La derrota de mi padre

Sylvia Zalaquett tiene 20 años, está en el College UC y quiere estudiar Ingeniería Comercial como su padre, Pablo Zalaquett. A él lo ha acompañado desde pequeña en sus campañas, pero esta fue especial: era la primera vez que ella podía votar por él y hacer campaña por sí sola. El resultado del 28 de octubre también fue diferente. Aquí cuenta cómo fue puertas adentro la derrota de Zalaquett en la reelección por Santiago.




"La noche anterior al día de la elección (28 de octubre) yo no pude comer con mi papá, porque andaba fuera de Santiago. Así que él comió con mis hermanos Pablo (21), Juan José (19) y Sofía (14). Regresé a su casa a la 1.00, cuando ya estaba durmiendo. Aunque me tinca que se debe haber quedado jugando bridge, como siempre. Mi papá siempre juega bridge por internet. Le encanta. O se queda dormido con la tele prendida y yo voy a apagársela. Pone cualquier cuestión. Lo hace para quedarse dormido. Mis hermanos me dijeron que se había ido a acostar tranquilo, que había dicho: 'Las cartas están tiradas, que sea lo que Dios quiera', que es como una frase típica de él.

Fin de semana por medio me toca quedarme con él, ahí duermo en una pieza con la Sofía. Pablo y Juan José también comparten pieza. El día anterior, mi papá nos había pedido que llegáramos temprano para que no tuviéramos problemas para levantarnos. Pero yo no dormí nada. A las 6.00 nos despertaron: teníamos un desayuno con la prensa a las 7.00.

El que entró a despertarnos fue mi papá. Se acercó y me hizo cosquillas. A mi hermana chica le movió la cama. 'Oigan, hay que despertar', nos dijo. Y yo:  'Papá, ¿cómo estás?'. El estaba en piyama y me dijo: 'Bien, pero vamos. Tienen que ir a ducharse, que tenemos que estar listos en media hora'.

A medida que estábamos listos, íbamos saliendo. Mis hermanos nos decían a mi hermana y a mí: 'Apúrense, ya está todo el mundo'. Fue como cualquier desayuno, pero rodeados de cámaras. Daba un poco la sensación de reality show. En la mesa había frutas, piña, pan con mantequilla y jamón. Mi papá se tomaba un café, pero se le enfrió antes de poder tomárselo entero.

La primera vez que fue a elección por Santiago (2008) tuvimos un desayuno más producido. Creo que hasta traje la loza de la casa de mi mamá, porque es más bonita. Ahora, tuvimos que tomar siete veces desayuno, porque todos los canales quieren que sea 'su' desayuno. Una vez por cada canal. Mientras entrevistaban a mi papá, con mis hermanos conversamos sobre qué habíamos hecho la noche anterior.

Poco antes de las 9.00, acompañamos a mi papá a votar a la Escuela República de Alemania. Ahí nos demoramos harto entre entrar y salir. Ibamos todos en el mismo auto, manejaba el chofer de la municipalidad. Estaba todo lleno de prensa y nos sentíamos aplastados. Pero nadie le gritó nada. Eso me pareció raro".

El viaje y la calle

"Mi papá es el tipo de persona que si quiere hablar sobre cosas importantes, nos llama a su pieza. Cuando nos dice eso sabemos que se viene algo. Creo que nos contó que iba a la reelección por Santiago a finales de diciembre del año pasado. De hecho, nos fuimos de vacaciones en febrero con él. Nos llamó a su pieza y nos dijo: 'Niños, nos vamos a pegar un viaje, porque no me van a ver en todo el año, porque voy a trabajar mucho'. Fue como un viaje para prepararnos. Estuvimos en Italia, Francia, Jordania. Fuimos los cuatro hermanos por 15 días.

En el viaje lo veías con una libretita anotando cosas. 'Papá, estamos de vacaciones, ¿qué haces?', le decíamos. Y él decía: 'No, es que estoy pensando en un eslogan para la campaña'. Y yo como, 'ay, papá'. Ibamos en el tren y mi papá anotando. Bueno, ahí salió con mi hermano la idea del 'Vamos por más'.

Una diferencia con otras elecciones fue que en esta mi papá se veía más tranquilo. Por lo que escuché, estaba haciendo yoga. Al principio se veía ansioso. Se le notaba en que empezaba a hablar más rápido, como que andaba más acelerado, por todo nos decía 'apúrense'. Y, de repente, de un día para otro, estaba más calmado. Y yo decía: '¿Qué le pasa a este?'. Mi mamá (Sylvia Bustamante) me dijo que estaba haciendo yoga. Creo que esa era la razón de su tranquilidad y no las encuestas que le daban cierta ventaja. Para mi papá las encuestas nunca han sido parámetro. El nos decía: 'Niños, está encuesta me tira para arriba. Pero las encuestas anteriores siempre me han tirado abajo y por lo general me ha ido bien. Entonces, que esta encuesta me tire para arriba no es para darle mayor atención'.

Todos los hermanos nos repartíamos para ayudar. Hicimos casa a casa durante todo ese mes de campaña. Los fines de semana nos turnábamos. No me acuerdo específicamente los barrios. Recorrimos miles. Salíamos también con mi tía Mónica (Zalaquett, diputada). Estábamos de 10.00 a 21.00. Era llamativo ver cómo la gente te recibía, te abría su casa. Funciona así: sales con un equipo de casa a casa que te presenta. Dicen 'hola, ella es Sylvia, hija de…'. Y yo 'hola'. Al principio te mueres de vergüenza, pero al rato se te pasa. En el fondo, uno va a transmitir lo que ha hecho tu papá, lo que pretende seguir haciendo. En terreno notábamos una cosa distinta de lo que se vio en los resultados de las elecciones. La gente nos decía: 'Si su papá va a salir'. Lo daban por cierto".

El padre cae

"Recuerdo que nos contó que podía suceder. Nos dijo: 'Niños, cabe la posibilidad de perder y yo lo sé'. Obvio que uno tiene que estar abierto a las dos posibilidades. Obvio que es impactante cuando uno pierde. Uno no lo grita a viva voz, pero todo el mundo sabe que cabe la posibilidad y como familia lo entendíamos.

El tema del balcón los días previos había sido fome, pero no quiero darle más vueltas. Me dio lata, eso sí, que días antes del fin de la campaña haya sido más importante eso que los logros de mi papá en la comuna.

Era más esperanzador ver a mi papá arriba en las encuestas. Pero parece que a mí me gusta ir perdiendo, como que te dan más ganas de trabajar. No digo que mi papá no se haya sacado la mugre porque las encuestas le hayan dado una ventaja. Pero quizás, inconscientemente, la gente que trabajaba con él, donde me incluyo, teníamos la conciencia un poco tranquila. Tú dices 'ya, algo hice bien'.  Me acuerdo de haber transmitido en alguna comida con el gabinete de mi papá, porque yo comía con él y gente que trabajaba en la campaña, esto de que me daba nervio que fuéramos arriba. No me gustaba que se hubiera instalado en el ambiente eso de 'vamos ganando'. Y todos dijeron que sí, que quizás era verdad.

Igual eso había sido en los días anteriores. Ese día, el 28, yo tenía que  votar en el Colegio República de México. Era primera vez que podía votar por él, la vez pasada tenía menos de 18. Lo hice después de que mi padre votó, cuando él y mis hermanos se fueron a jugar fútbol.

Llegué a votar y la vocal de mesa, cuando le pasé mi carné, me dijo: 'Usted es la hija'. Por suerte no había nadie. Llegué, voté y me fui al Parque de los Reyes, donde jugaban fútbol. Más tarde, el almuerzo fue en la casa de mi papá. Llegaron todos mis tíos y fue un momento familiar. Hicimos un asado, estuvo rico. Tratamos de relajar un poco el ambiente. De no hablar tanto de política, a pesar de que el teléfono de mi papá sonaba todo el rato.

En la tarde me fui a ser apoderada de mesa a un colegio de hombres. Mi hermano mayor también fue apoderado. Tenía que esperar a que cerraran las mesas a las 18.00. Cuando ya empezaron a cerrar y a dar los primeros conteos, caché cómo venía la cosa. Estando ahí, y camino de regreso a mi casa, tenía la sensación de que la cosa iba mal. Todas mis amigas del colegio (Everest) eran apoderadas, entonces por Whatsapp nos íbamos dando los resultados de nuestras mesas. Recibía mensajes tipo 'aquí va mal' o 'aquí va bien'. En la mesa donde fui apoderada, perdió: quedó abajo por 30 votos. La primera vez que sentí que mi papá podía perder fue cuando él fue a votar. Porque por primera vez no le gritaron cosas malas. Recuerdo que dije 'qué raro'. Se los dije a mis hermanos y me contestaron: 'Ay Sylvi, qué te importa'. Y yo decía: 'Es que lo encuentro raro'. Siempre que mi papá iba a votar yo salía poco menos que llorando, por todo lo que le gritaban. Esa mañana no le dijeron nada.

Cuando volví a la casa ya caché los ánimos. Me había coordinado con mi hermano Pablo para irnos juntos de regreso. En el camino le decía que estaba demasiado nerviosa. Que me dolía la guata. Mi hermano me decía que me relajara. Hablábamos de los votos. De lo que había sido ser apoderado. En mi mesa fueron todos muy simpáticos, menos uno que era del Partido Comunista, creo, que me dijo 'ojalá que su papá pierda'.

Cuando llegué a la casa, mi papá estaba viendo las noticias y me senté al lado de él. Ni siquiera hablamos. Había llegado todo el mundo, pero no saludé a nadie. Llegaron varios políticos. Recuerdo haber visto a Lavín, a Longueira. En verdad, había varios, pero no me acuerdo de todos sus nombres. Algunos veían las noticias en la salita. Otros hablaban por teléfono, conversaban con mi papá o fumaban afuera. Parecía como si hubiera muerto alguien.

En todo ese tiempo no le solté la mano. Cuando supo que la cosa había sido mala, que había perdido, dijo que tenía que ir a reconocer la derrota. Me acuerdo que sonaban muchos teléfonos. No sabría decirte quién le comunica que perdió, pero llegó un punto en que era evidente. Yo le dije: 'Papá, ¿cero posibilidad?', y él dijo: 'No, niños. No hay vuelta que darle'. El estaba destrozado. Te juro que nos dio pena. Todos llorábamos. A él se le cayeron sus lágrimas también. Nunca lo había visto así. Estaba callado. Como que le gustaba que lo abrazara. El sale a reconocer afuera, donde estaba la prensa, y nos pide a nosotros, los hijos, que lo acompañemos para que le demos fuerzas. Después volvimos a entrar y estaban todos con pena. La casa estaba llena de cosas para comer, pero nadie quería comer. La gente se acercaba a mi papá, los políticos, los amigos y le decían: 'Pablo, lo hiciste muy bien'.

La casa estaba llena. Había 70 personas o más. Me acuerdo que la gente empezó a pedir la palabra. Yo también hablé. Dije que estábamos muy orgullosos del papá que teníamos. Que verdaderamente en esta campaña, como hijos, habíamos aprendido a valorar su trabajo. Porque era la primera vez que habíamos estado tan comprometidos con él. Y que qué lata que lo hayamos aprendido a valorar tan tarde. Porque como hijo de político, muchas veces uno critica la gestión de los papás. Porque tienen menos tiempo para la familia. Pero viendo lo que hace él, con él, nos dimos cuenta de que de verdad lo hace feliz algo que no daña en nada y que ojalá lo siga haciendo donde sea. También hablaron mis tíos, el resto de mis hermanos. Mi hermano mayor dijo algo que fue muy lindo, que esto no había sido una derrota. Que habíamos ganado esta unión familiar. Incluso mi madre estuvo presente esa tarde. Fue con su marido, que también dijo unas cosas increíbles, e hizo de dueña de casa.

Esa noche nos quedamos despiertos hasta las 2.00. Dormimos ahí, donde mi papá. La gente se fue cerca de la medianoche. En algún minuto llegó el hambre y empezaron a salir los sanguchitos. Las ofertas de trabajo le saltaron a mí papá ahí mismo. No voy a decir cuáles.

En algún minuto, él salió un rato. Creo que fue a la UDI. Yo me quedé en la casa con mis amigos. Después ellos se fueron y llegaron unos amigos políticos de mi papá -Laurence Golborne y Rodrigo Pérez- a tomarse algo, cuando yo me iba a acostar.

Esta elección significó formar un lazo familiar gigantesco. Una cosa que va más allá de lo explicable, como la sensación de que un padre sepa que a sus hijos les interesa lo que él hace. Que les gusta. Porque lo lindo, a pesar de esta derrota, fue eso: que a mi padre lo entendimos finalmente".

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