La crisis que complica a Myanmar
Desde finales de agosto, unos 400.000 rohingyas han abandonado el país para escapar de la violencia. La líder de Myanmar y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, ha sido duramente criticada por su silencio.
Es vista como una héroe nacional en Myanmar. Estuvo 15 años detenida -en distintos períodos-, recibió el Premio Nobel de la Paz, y representa el símbolo de la democracia en este país del sudeste asiático. Aung San Suu Kyi, la dirigenta de Myanmar desde abril de 2016, ahora se encuentra entre la espada y la pared por la profunda crisis que se desató con los royinghas, minoría étnica musulmana del oeste del país. Así, ha sido fuertemente criticada internacionalmente por ignorar la situación que ha provocado que unos 400.000 rohingyas hayan dejado Myanmar (ex Birmania) en los últimos días. Se calcula que al menos mil han muerto.
La política birmana ha sido cuestionada incluso por la Premio Nobel de la Paz, Malala Yousfzani, y también el Dalai Lama la exhortó a que encontrara una solución. Indonesia, Malasia, Turquía y Pakistán han mostrado su preocupación. Y ayer, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, dijo que "una vez más se intenta erradicar a etnias enteras", mientras que el secretario de Estado de EE.UU., Rex Tillerson, dijo que la persecución era "inaceptable".
Incluso hay quienes dicen que debería renunciar a su Premio Nobel otorgado en 1991. En medio de esta tormenta política, Aung San Suu Kyi decidió no participar en la Asamblea General de la ONU, que comienza la próxima semana, para evitar el tema.
Esto, porque miles de rohingya, que viven mayormente en Rakhine, uno de los estados más pobres al oeste de Myanmar, han escapado luego de que se desatara una ola de violencia entre el grupo étnico y el Ejército birmano el 25 de agosto. Hombres, mujeres y niños han caminado cientos de kilómetros, muchas veces bajo la lluvia y con barrio, y han cruzado el río Naf -donde deben pagar unos US$ 100 por un trayecto que antes costaba medio dólar- hacia Bangladesh en barco, donde al menos 100 han muerto en el intento desde que estalló la crisis. Además, han existido explosiones de minas puestas en la frontera. Según Amnistía Internacional, existen imágenes que muestran que al menos 26 pueblos han sido quemados.
La crisis comenzó el mes pasado, cuando milicianos rohingyas atacaron a las fuerzas de seguridad y el Ejército en Rakhine. Pero la represión fue más fuerte. Las fuerzas de seguridad hirieron a la población en general y han sido acusados de matar, violar, quemar aldeas y disparar a los civiles desde helicópteros. Los enfrentamientos de ese día dejaron al menos 400 rohingyas muertos y se calcula que 20.000 personas diariamente han dejado el país, huyendo de la violencia. Cientos de hombres, mujeres y niños han dejado sus casas.
A pesar de que durante décadas los rohingyas, minoría musulmana sunita, han enfrentado violencia y discriminación en un país mayoritariamente budista, ahora están huyendo de la violencia de una forma sin precedentes. La ONU lo ha declarado como "limpieza étnica" de parte de Myanmar. Y Suu Kyi brilla por su ausencia.
El 7 de septiembre, en un diálogo con el Presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, la líder birmana hizo sus primeros comentarios, asegurando que existe un "gran iceberg de desinformación" sobre la crisis que ha sido distribuida para beneficiar a "terroristas".
Se calcula que más de un millón de rohingyas, que hablan su propio lenguaje, vivía en Rakhine. La minoría llegó a esa región cuando estaba bajo dominio británico (1824-1948), en la época en que Myanmar era una provincia de la India administrada por Reino Unido. Myanmar no los reconoce como sus ciudadanos y los ve como parte de Bangladesh. Pero, desde el golpe de 1962 en Myanmar, los gobiernos han limitado los derechos de los rohingya.
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