La violaron, lo filmaron y subieron el video a internet
Una joven paquistaní fue víctima de una violación grupal y poco después el video del crimen circuló por internet. Los autores fueron detenidos, pero el video aun está disponible online.
Cuando una joven fue violada en grupo en un pequeño pueblo en Pakistán, no lo denunció.
Pero poco después el video de la violación empezó a circular por internet y a través de teléfonos móviles.
Sadia (no es su nombre real) pensó que el silencio podía protegerla de la humillación de ser reconocida como una víctima de violencia sexual.
Pero en los días y semanas siguientes dos versiones de su sufrimiento comenzaron a circular online: una duraba cinco minutos, la otra 40.
El video muestra a cuatro hombres violándola, uno a uno, mientras ella pide misericordia.
La filmación se difundió rápidamente a través de las aldeas y pueblos de la región del Punjab.
"Mi hermano mayor me alertó sobre el video. Lo vio, reconoció a Sadia y vino a decirme", cuenta el padre de la víctima.
"Ella estaba demasiado avergonzada como para contarme, porque soy su padre. Si su madre hubiera estado viva, estoy seguro que mi hija le habría contado".
Entonces decidieron reportar la violación y no fue difícil encontrar a los presuntos culpables en su pequeña comunidad.
Violación compartida
Las imágenes fueron compartidas ampliamente vía Bluetooth y algunos clips llegaron a redes sociales como Facebook.
De hecho, aún puede ser compartido: Pakistán no tiene las leyes que puedan impedirlo.
Sadia vive en un pueblo típico de casas de barro rodeadas de plantaciones de caña de azúcar y pequeñas huertas.
Tiene 23 años, pero parece mucho más joven. Desde que su madre murió, ella se ha ocupado de sus hermanos pequeños.
Cuando habla, se retuerce las manos nerviosa. A veces se le quiebra la voz, pero luego se recompone.
Cuenta que iba de camino al mercado para comprar el uniforme escolar de su hermana cuando la atraparon y la metieron en un coche, amenazándola con un arma.
Los cuatro hombres que iban el auto la llevaron a una casa y la violaron mientras filmaban el acto con un teléfono móvil, según el relato de Sadia.
"Después de suplicarles y rogarles, me golpearon aun más", cuenta.
"Me dijeron que si no hacía lo que ellos querían, le mostrarían el video a todo el mundo, lo pondrían en internet, lastimarían a mis hermanos y a mi hermana".
"No temía por mí misma, pero no quería ver el futuro de mis hermanos en peligro por mi causa. Por eso no le dije a nadie".
Pero ahora Sadia es consciente de que el video ha sido visto por muchos.
"Mucha gente mira este video para divertirse, lo ven como algo interesante", se lamenta.
Castigo
Los cuatro acusados están detenidos en un cuartel de policía y su juicio está en marcha.
Los cargos son por violación en grupo y secuestro, pero también se les acusa de distribuir pornografía, delito cuya pena es de tres meses de cárcel.
El video aun está disponible en internet, aunque la policía –que lo considera evidencia– dice que han intentado borrarlo.
Y especialistas legales en cibercrímenes dicen que no existe una ley específica para forzar a los sitios de internet a retirar la filmación.
Una reglamentación completa y específica para esta materia expiró hace cuatro años antes de convertirse en ley.
Así que cuando la policía local y los agentes federales deben lidiar con un crimen que incluye la filmación y la difusión de un video que muestra violencia sexual, invocan fragmentos de otras leyes relacionadas con acoso sexual, difamación o intimidación.
Bajo una nueva ley de cibercrimen (que aún espera para ser sancionada por el parlamento), el castigo por violar la privacidad y por distribuir material explícito será de tres años, aunque no contenga violencia, para la que habrá leyes separadas.
Shehzad Haider, un funcionario de la Agencia Federal de Investigaciones que se ocupa de este tipo de delitos, dice que recibe alrededor de 12 a 15 casos de videos privados de naturaleza sexual que son colgados en la red cada mes –por amantes despechados y bandas de extorsionadores– y los números parecen ir en aumento.
Por su parte, Sadia cree que no tiene alternativas.
Está recluida en su casa por la vergüenza. Antes era maestra de escuela primaria y quería seguir estudiando.
"Algunos de mis colegas me han visitado y me animan para que complete mis estudios", dice.
"Ellos dicen que debería dejar todo esto detrás, pero no puedo. No hasta que los hombres sean castigados".
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