La deuda de Lucita Poblete

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La chilena de 26 años divide sus entrenamientos entre Boulder, Colorado, y Santiago. En el 70.3 de Pucón, dice, espera ratificar los buenos resultados que ha obtenido en el circuito mundial.




Luz Poblete (26 años, 160 centímetros sumamente estilizados, 48 kilos) confiesa que, en este minuto, es una triatleta estresada. Santiago, explica, la convierte en una mujer nerviosa. Menciona los tacos, las distancias que debe recorrer y las muchas horas que pasa cada día arriba del auto. Todo este escenario, dice, se traduce en un problema tangible que la tiene hoy en la fase final de su recuperación por una tendinitis en la cadera.

Todo a 21 días del 70.3 de Pucón, al que Luz (alias Lucita) llega como una de las tres mejores triatletas de distancias largas de Chile.

Ocurre que Lucita vive la mitad del año en Boulder, Colorado, un poblado estadounidense de 100 mil habitantes, en el que hay dos tipos de personas: estudiantes y deportistas. Se le conoce como la meca del triatlón y congrega, cada año, a los mejores exponentes del planeta. Ahí se prepara junto a Michael Lobato, su entrenador, y cuatro deportistas más.

La primera vez que entrenó allá fue a fines de 2014, todavía como amateur. Luego, en 2015, ya como profesional, se mudó entre junio y octubre. Y este año voló en abril a Colorado y regresó hace dos meses a Chile. Allá, en Boulder, se somete a un régimen ascético y su vida se limita, prácticamente, sólo a entrenar. Divide los días entre el trote, el nado y la bicicleta. Convive con triatletas connotados y no sufre distracciones. Es, dice, un escenario ideal. Y, a la vez, muy distinto a Santiago.

Por eso las tres veces que regresó a Chile sufrió un ataque de estrés. Y cada una de las veces, el estrés se tradujo en una lesión. "Venir de una ciudad donde todo gira en torno al triatlón, y llegar a Chile, genera mucho estrés. Me acuesto más tarde, cambio mis horarios. Además tengo que dividirme entre mis amigas y el deporte. Todo eso, creo, tiene que ver con las lesiones", dice.

Ajeno a eso, sin embargo, sus dos temporadas en Boulder la han catapultado hasta la elite del triatlón mundial. Ha competido en Chicago, Río de Janeiro, Timberman, Augusta y Buenos Aires. Y siempre ha aparecido en el grupo de avanzada. Su mejor año, dice, fue 2015, cuando fue primera en Chicago, tercera en Río de Janeiro y quinta en Texas.

En 2016, en cambio, ha tenido una temporada irregular: una bacteria la tuvo seis meses convaleciente y recién en septiembre volvió a competir. En noviembre aterrizó en Santiago y alcanzó a entrenar tres semanas hasta que vino la lesión. Hoy, casi recuperada, aspira a pagar en Pucón una deuda pendiente: "He tenido muy buenos tiempos pero no lo he podido consolidar en Chile. Lo siento como algo pendiente". Se fija como meta estar entre las cinco mejores. Y piensa en 2018 pelear el primer lugar.

El próximo año, de hecho, quiere consolidar sus marcas. Explica que el triatlón es más trabajo que talento. Y se refleja en Jeanni Seymour, una triatleta australiana con quien entrenaba en Boulder y que en 2016 ha ganado dos Ironman y ocupado varios podios. "Con ella entrenábamos muy a la par y ahora se pegó un salto impresionante, está entre las mejores del mundo. Sé que el trabajo va para allá. El salto que tuvo es lo mismo que me gustaría vivir", asegura Lucita.

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