La mirada humana de la muerte
El Coro de la Radio de Berlín y la Orquesta L'Arte del Mondo cerraron anoche la Temporada de Grandes Conciertos Intrnacionales del CA 660.
A diferencia de otros como los de Mozart o Verdi, la mirada humana y el paso tranquilo hacia la muerte son los lineamientos que Brahms reafirmó en Un Réquiem Alemán, una obra de esperanza en la que el compositor confirmó su visión por medio de una partitura lírica, pero por sobre todo resignada.
Un prisma que tomó gran relieve con el Coro de la Radio de Berlín y la Orquesta L'Arte del Mondo, dirigidos por un comprometido Gijs Leenaars, que cerró la Temporada de Grandes Conciertos Internacionales del CA 660, que estuvo marcada por la presencia de eximias figuras y grupos instrumentales.
En lugar de los textos litúrgicos en latín que habían tomado sus predecesores, Brahms seleccionó citas de la Biblia luterana dejando de lado el castigo o el juicio final y los plasmó en una consoladora y profusa colección en alemán circundada por un halo musical con características románticas, de ternura, de tristeza, melancolía y consuelo.
Palabras que se cernieron punzantes en la sala con el grupo invitado. Es en éste en el que recayó todo el peso de la obra, pues Brahms utilizó y equilibró todas las cuerdas que lo conforman y las hizo intervenir en los siete movimientos que la componen. En grandes rasgos, el Coro de la Radio de Berlín, un conjunto sólido, de férrea polifonía, de voces diáfanas bien empalmadas y que claramente se maneja en estas lides, tiñó el Réquiem con una interpretación delicada, fina, llena de gamas y de mucho sentimiento. Mientras la orquesta, expresiva, con claros rubati, recogió el espíritu sombrío, tierno y resignado. A ellos los acompañaron dos eficientes cantantes, la soprano Anne Bretschneider y el barítono Artem Nesterenko.
Ya desde su inicio –"Bienaventurados los que lloran"- se reflejó la serenidad y el recogimiento; en la segunda parte, hubo control del tiempo para construir el efecto emocional por medio de una sonoridad en aumento desde la que emergió casi desafiante "Porque toda carne es como la hierba". La esperanza y la certidumbre de "Señor, hazme saber" fueron expresadas con fuerza y dramatismo por Nesterenko y el coro; y el anhelo y la piedad quedaron patentadas en "Que hermosas son tus moradas" y "Vosotros los que sufrís", este último, de exigente tesitura, cantado por Bretschneider con delicadeza y arrojo. En "Porque aquí no tenemos para continuar", el barítono y el coro retornaron con ecuanimidad y contemplación ante el misterio de la muerte. Y su final –"Bienaventurados los muertos"- fue interpretado, por un lado, con orgullo, y por otro, con el espíritu y el corazón en paz, apacible y sin temor.
Tras su presentación santiaguina, el coro y la orquesta se aprontaron para presentarse este sábado en el Teatro del Lago de Frutillar con la 9ª Sinfonía de Beethoven.
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