Lo que deja 2014

No fue la epidemia del ébola ni el ataque a Gaza lo más importante. Hubo otros tres grandes acontecimientos: la arremetida de Putin, el Estado Islámico y la parálisis económica de Europa.




El hecho más importante de 2014 es aquel que haya iniciado o reforzado la cadena causal que explicará al menos parcialmente las cosas del futuro o que simbolice una de las tendencias determinantes de nuestros días.

Bajo esa perspectiva, no fue la epidemia de ébola, iniciada en Guinea a fines de 2013 la que debería figurar en los primeros lugares. A pesar de sus más de 7 mil muertos y 19 mil infectados. Tampoco la Operación Margen Protector con la que, al atacar Gaza en gran parte como retaliación por la alianza de los moderados de la Autoridad Palestina con los radicales de Hamas, el gobierno de Benjamin Netanyahu destruyó toda posibilidad de entenderse con Mahmoud Abbas, el líder palestino más razonable en mucho tiempo. Y ni siquiera el vapuleo de Barack Obama en los comicios legislativos de noviembre, cuando perdió el control del Senado y sus candidatos a las gobernaciones en juego fueron derrotados en estados "predictores".

Yo situaría los tres grandes acontecimientos en otros escenarios. En lo geopolítico, nada importa más que el envite imperialista de Vladimir Putin en Ucrania. En lo ideológico, nada posee una carga tan ponderosa como el impresionante surgimiento y expansión del Estado Islámico como el gran referente del islamismo fanático y practicante del terror por lo que implica para el ya desigual equilibrio de poderes entre los musulmanes progresistas y los oscurantistas. En lo que hace a la economía, no creo que sea el colapso del precio del petróleo lo que más significación tenga, sino el hecho de que Europa está paralizada, Japón en recesión, China con un ritmo "normalizado" de crecimiento y Estados Unidos en un zig-zag que por momentos anuncia el regreso del dinamismo y a ratos lo contrario.

¿Qué es lo esencial de lo realizado por Putin al engullirse Crimea y en la práctica partir Ucrania? No lo que nos muestra sobre su personalidad (es un ex agente del KGB), sus métodos (muy conocidos) ni sus convicciones (la aleación de "zar" y "comisario soviético" que hay en él no la oculta). Es más bien el hecho de que no se contenta con usar la política exterior para reforzar su autocracia o diseñar un espacio de influencia rusófila: está dispuesto a plantearle a Occidente un permanente conflicto de valores culturales (democracia versus autoritarismo) y dominios geopolíticos (lo que incluye alianzas con potencias lejanas a su zona de influencia y pasa por ganarle la moral a Europa). Rusia será un obstáculo tenaz contra las democracias liberales en todo lo que se propongan.

¿Dónde reside el significado del Estado Islámico y el "califato" proclamado por al-Baghdadi? No tanto en su poderío militar, por más que haya conquistado partes de Siria e Irak, provocando desde octubre una intervención militar estadounidense. Tampoco en sus decapitaciones terroríficas y ni siquiera en el hecho de que prueba que la "guerra contra el terror" declarada tras los atentados contra las Torres Gemelas está muy lejos de terminar (y que Al Qaeda, de la que el EI es un desprendimiento, tampoco ha muerto, sólo mudado de piel). No, lo que tendrá consecuencias mayores será su impacto en esa permanente disputa entre dos visiones opuestas del islam: la liberal y la oscurantista. Generaciones enteras de jóvenes musulmanes ven en el Estado Islámico a un vengador exitoso. Al mismo tiempo, las voces moderadas, por el fracaso de los experimentos aperturistas de la "Primavera Arabe" y el regreso de los dictadores militares (como en Egipto), han sido calladas. El auditorio que detesta a los militares del mundo islámico aplaude ahora, pública o íntimamente, la orgía de sangre que lleva a cabo el Estado islámico. A mediano plazo, ese triunfo ideológico al interior del islam es mucho más importante para al-Baghdadi y su gente que cualquier asunto militar.

Por último, la atonía económica no es una noticia de 2014, pero sí lo es el que la tendencia no haya variado. La euro zona registró un crecimiento anualizado de apenas 0.8% en el último trimestre y Japón confirmó su recesión, mientras que China aceptó la realidad de una musculatura que va madurando y a la que no se le puede ya pedir el ritmo atlético de antes. Si sumamos a esto la reanimación contradictoria de Estados Unidos, la importancia de 2014 es sencillamente que confirma que estamos todavía a tres o cuatro años del fin de la "post-burbuja" que estalló en 2007/8.

No quiero terminar sin referirme a América Latina, donde lo más importante fue la reelección de Dilma Rousseff cuando ese país -y toda América Latina- necesitaban un cambio no tanto de gobierno como de modelo. Hay indicios de que Dilma ha entendido que hacer un gobierno parecido al que prometía su rival, Aécio Neves, es necesario. Pero no hay confirmación de que vaya en serio ni de que su partido lo permita.

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