está diciendo que eso no es ser un psicópata?
Lo que digo es que no es mi trabajo juzgar a los personajes que interpreto. Ese es tu trabajo.
Entonces, ¿estaría de acuerdo en decir que la maldad de Underwood es como un virus, que contagia a los que lo rodean? Su mujer, Claire, parece haber perdido todo rastro de reserva moral en esta temporada.
Me parece que estás ahí en una suerte de búsqueda de la integridad. Creo que es algo que veremos a medida que avance la temporada. Pero supongo que no me queda otra que tomar distancia frente al hecho de que lo estés calificando de una manera u otra. Está perfectamente bien que lo hagas, pero yo, como actor, no puedo hacer eso. Mi trabajo es no catalogar a un personaje como 'malvado' o 'psicópata' porque, para comenzar, esos son imposibles de interpretar. Ese tipo de palabras no funcionan para dirigir a un actor. Mi trabajo es tratar de hacerle justicia al guión, interpretar el rol con toda la honestidad que pueda y dejar que las fichas caigan donde caigan.
Una de las cosas que caracteriza a House of cards son los soliloquios que Frank Underwood hace a la cámara. Como actor debe ser un gran placer interpretarlos.
Es un placer mirar al fondo del lente y pensar que le estás hablando directamente a la gente, pero también es un placer enorme porque hace un par de años actué en Ricardo III (de Shakespeare, donde el protagonista también se comunica con los espectadores a través de soliloquios) y la montamos durante 10 meses en 12 ciudades por todo el planeta. Fuimos a lugares como Hong Kong, Estambul, Beijing, Nápoles, Sydney, Singapur, San Francisco, Nueva York, y pude mirar la cara del público por todo el planeta y ver lo que la obra provocaba en ellos… Sentían que era algo fantástico, que estaban escuchando al personaje contarles algo que no le contaba a nadie más; que eran co-conspiradores. Mi recuerdo de esa experiencia es tan fuerte, que cuando comenzamos a filmar House of Cards, me dije "estoy mirando al fondo del lente de la cámara, no a una audiencia de personas" y fui capaz de hacer un pequeño ajuste en mi mente. En vez de pensar que le estaba hablando a un montón de personas, me imaginé que le estaba hablando a mi mejor amigo, a la persona en que confío más que nadie en el mundo. Por eso, cuando a veces nos toca hacer esos soliloquios, le digo al director, "No creo que tengo que decir nada aquí", y sólo miro y levanto las cejas, porque eso es lo que único que a veces uno necesita hacer con los amigos.
¿Diría que ese tipo de contacto que establece con la audiencia convierte a Frank Underwood en un nuevo tipo de antihéroe en la televisión?
Déjame contarte una historia. En 1990 me invitaron a una cena de tributo del American Film Institute a David Lean, que entre otras películas dirigió Lawrence de Arabia. Y cuando aceptó el premio, Lean le dedicó todo a la necesidad de apoyar a los cineastas que cambiaban las reglas del juego. Y entonces dijo -esto era, ya dije, 1990- "Estoy preocupado por la industria del cine. No me importa que quieran hacer una película y tres secuelas, pero sí el que estén gastándose esa plata. No creo que estén apoyando a suficientes cineastas emergentes. Si nos decidimos a apoyarlos, el negocio del cine va a seguir creciendo, pero si no, vamos a perderlo todo frente a la televisión. La televisión va a sobrepasar al cine". Y nadie le hizo caso, y ocho años después de eso Los Sopranos debutaron en HBO y todo cambió para siempre. Y yo estoy muy agradecido de que eso haya pasado, que en estos 15 últimos años se haya creado el espacio para que en la televisión tengamos historias que son impulsadas por los personajes, que son complicadas y que toman un largo tiempo en desarrollarse, y donde los personajes son muy complejos. Lo que estamos haciendo en House of cards es posible por los cimientos que sentaron muchos años atrás narradores inmensamente talentosos.
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