Las Totoras, el campamento peruano de Quilicura

39 de las 52 familias que conviven en este lugar son de origen peruano. El tiempo y la ayuda municipal sirvieron para mejorar la convivencia con los chilenos.




Fue a fines de los 90 que un grupo de chilenos dedicados a la artesanía en totoras se instaló en un terreno al costado de la actual Autopista Los Libertadores, en Quilicura. En ese lugar comenzaron a levantar sus casas, llegaron las familias y constituyeron una comunidad.

Con el pasar del tiempo, el campamento de Las Totoras -o de los totoreros, como son conocidos en la zona- fue cambiando su fisonomía. Hace unos siete años comenzaron a arribar inmigrantes peruanos. "En un principio, este terreno era de los totoreros. Después fueron llegando algunos chilenos con sus parejas peruanas, trajeron a sus familias y ahora son cada vez más", comenta Lucinda Antimilla, artesana totorera y presidenta del Comité de Vivienda de los chilenos, que agrupa a unas 16 familias del campamento.

Amalia Palacios es originaria de Trujillo. Fue una de las primeras extranjeras en llegar a Las Totoras, donde hoy vive junto a su pareja, un chileno dedicado a la artesanía en totora. Ella se preocupa del cuidado de los hijos.

"De a poco fuimos trayendo a nuestras familias. Ahora viven aquí algunas de mis hermanas, unas sobrinas, y mi mamá vivió aquí hasta que falleció", relata, mientras pone las manos cerca del fuego y observa el barrial que provoca la lluvia en el camino.

Su sobrina María Carhuatanta vive en la casa contigua. El lugar es amplio, la cocina tiene piso de cerámica y un plasma está instalado en medio del living. "Como ve, acá hay inversión. Levantamos esa casa con mi marido", comenta. María trabaja tres veces por semana como asesora del hogar en una casa de la zona oriente. Además, es presidenta del comité de los peruanos, que representa a unas 35 familias.

Llegó hace siete años al campamento, por un problema familiar. Antes, hasta 2005, arrendó una casa en otra comuna. "Mi marido trabajaba como maestro. Lamentablemente, como él estaba ilegal en ese entonces, vendimos todo y tuvimos que regresar a Perú. Cuando volvimos, él no tenía trabajo estable y mi tía, que vive aquí, nos comentó del campamento y nos quedamos. Era menos el costo", detalla.

De acuerdo con la ONG Techo, en Las Totoras hoy viven 52 familias. De ellas, 40 son familias de inmigrantes. Todas son peruanas, salvo una pareja de colombianos, que llegó hace un año. La mayoría de los extranjeros que ahí llegan, lo hacen por vínculos familiares, y se quedan por el ahorro que implica en términos de arriendo y la cercanía con los lugares de trabajo. "Aquí la mayoría de los extranjeros tiene trabajo estable y todos cuentan con la permanencia definitiva. Pagamos la luz, tenemos medidor, el municipio nos trae el agua una vez a la semana. No hay alcantarillado", explica María Carhuatanta.

El incremento en la población inmigrante en Las Totoras trajo consigo un problema más allá de la situación habitacional, como fue el de la convivencia. Lucinda Antimilla recuerda que los conflictos surgieron por desacuerdos en temas de gestión, por ejemplo, en materia de postulación a la vivienda y el modo en que se distribuían las ayudas.

"No tenemos problemas con ningún peruano, salvo con algunas personas del otro comité. Formamos este comité, en el que hay chilenos y peruanos, porque los otros se dejaban las ayudas. Tuvimos otro problema hace poco, porque querían echar a unos jóvenes chilenos y nosotros nos negamos", asegura Antimilla.

En el lado peruano evitan, en general, acercarse a la zona donde se encuentran los chilenos con los que tienen mayores diferencias. "Hay algunas personas que no quieren a los peruanos. Hay una señora que es muy racista, siempre nos echa a los carabineros, es conflictiva e incluso tiene problemas con sus compatriotas", asegura Carhuatanta.

La Municipalidad de Quilicura, junto al Servicio Jesuita a Migrantes y un grupo de psicólogos, desarrollaron jornadas de mediación comunitaria para intervenir en el conflicto. "Estuvimos un año haciendo mediación, porque se llevaban pésimo entre ellos. Todos los sábados llamaban e iba la policía porque había problemas. Por eso trabajamos para que pudieran entenderse. Se logró que bajara la molestia entre ellos y ahora pueden convivir en paz", asevera la madre Yamile Cabrera, coordinadora de la oficina de Migrantes y Refugiados del municipio.

Desde la 49ª Comisaría de Quilicura señalan que, al menos en los últimos dos años, no se han registrado denuncias por parte de los vecinos del campamento por problemas de convivencia.

Uno de los temas que sigue siendo preocupación para todos los habitantes de Las Totoras es el temor a ser desalojados del campamento. Según explican algunos residentes, actualmente tanto el Serviu como la municipalidad están asesorando a quienes quieran postular a subsidios habitacionales. Sin embargo, en el caso de los inmigrantes, la situación es más compleja, debido a los requisitos que exige el Ministerio de Vivienda, como es el contar con el certificado de permanencia definitiva, con una antigüedad mínima de cinco años.

En este sentido, la realidad de Las Totoras representa un gran desafío para la Municipalidad de Quilicura que, junto con Renca y Pedro Aguirre Cerda, es una de las comunas que concentran el mayor número de inmigrantes con sus papeles al día, según el Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior. "La política habitacional en cuanto a las familias de origen extranjero es bastante inflexible. No hay una actualización reglamentaria respecto del fenómeno", dice Miguel Lefihuala, trabajador social del área de Vivienda del municipio, quien no descarta que esta realidad se pueda extender a otras zonas.

"Este tipo de fenómenos ocurre en los grandes centros urbanos. Están llegando muchas familias de otros países y, al tener una política habitacional tan inflexible, lo más probable es que puedan aumentar", remata.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.