Libros, deporte y amistad: lanzan las cartas entre Paul Auster y J. M. Coetzee

El volumen Aquí y ahora reúne más de 80 correos entre el autor de Leviatán y el Nobel sudafricano.




Es agosto de 2010 y Paul le escribe a John en broma: "Querido abuelito...". El escritor estadounidense Paul Auster y el Premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee llevan a esa fecha dos años de correspondencia y muchos más de admiración mutua.

Estaban en contacto desde 2005, pero separados por un continente. Sólo se conocieron personalmente en 2008, cuando Auster asistió junto a su mujer, la escritora Siri Hustvedt, al Festival Literario de Adelaide, en Australia, donde viven Coetzee y su esposa, Dorothy.

Al poco tiempo, el autor de Desgracia le propuso a Auster hacer "un proyecto, donde podamos sacarnos chispas". Así nació Aquí y ahora, libro publicado en una inédita alianza por los sellos de ambos, Anagrama (Auster) y Mondadori (Coetzee). Esta semana llega a librerías el volumen, donde se podrán leer las más de 80 cartas que van de 2008 a 2011.

La primera la envía Coetzee, donde habla de la amistad. "Sigue siendo en cierto modo un enigma", anota. Auster responde que las mejores amistades "se basan en la admiración". Luego hablan de la amistad entre hombre y mujer. Auster cree que es posible si no hay sexo. Coetzee, todo lo contrario: "Hacerse amigo de una mujer con la que no te has acostado es imposible".

El deporte, la escritura, la crisis, la guerra, el idioma, el Mundial de Fútbol 2010 en Sudáfrica, Kafka y Philip Roth entran y salen de sus casillas de correo, pero, sobre todo, lo que más usan para comunicarse es el fax.

Personajes reales

J. M. Coetzee (1940) está alejado del mundo literario en Australia. "Vivo en los márgenes del universo", escribe. Le gusta andar en bicicleta y ver tenis por televisión. Admira a Roger Federer. Por su parte, Paul Auster (1947) prefiere fumar viendo béisbol frente a la pantalla de su casa de Brooklyn. Ha cenado un par de veces con los escritores Don DeLillo y Philip Roth, cuenta.

Coetzee le escribe que leyó la novela Sale el espectro, de Roth: "No me parece una pieza particularmente notable". El autor de La trilogía de Nueva York responde: "Roth es un dios cuya obra ha sido universalmente elogiada, mientras que yo solo soy un simple y esforzado mortal".

Es abril de 2010 y Auster anota, previo a verse en Italia, invitados por una editorial: "Si no me equivoco, será nuestro quinto encuentro en dos años y medio". Ya se han juntado en Australia, Francia, Portugal y EE.UU. Más tarde vendrá una lectura de ambos en Canadá.

En el Festival de Cannes de 1997, Auster fue jurado. Le cuenta a Coetzee la aventura, donde el azar entra en escena: motor de su obra. Los organizadores quieren una fotografía junto a actores y directores, entre otros, Antonioni, David Lynch, Coppola y Scorsese. En medio está el actor Charlton Heston, quien le conversa a Auster. "No solo consideraba que era mal actor, sino que sus ideas políticas me resultaban abominables", anota el estadounidense.

A una semana del fin del festival, Auster viaja a la Feria del Libro de Chicago. "Y allí, sentado en una mesa estaba Charlton Heston", dice, y agrega que al otro día viajó a Manhattan, donde se topó otra vez con Charlton Heston. "¿Te pasan a ti estas cosas, o es sólo a mí?", le pregunta a Coetzee, quien le pone paños fríos al asunto: "A mí no me parece raro. Lo extraño es que esa persona sea Charlton Heston".

Heston les dio el pase a ambos para dialogar sobre ficción: "En el mundo real nos ocurren cosas que se parecen a la ficción", dice Paul. Y John responde: "En cuanto a mí, tengo que decir que prefiero inventarme los personajes de la nada. De esa manera producen la impresión de ser más reales".

Ahora se refieren a la crítica literaria. Auster acaba de publicar Invisible (2009). Los comentarios son desfavorables. "No hay nada que les guste más a los lectores que una buena rencilla en la sección de cartas", le dice Coetzee. Auster recuerda "al octogenario Norman Mailer dando un puñetazo en el estómago a un crítico... Y Richard Ford escupiendo en la cara a un novelista, que había escrito un vomitivo artículo de su último libro. Mis simpatías están con el que dio el puñetazo y con quien lanzó el escupitajo".

Auster da pocas entrevistas. Coetzee, quien estuvo en Chile el año pasado, no habla con la prensa. "Tiene que haber corriente entre los interlocutores. Y esa corriente nunca discurre durante las entrevistas".

Es 2011 y el líder libio Muammar Gaddafi muere acribillado. Tras la noticia, Coetzee manda la última carta: "El mundo sigue enviándonos sorpresas. Y nosotros seguimos aprendiendo".

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